Por si las moscas...

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miércoles, 29 de enero de 2014

¡Esto no tiene ni pies ni cabeza!


¡Esto no tiene ni pies ni cabeza! Así está este “paisito”. Y con el perdón, digo “paisito”, porque con todo lo que pasa y con lo que hacemos -pero sobre todo, con lo que dejamos de hacer- no le estamos dando el “ranking” de país. Somos elementales, inmaduros e ignorantes; entre mil cosas más. Nos enfocamos en la pelea chiquita, en el tribalismo político, en la "gansería" y estamos dejando que el país se nos vaya entre los dedos. 

Y es que cada vez nos estamos hundiendo más y a todos los niveles: económicos, sociales, morales, etc., tanto en lo público como lo privado y no veo que estemos buscando soluciones para resolverlo. En este país se habla mucho y se hace poco. Se dicen unas cosas y se hacen otras. Sólo se busca la ventaja individual y personal y no el bien común o el general. Vivimos en tribus de colores, en finquitas, en claques; vivimos para unos pocos, hacemos para esos pocos y el que venga atrás, que arreé. 


En estos días hemos visto en los medios de comunicación la repetición de lo que vemos en cada cuatrienio. Que los candidatos que se “treparon” -y no en la sillita- sino en el taburete del poder, están haciendo lo mismo que criticaron a sus oponentes; nombrando gente con sueldos jugosos, dando aumentos de sueldo a personas en “puestos de confianza”, otorgando contratos a diestra y siniestra a conocidos; en fin, el mismo tontón con diferente palito. ¡Ah!, pero antes no se justificaba; ahora sí.

Por eso es que no creo en ningún partido político; creo en gente, en las personas. Al final todos hacen lo mismo y lo que los mueve -parece ser- no es otra cosa que “don poder” y “don dinero”. Porque se destrozan las reputaciones en las campañas políticas, pero luego, juntitos, se reparten el bizcocho sin importar si son contrarios o no. Y es que esto se ha visto tanto y tanto, que debemos dejarnos de idealismos y de cuentos chinos y comenzar a mirar las cosas de frente. El toro se coge por los cuernos, no por el rabo.  

Si analizáramos más, politiqueáramos menos y viéramos la cosa sin apasionamientos tratando de buscar lo mejor para este país, votaríamos por personas, por candidatos, no por partidos. Buscaríamos poner en los puestos electivos a las personas que realmente tienen un genuino interés en trabajar. Escogeríamos gente que su compromiso fuera con los demás, con el pueblo, con el país; no con un partido político o un grupo o grupos en específico. Se necesita más ciudadanos comprometidos y menos politiqueros.

Dicen por ahí que cada quién tiene lo que se merece. ¿Nos merecemos esto? He escuchado en varias ocasiones a personas justificar lo que hace el gobierno de turno; porque eso lo escucho con cualquier administración. Si lo hace el otro es malo, si lo hace el suyo, se justifica. Dicen que esas personas que traen tenían buenos sueldos en la empresa privada y para poder traerlos al servicio público es “necesario” igualarle o mejorarle el sueldo. 

Con el respeto que todos se merecen, ¿por qué entonces entrar a la administración pública? Si el deseo es de lucro, entrar al gobierno no es la respuesta. Uno de los errores más graves que cometemos es pensar que el sistema público es como el privado. Son dos cosas completamente diferentes y hasta se enseñan en escuelas diferentes. La administración pública tiene que ver con el manejo de los recursos del pueblo; la administración en la empresa privada, tiene que ver con generar ganancias.  

Creo, que la persona que entra al servicio público debe estar consciente que, como lo dice la palabra, es para servir a los demás, no para servirse. Es un acto de “patriotismo”, de honor. No es para lucrarse. Es un tiempo que se le da al país. No es otra cosa. En muchísimos países hasta tienen que pasar exámenes e investigaciones para poder entrar la servicio público; aquí, con poner algunos pasquines en las campañas políticas tenemos. ¡Ojo!, que no son todos ni siempre es así. Gracias a Dios tenemos muchos servidores públicos de carrera, de los de verdad, de los que dan el todo por el todo y buscan dar un excelente servicio a los demás. Hay esperanza.

Agrava la situación, la lucha social que se está generando. ¡Inventos míos! En Puerto Rico todo es “flower” y la gente es feliz. Pues en este “paisito” somos unos hipócritas de primera. Aquí existe el clasismo, el racismo, el prejuicio religioso, la homofobia y muchas cosas más. Lo más triste, es que estoy viendo que no es de un solo lado. Se acusa a otro de algo, pero se hace lo mismo. Se critica porque el otro lo “ataca”, pero se hace lo mismo. No pidas que te den lo que no das. A mí siempre me decían que no le hiciera a otros lo que no quisiera que me hicieran a mí. También me enseñaron, y siempre trato de visualizarlo, a ponerme en los zapatos del otro para que tratara de entender el por qué de las cosas.

Mientras seguimos con el "tejemaneje", este cantito de tierra en el Caribe se está vaciando. La gente se está yendo. Cada quién tiene derecho a buscar una mejor calidad de vida; en eso estoy súper clara. Los que estamos aquí, los que nos quedamos, debemos empezar a dejar de quejarnos y ponernos a ver cómo arreglamos este berenjenal macondino, kafkiano y dantesco en el que vivimos. Tenemos que poner personas que sepan, que sientan, que respeten el servicio público y que tengan el genuino deseo de servir. Porque según estoy viendo la cosa, lo que “viene” para la próxima campaña política, es más de lo mismo. 

Vamos a dejarnos de complejos, de críticas, de farandulear, de acusar, de repetir como el papagayo cada cosa que algún político o cualquiera dice. Vamos a tomarnos bien en serio la posibilidad de ayudar para que este país salga adelante. La verdad es que no entiendo el por qué perdemos tanto el tiempo en cosas innecesarias; en nimiedades. Buscamos opacar, desviar y neutralizar las cosas que no nos gustan o no nos convienen. Bloqueamos todo lo que vaya contrario a nuestros intereses.

Si se hace una propuesta, como la de la siembra de caña, que tengo que confesar que me gustó mucho porque la encontré aterrizada; en vez de torpedearla, habría que examinarla y buscar mejorarla, si en algo. Me revienta sobremanera que tratemos la agricultura como algo despectivo y se “achiquité”. ¡Bendito sea, Dios! En la agricultura es que está el futuro. ¿Si no la trabajamos, qué comeremos? El cemento no produce, la tierra sí. Démosle a las cosas el verdadero valor que tienen.

Dejemos el “guille” -mal llevado- de país "de primer mundo" (¿cuántos mundos hay?) que tenemos y comencemos a ver las necesidades reales de nuestra nación y nuestra sociedad. Trabajemos con realidades, no con lo que creemos que es o lo que queremos que sea. El momento de hacerlo es ya porque si no, de este “paisito” tan hermoso, ni pies ni cabeza va a quedar.

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