Por si las moscas...

Los comentarios vertidos en estos escritos son de mi total responsabilidad. Comparto lo que pienso y siento, simplemente para que se pueda apreciar otro punto de vista sobre la cosas. Pueden o no estar de acuerdo con lo que expongo; conmigo no hay ningún problema porque cada quien tiene el derecho a pensar lo que mejor entienda. Los comentarios son bienvenidos. Espero que si alguien difiere, lo haga con respeto; no escribiendo chabacanerías o insultando. Este no es el lugar para eso. ;-)

viernes, 30 de enero de 2015

¿Alguna vez sabremos qué rayos son las relaciones públicas?


He llegado a pensar, que en vez de haber llamado este blog ‘trepada en la sillita’ debí haberlo llamado ‘A ver si por fin entendemos que es relaciones públicas’, o ‘Cruzada por las relaciones públicas’ o ‘Pa’ que sepamos de qué van las relaciones públicas’ o cualquier otro nombre que quieran; pero el concepto del blog, ya estaría claro.

Y es que en dos años he tenido que ‘treparme’ más de cuatro veces tratando de explicar lo que es relaciones públicas. Es que le enganchamos el nombre de ‘relaciones públicas’ a cualquier cosa que no sabemos cómo llamarla y a lo que no es porque no tenemos idea alguna; pero tampoco buscamos información para saber qué rayos es esta disciplina de la comunicación. Total, si con ser simpático -mientras más simpático, mejor-, sociable, conocer mucha gente, hablar mucho y organizar fiestas, serás un ¡É-X-I-T-O!. YEAH!

Cuando pienso cómo muchos definen las relaciones públicas, visualizo a un niño frente a una piñata tratando de romperla a ‘batazo limpio’; pero claro, con los ojos vendados y mareado por tanta vuelta. Y es que no tenemos idea dónde está la piñata, ni mucho menos lo que tiene adentro. Pero ahí estamos intentando golpearla; dando palos a ciegas a diestra y siniestra para ver si, por una de esas casualidades de la vida, la destrozamos de un golpe y conseguimos los dulces. Extenuante, ¿no? Pues así.

lunes, 19 de enero de 2015

'SanSe' acabó…


Ahora sí. Se acabó la fiesta. Se acabaron las Fiestas de la Calle San Sebastián, conocidas ahora como ‘SanSe’. Con ellas, terminan las navidades más largas del mundo; las nuestras, las navidades puertorriqueñas. 

No fui. Es más, hace par de años que no voy; pero con esto de los medios sociales parecía que estuve ahí desde el jueves. Fui subiendo y fui bajando todo el fin de semana. Por los estatus que vi en las redes sociales me pareció que estuvieron buenas. Y lo digo porque lo que percibí fue fiesta, diversión, compartir de amigos y familiares y mucha música. El Viejo San Juan se convirtió en el punto de encuentro y diversión.

Pero en los medios sociales también vi otra cara; una no tan positiva. Vi vídeos y leí reseñas y notas nada favorables. Vi a mucha gente haciendo el ridículo, diciendo y haciendo obscenidades, espectáculos deprimentes, personas sin control. De eso, también hubo. Y por esas acciones de muchos, leí muchísimos comentarios restándole valor a la actividad.

Y ahí fue que decidí que me iba a trepar; aunque no lo iba a hacer por la ‘SanSe’. Abro paréntesis… ¿Qué es eso de la ‘SanSe’? Nos hemos vuelto tan tan que casi somos campana. De broma comenté que era para que los que usaran ‘Twitter’ pudieran escribir algo más en el espacio de los 140 caracteres, porque si escriben Fiestas de la Calle San Sebastián, se quedaron a pie para el mensaje. Chiste malo… Cierro paréntesis.

Vuelvo a la ‘SanSe’. En algunas reseñas me pareció percibir que la carga de todo era para la ‘SanSe’. La ‘SanSe’ pa’ aquí y la ‘SanSe’ pa’ allá. Que la responsabilidad recaía en ellas. Y me dije, ¿por qué? Si he estado leyendo de que todo estaba bien organizado, que la transportación estaba transcurriendo bien, que la gente se estaba divirtiendo; etc.

Además, y este es un punto de vista muy personal y jamás una justificación, para la cantidad de personas que estuvieron en el Viejo San Juan durante el fin de semana, pocas cosas pasaron. Y vuelvo, esto no es una justificación; sino que hay que poner en perspectiva la situación y la cantidad de personas involucradas. Claro, siempre hay espacio para mejorar lo que se hace y cómo se hace, y estoy segura que aquí también es el caso.

Y me di cuenta de algo. Es que estamos enfocando mal la cosa. No es la ‘SanSe’, son los que van a la ‘SanSe’. Es alguna gente que no sabe comportarse. Es la falta de educación que impera en nosotros. Es la carencia de buenos modales y de civismo. Es la falta de control y moderación. Al final, no son las fiestas; somos nosotros. 

Vi un vídeo de un muchacho tratando de orinar en la calle y hasta se cayó de espalda porque no se podía mantener en pie, vi otro de un grupo de muchachos caminando por la calle gritando y diciendo palabras soeces como la gran cosa; hasta de uno trepado encima de una patrulla. Y vi muchas cosas más. Esas cosas las haces porque estás borracho y no mides lo que haces o porque quisiste hacerlo; porque optaste por eso. No pare más.

Y digo que es opción porque esto trasciende la ‘SanSe’; esto aplica a mucho más. Somos nosotros, que nos falta, que estamos llanitos, que no vamos más allá, que no nos educamos más y que somos cómodos y confiados. Somos nosotros que decimos que los jóvenes que no hagan tal o cual cosa, pero nosotros lo hacemos peor. 

Somos nosotros que seguimos escogiendo los mismos políticos y después le echamos la culpa a ellos y al gobierno de todo lo que pasa cuando somos los responsables de que lleguen ahí. Somos nosotros que nos quejamos de la corrupción, pero la permitimos cuando seguimos apoyando los mismos políticos. Somos nosotros que no votamos inteligentemente y seguimos con las tribus de colores. Somos nosotros que somos unos fanáticos y no podemos evaluar las cosas concienzudamente. 

Somos nosotros los que le enseñamos a los niños que no importa si hay que estar esperando frente a una tienda desde la noche antes y “jartarse -no hartarse- a gasnatás” con alguien por unos panties o un sostén, unas tenis o un televisor, pero debemos ser los primeros en tenerlo. Somos nosotros los que nos colamos en las filas. 

Somos nosotros los que no cuidamos el ambiente y tiramos la basura en cualquier parte. Somos nosotros lo que no seguimos las leyes de tránsito; nos comemos los pares, las luces, hacemos cortes de pastelillo y después queremos que nos condecoren por ‘la hazaña’ que hicimos. Somos nosotros los que agredimos verbalmente a la gente cuando, en muchas ocasiones, no podemos hacer que queremos.

Somos nosotros lo que no toleramos y no respetamos. Somos nosotros los egoístas, los homofóbicos, los xenofóbicos, los que no le damos valor a lo que el otro piensa o cree; los que queremos imponer nuestra manera de pensar y los que queremos someter a los otros; entre muchas cosas más. Lo triste es que en definitiva y al final, no son las cosas; somos nosotros.

Pero hay que darle gracias a Dios porque muchos están en otra onda. En el positivismo, en el querer hacer, en disfrutarse la vida, en compartir, en divertirse, en no tener miedo, en echar este país adelante. Pude percibirlo por los estatus de la gente en los medios sociales. La verdad es que me alegré muchos se disfrutaran la ‘SanSe’.

Pero ya. Se nos terminaron las navidades. Es tiempo de arremangarse y ponerse a trabajar por este país que tanto lo necesita.  Usemos toda nuestra energía, disposición y actitud -como en la ‘SanSe’- para levantar este bendito país y hacerlo un mejor lugar para vivir. Y ahora, cada quién desde su trinchera a meter mano porque la época navideña, ya ‘SanSe’ acabó…



* Las fotos fueron tomadas de Internet con el único fin de acompañar este escrito; nada más.

martes, 13 de enero de 2015

Por el filo de la navaja


Antes de comentar sobre algo, soy de las que le da pensamiento a las cosas -aunque sea un poco-, sobre todo a las que tienen gran repercusión. Y es que sabiendo cómo los acontecimientos pueden impactar la opinión pública y llevarla de un extremo al otro en cuestión de segundos el efecto puede ser complejo y variado. Lo que podría resultar, en ocasiones, en conclusiones cargadas, erróneas, simplistas o equivocadas; entre otras. 

Y es que tendemos a reaccionar a lo inmediato, a lo primero, pero no miramos más allá, no vemos el trasfondo, ni el por qué de las cosas. Solemos juzgar o criticar sin examinar o evaluar los elementos de la ecuación. A veces no entendemos que una acción lleva a una reacción y que cosa que se hace trae consecuencias. O que lo que pasa no es el resultado inmediato de algo, si no que se ha estado ‘cocinando’ por algún tiempo. Y aquí no estoy diciendo que las cosas se justifican o se aprueban, sino que busco entenderlas. 

Esto que voy a decir a algunos no les podría parecer; pero creo que es pertinente decirlo porque a veces nos olvidamos de algunas cosas, reaccionamos y no examinamos el cuadro completo. Y que conste, la idea no es polemizar, tampoco polarizar; simplemente reflexionar sobre la tan cacareada libertad de expresión. Y tomaré como punto de partida la revista Charlie Hebdo.

En alguna ocasión, buscando referencias de caricaturas para la clase de opinión pública, me tropecé con ella. Yo, que soy bastante tolerante con las cosas, encontré que algunas caricaturas eran bastante ofensivas y fuertes; así que simplemente pasé y seguí evaluando otras opciones. Hasta ahí. 

Así mismo digo que no importa lo cargado, fuerte u ofensivo que resulte el contenido de la revista para algunos, el asalto perpetrado a las oficias y los asesinatos hay que condenarlos porque nada los justifica. Siempre he pensado que quitarle la vida a otra persona, por lo que sea, es de lo más cobarde que puede hacerse y no soluciona nada. Soy defensora de los derechos y las libertades; siempre lo he sido, pero a veces me pregunto hasta dónde podemos llegar.

Y lo menciono porque en ese momento que estaba viendo las caricaturas pensé, y ahora vuelvo a hacerlo, si la libertad de expresión es un cheque en blanco que nos da permiso para que podamos hacer y decir todo lo que queramos. Y vuelvo y digo, ni estoy acusando, ni señalando, ni nada; sólo estoy tratando de reflexionar sobre la situación, no justificar lo que pasó. 

Y es que todos estos días lo más repetido ha sido, ‘la libertad de expresión’. Y mientras más leo y escucho, más me pregunto, ¿la libertad de expresión no tiene límites? ¿Hasta dónde puede llegar? ¿Dónde terminan nuestros derechos de uno y empiezan los del otro? ¿Podemos ofender y ridiculizar a los demás amparándonos en la libertad de expresión? Estas y muchas más preguntas vienen a mi mente…

Nosotros, que por nuestra situación política estamos bajo el poder de los Estados Unidos de América -aunque la libertad de expresión es un derecho que aparece en nuestra Constitución- nos ‘amparamos’ en la primera enmienda para y por cualquier cosa. Siempre he dicho que esa primera enmienda se ha convertido en un hoyo negro que todo se lo traga. Ahí cabe todo. Y seguimos haciendo y diciendo cosas a diestra y siniestra porque nos amparamos en la libertad de expresión. 

Para mí, y esto es algo muy personal, la libertad de expresión debe tomarse muy en serio. El poder expresarse sin problemas es un derecho que se supone tengamos. Pero según nos ofrece esta posibilidad, nos requiere obligaciones y responsabilidades. Hay que crear un balance y eso, es lo que no solemos hacer. No medimos las consecuencias de lo que decimos y hacemos y las posibles repercusiones que pueda tener porque nos amparamos en la libertad de expresión. 

A mí me gusta el humor inteligente, el que reta, el que te pone a pensar, el que te abre los ojos pero no me gusta el humor personalista, xenofóbico, ofensivo, racista; etc.  Nunca lo he encontrado divertido. Y hay cosas, hay maneras y hay niveles. Creo que podemos decir todo lo que queramos y señalar situaciones, pero con prudencia y respeto. No hay por qué llegar a los extremos ni ser ofensivo. Claro, ese es mi punto de vista y no todo mundo debe estar de acuerdo con él. 

Es que siempre he pensando que utilizar la ‘libertad de expresión’ es casi como caminar por el filo de la navaja. Es algo peligroso y si no hay buen balance, puede serlo mucho más. No todo el mundo aceptará o entenderá lo que queremos decir o cómo lo decimos. No todo el mundo está preparado para ello; no todo el mundo reaccionará igual. Y ahí es que quiero llegar. No es sólo lo que digamos sino cómo se recibe.

No es que no digamos las cosas. Lo que se tenga que decir, se dice; pero debemos estar conscientes que hay mucha gente que no es tolerante, que no entiende o que no quiere entender. Gente que usa cualquier excusa para adelantar sus agendas y utilizan estas cosas para justificar lo que hagan; no importa lo que sea. Y no estoy hablando de tener miedo, ni cobardía, ni nada de eso; sino que hablo de prudencia.

Lo más preocupante de todo, con todo lo que ha estado pasado últimamente es que la cosa se está convirtiendo en una guerra ideológica, religiosa y xenofóbica. Unos contra los otros. No importa nada más. Todos en un lado o en el otro. No hay puntos medios, no hay razonamiento alguno, no hay conciliación. Ahí es que está la peligrosidad del asunto. Para muchas personas, islamista, musulmán y árabe es sinónimo de terroristas para otros occidentales es igual a impíos. Tengamos cuidado con esto.  

Las cosas no son así de simples. Esto es muchísimo más complejo de lo que parece. Habría que profundizar en el por qué de muchas cosas. En los comportamientos, en las acciones, en las reacciones y mucho más. Pero es que ese ejercicio no lo hacemos. Tendemos a acusar y a juzgar a todos por igual. Ya un comentarista de una cadena estadounidense ha tenido que disculparse con los ciudadanos de una ciudad inglesa por un comentario racista y xenofóbico.

Aquilatemos el valor de la libertad de expresión y usemos ese derecho; pero hagámoslo de manera responsable. Entendamos que compartimos el espacio. Que mis derechos terminan donde empiezan los de los demás. Que se pueden decir las cosas pero sin ofender a los otros. Que estemos conscientes lo que significa la libertad de expresión para que caminemos con seguridad por el filo de la navaja.