Antes de comentar sobre algo, soy de las que le da pensamiento a las cosas -aunque sea un poco-, sobre todo a las que tienen gran repercusión. Y es que sabiendo cómo los acontecimientos pueden impactar la opinión pública y llevarla de un extremo al otro en cuestión de segundos el efecto puede ser complejo y variado. Lo que podría resultar, en ocasiones, en conclusiones cargadas, erróneas, simplistas o equivocadas; entre otras.
Y es que tendemos a reaccionar a lo inmediato, a lo primero, pero no miramos más allá, no vemos el trasfondo, ni el por qué de las cosas. Solemos juzgar o criticar sin examinar o evaluar los elementos de la ecuación. A veces no entendemos que una acción lleva a una reacción y que cosa que se hace trae consecuencias. O que lo que pasa no es el resultado inmediato de algo, si no que se ha estado ‘cocinando’ por algún tiempo. Y aquí no estoy diciendo que las cosas se justifican o se aprueban, sino que busco entenderlas.
Esto que voy a decir a algunos no les podría parecer; pero creo que es pertinente decirlo porque a veces nos olvidamos de algunas cosas, reaccionamos y no examinamos el cuadro completo. Y que conste, la idea no es polemizar, tampoco polarizar; simplemente reflexionar sobre la tan cacareada libertad de expresión. Y tomaré como punto de partida la revista Charlie Hebdo.
En alguna ocasión, buscando referencias de caricaturas para la clase de opinión pública, me tropecé con ella. Yo, que soy bastante tolerante con las cosas, encontré que algunas caricaturas eran bastante ofensivas y fuertes; así que simplemente pasé y seguí evaluando otras opciones. Hasta ahí.
Así mismo digo que no importa lo cargado, fuerte u ofensivo que resulte el contenido de la revista para algunos, el asalto perpetrado a las oficias y los asesinatos hay que condenarlos porque nada los justifica. Siempre he pensado que quitarle la vida a otra persona, por lo que sea, es de lo más cobarde que puede hacerse y no soluciona nada. Soy defensora de los derechos y las libertades; siempre lo he sido, pero a veces me pregunto hasta dónde podemos llegar.
Y lo menciono porque en ese momento que estaba viendo las caricaturas pensé, y ahora vuelvo a hacerlo, si la libertad de expresión es un cheque en blanco que nos da permiso para que podamos hacer y decir todo lo que queramos. Y vuelvo y digo, ni estoy acusando, ni señalando, ni nada; sólo estoy tratando de reflexionar sobre la situación, no justificar lo que pasó.
Y es que todos estos días lo más repetido ha sido, ‘la libertad de expresión’. Y mientras más leo y escucho, más me pregunto, ¿la libertad de expresión no tiene límites? ¿Hasta dónde puede llegar? ¿Dónde terminan nuestros derechos de uno y empiezan los del otro? ¿Podemos ofender y ridiculizar a los demás amparándonos en la libertad de expresión? Estas y muchas más preguntas vienen a mi mente…
Nosotros, que por nuestra situación política estamos bajo el poder de los Estados Unidos de América -aunque la libertad de expresión es un derecho que aparece en nuestra Constitución- nos ‘amparamos’ en la primera enmienda para y por cualquier cosa. Siempre he dicho que esa primera enmienda se ha convertido en un hoyo negro que todo se lo traga. Ahí cabe todo. Y seguimos haciendo y diciendo cosas a diestra y siniestra porque nos amparamos en la libertad de expresión.
Para mí, y esto es algo muy personal, la libertad de expresión debe tomarse muy en serio. El poder expresarse sin problemas es un derecho que se supone tengamos. Pero según nos ofrece esta posibilidad, nos requiere obligaciones y responsabilidades. Hay que crear un balance y eso, es lo que no solemos hacer. No medimos las consecuencias de lo que decimos y hacemos y las posibles repercusiones que pueda tener porque nos amparamos en la libertad de expresión.
A mí me gusta el humor inteligente, el que reta, el que te pone a pensar, el que te abre los ojos pero no me gusta el humor personalista, xenofóbico, ofensivo, racista; etc. Nunca lo he encontrado divertido. Y hay cosas, hay maneras y hay niveles. Creo que podemos decir todo lo que queramos y señalar situaciones, pero con prudencia y respeto. No hay por qué llegar a los extremos ni ser ofensivo. Claro, ese es mi punto de vista y no todo mundo debe estar de acuerdo con él.
Es que siempre he pensando que utilizar la ‘libertad de expresión’ es casi como caminar por el filo de la navaja. Es algo peligroso y si no hay buen balance, puede serlo mucho más. No todo el mundo aceptará o entenderá lo que queremos decir o cómo lo decimos. No todo el mundo está preparado para ello; no todo el mundo reaccionará igual. Y ahí es que quiero llegar. No es sólo lo que digamos sino cómo se recibe.
No es que no digamos las cosas. Lo que se tenga que decir, se dice; pero debemos estar conscientes que hay mucha gente que no es tolerante, que no entiende o que no quiere entender. Gente que usa cualquier excusa para adelantar sus agendas y utilizan estas cosas para justificar lo que hagan; no importa lo que sea. Y no estoy hablando de tener miedo, ni cobardía, ni nada de eso; sino que hablo de prudencia.
Lo más preocupante de todo, con todo lo que ha estado pasado últimamente es que la cosa se está convirtiendo en una guerra ideológica, religiosa y xenofóbica. Unos contra los otros. No importa nada más. Todos en un lado o en el otro. No hay puntos medios, no hay razonamiento alguno, no hay conciliación. Ahí es que está la peligrosidad del asunto. Para muchas personas, islamista, musulmán y árabe es sinónimo de terroristas para otros occidentales es igual a impíos. Tengamos cuidado con esto.
Las cosas no son así de simples. Esto es muchísimo más complejo de lo que parece. Habría que profundizar en el por qué de muchas cosas. En los comportamientos, en las acciones, en las reacciones y mucho más. Pero es que ese ejercicio no lo hacemos. Tendemos a acusar y a juzgar a todos por igual. Ya un comentarista de una cadena estadounidense ha tenido que disculparse con los ciudadanos de una ciudad inglesa por un comentario racista y xenofóbico.
Aquilatemos el valor de la libertad de expresión y usemos ese derecho; pero hagámoslo de manera responsable. Entendamos que compartimos el espacio. Que mis derechos terminan donde empiezan los de los demás. Que se pueden decir las cosas pero sin ofender a los otros. Que estemos conscientes lo que significa la libertad de expresión para que caminemos con seguridad por el filo de la navaja.
Aquilatemos el valor de la libertad de expresión y usemos ese derecho; pero hagámoslo de manera responsable. Entendamos que compartimos el espacio. Que mis derechos terminan donde empiezan los de los demás. Que se pueden decir las cosas pero sin ofender a los otros. Que estemos conscientes lo que significa la libertad de expresión para que caminemos con seguridad por el filo de la navaja.
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