Por si las moscas...

Los comentarios vertidos en estos escritos son de mi total responsabilidad. Comparto lo que pienso y siento, simplemente para que se pueda apreciar otro punto de vista sobre la cosas. Pueden o no estar de acuerdo con lo que expongo; conmigo no hay ningún problema porque cada quien tiene el derecho a pensar lo que mejor entienda. Los comentarios son bienvenidos. Espero que si alguien difiere, lo haga con respeto; no escribiendo chabacanerías o insultando. Este no es el lugar para eso. ;-)

jueves, 24 de marzo de 2016

La importancia de saber redactar y comunicar


Tengo un respeto inmenso por el idioma de Cervantes. Es mi lengua materna. Podría decirse que el español es uno muy rico, algo complicado, pero especial y maravilloso. Es el idioma que vivo, siento y respiro. Por eso, aunque no lo domino a la perfección, trato de utilizarlo de la manera más correcta posible.

Esto lo traigo ‘de fábrica’. En mi casa había muchos libros, enciclopedias y diccionarios y se usaban todo el tiempo. Claro, con un padre que era maestro de español y que era ante todo educador, no podía ser de otra manera. Cuidaba mucho el uso del español. Era impecable en su redacción, tenía una excelente dicción y hablaba con corrección. Así que con eso crecí. 

Y ya lo he dicho, no soy la más ducha en esto del idioma; pero constantemente recibo comentarios, historias, cuentos y hasta ejemplos de su mal uso y de redacciones mal hechas. Esta mañana recibí una que me dejó pensando por largo rato. 

domingo, 20 de marzo de 2016

Piedras y techos de cristal


Nos encontramos en un momento, por lo que representa y por su coyuntura histórica, muy propicio para la reflexión. Estamos en el inicio de la Semana Mayor; además de que están ocurriendo grandes acontecimientos a nivel local e internacional. Por eso y por mucho más, es meritoria esta trepada en la sillita.

Piedras y techos de cristal. He estado cavilando sobre esto durante estas últimas horas, días, semanas, meses. En eso pienso cuando leo, veo y escucho cosas en los medios tradicionales y sociales, en las redes, en la calle; en cualquier lugar. 

Me sorprende la habilidad que tienen muchos de llevar a menos a los demás sin tan quisiera pestañear ni reparar en el daño que puedan hacer; sin entender que su blanco es un ser humano que siente y padece. Que tiene corazón.

‘Tiran piedras” a los techos de otros cuando el suyo es de cristal; si se tiene, porque algunos ya ni techo tienen. Se esfuerzan en mirar la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el suyo. ¿Quién les dio el ‘derecho’ a enjuiciar a los demás? Ese es mi constante cuestionamiento.

Soy de la escuela del ‘respeto a los demás’, del ‘todos somos iguales y merecemos el mismo trato’, del ‘no juzgues para que no te juzguen’, del ‘no critiques sin saber’, del ‘no hay mejor palabra que la que no se dice’, del ‘sino tienes nada bueno que decir, mejor cállate’, del ‘hay que tener caridad cristiana’; etc..