Nos encontramos en un momento, por lo que representa y por su coyuntura histórica, muy propicio para la reflexión. Estamos en el inicio de la Semana Mayor; además de que están ocurriendo grandes acontecimientos a nivel local e internacional. Por eso y por mucho más, es meritoria esta trepada en la sillita.
Piedras y techos de cristal. He estado cavilando sobre esto durante estas últimas horas, días, semanas, meses. En eso pienso cuando leo, veo y escucho cosas en los medios tradicionales y sociales, en las redes, en la calle; en cualquier lugar.
Me sorprende la habilidad que tienen muchos de llevar a menos a los demás sin tan quisiera pestañear ni reparar en el daño que puedan hacer; sin entender que su blanco es un ser humano que siente y padece. Que tiene corazón.
‘Tiran piedras” a los techos de otros cuando el suyo es de cristal; si se tiene, porque algunos ya ni techo tienen. Se esfuerzan en mirar la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el suyo. ¿Quién les dio el ‘derecho’ a enjuiciar a los demás? Ese es mi constante cuestionamiento.
Soy de la escuela del ‘respeto a los demás’, del ‘todos somos iguales y merecemos el mismo trato’, del ‘no juzgues para que no te juzguen’, del ‘no critiques sin saber’, del ‘no hay mejor palabra que la que no se dice’, del ‘sino tienes nada bueno que decir, mejor cállate’, del ‘hay que tener caridad cristiana’; etc..
Y que conste, no soy ninguna santa y mucho menos me lo creo. Simplemente que no encuentro saludable, si queremos tener una mejor calidad de vida, ser parte del ‘deporte nacional’; como muchos lo llaman. Se ha perdido el foco. Muchos se han dedicado a atacar a los demás; se han convertido en depredadores.
Pareciera que su única satisfacción es despedazar a los otros. Y no estoy diciendo que no se puede criticar, no es eso. La crítica, cuando es constructiva, es saludable y necesaria. Pero lo que ocurre es que aquí más que criticar, se enjuicia. Pareciera que se tratara del juicio final…
Esta pasada semana se celebró en Puerto Rico el VII Congreso Internacional de la Lengua Española. La atención de la mayoría se centró en una palabra mal escrita. El que me conoce sabe que soy muy celosa con el idioma y que critico lo que se escribe mal. Pero en ese momento pensé que son cosas que pasan y que nadie está exento de cometer un error. Pensé más en la persona que en la palabra.
Esta pasada semana se celebró en Puerto Rico el VII Congreso Internacional de la Lengua Española. La atención de la mayoría se centró en una palabra mal escrita. El que me conoce sabe que soy muy celosa con el idioma y que critico lo que se escribe mal. Pero en ese momento pensé que son cosas que pasan y que nadie está exento de cometer un error. Pensé más en la persona que en la palabra.
Y es que aquello se convirtió en un linchamiento digno de un circo romano. Lo más impresionante para mí, fue la virulencia utilizada por muchos para atacar a la persona que cometió el error cuando aquí todos cometemos errores, algunos garrafales. Sólo hay que leer un poco para encontrarse muchísimas faltas de ortografía, gramaticales y de sintaxis. Aquí no hay nadie exento. ¿Por qué entonces el ensañamiento?
Pasó lo mismo con el traje de la Primera Dama. Destrozada en menos nada. A lo mejor para muchos, incluida yo, esa no fue la mejor elección; pero ya está, fue lo que eligió. Y me encantó leer que muchos se deshacían en cumplidos en lo referente a la vestimenta de la reina mientras que en España la despedazaron por lo que vistió. ¿De qué estamos hablando entonces? Al final, son sólo puntos de vista.
Y seguimos. Esta mañana me tropecé en las redes sociales con un comentario del Molusco, de quien no soy fanática, que una amiga compartió y que encontré muy acertado. Defendía a Carlos Correa del ataque virulento de algunos porque anunció que había conseguido su primer contrato con una marca deportiva e incluyó una foto donde, detrás suyo, había un carro deportivo.
Molusco hizo mención a los ataques de los que Carlos Correa fue objeto. Y estoy de acuerdo con él en lo que planteó. Inmediatamente aparecieron los depredadores. Las personas se dedican a criticar, a atacar y desprestigiar a los demás. Nadie pensó que él quiso compartir ese logro con sus fanáticos, pero sin embargo se enfocaron en que se le habían subido los humos; entre otras cosas. Que está recogiendo lo que fue sembrando por años, sacrificándose y dedicándose al deporte.
Lo más increíble de todo es que seguimos revolcándonos en nuestras miserias humanas. Se ataca, se critica, se juzga, se desprestigia, se entorpece, se bloquea, se vive restregándole a los demás las cosas, se concentra en la pelea chiquita. Estamos demasiado encerramos en nuestro insularismo, pero de una manera nada positiva. Nos creemos el ombligo del mundo. ¡Nada más lejos de la realidad!
Nos creemos con el derecho a atacar a los demás. Perdemos de perspectiva que son personas como nosotros, que sienten y padecen. Nos escudamos en las redes, detrás de un teclado y un monitor para el ataque encarnizado. ¿Por qué tanto odio? ¿Por qué la virulencia? ¿Por qué quedarnos en el círculo vicioso? ¿Por qué?
Estamos enfrascados en lo mínimo, en lo básico. No nos damos cuenta que el mundo gira, que las personas buscan tender puentes, estrechar lazos, lograr acuerdos. Que se exploran nuevos horizontes, nuevas apuestas. Que se está tratando de dejar atrás lo negativo, lo que estanca; que se busca crecer. Reinventarse. La llegada del presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, a suelo cubano explora mucho de esto.
Mientras, nosotros no prestamos atención a lo que pasa a nuestro alrededor. No salimos del 100 X 35; seguimos pensando en pajaritos preñaos y que nos lo merecemos todo. Que pronto llegará el príncipe azul en su corcel a salvarnos. Que el cuento tendrá un final feliz y que viviremos así por siempre.
Mientras, nosotros no prestamos atención a lo que pasa a nuestro alrededor. No salimos del 100 X 35; seguimos pensando en pajaritos preñaos y que nos lo merecemos todo. Que pronto llegará el príncipe azul en su corcel a salvarnos. Que el cuento tendrá un final feliz y que viviremos así por siempre.
¿Hemos pensando en lo que esta visita significará para Puerto Rico y para el Caribe? ¿Se centrará toda la atención estadounidense en el hermano país? ¿Dónde quedamos nosotros? En la situación tan difícil para nuestra isla, ¿cuáles podrían ser las repercusiones?, ¿qué medidas vamos a tomar?, ¿qué vamos a hacer? Eso no se piensa; eso no es importante. Para muchos la prioridad es atacar, juzgar, criticar, descuartizar…
No somos perfectos. Si queremos un cambio, tenemos que cambiar. Tenemos que abrirnos. Dejemos de criticar. Todos compartimos el mismo espacio. Respetemos a los demás y busquemos dar lo mejor de nosotros. Enfoquémonos en lo positivo para atraer lo positivo. Construyamos.
Guardemos las piedras y respetemos los techos de los demás; porque como bien escribió Molusco; “Deja de enfocarte y aborrecer el éxito de los demás, mejor enfócate en el tuyo porque si sigues perdiendo el tiempo en criticar el éxito de otro, se te va la vida envidiando al vecino y sólo serás testigo de tu fracaso”. Reflexionemos sobre esto antes de que sea demasiado tarde. Y mientras, yo lo sigo rumiando…
Guardemos las piedras y respetemos los techos de los demás; porque como bien escribió Molusco; “Deja de enfocarte y aborrecer el éxito de los demás, mejor enfócate en el tuyo porque si sigues perdiendo el tiempo en criticar el éxito de otro, se te va la vida envidiando al vecino y sólo serás testigo de tu fracaso”. Reflexionemos sobre esto antes de que sea demasiado tarde. Y mientras, yo lo sigo rumiando…
No hay comentarios:
Publicar un comentario