El susto de la vaca, esa expresión -que no sé de dónde diantres salió- podría explicar lo que sentimos pasadita la medianoche al nuestra bendita tierra parecer un tembleque con un “meneíto” de 6.5 en la escala Richter. Fueron diez segundos que parecieron muchísimo más ¡La cosa tembló; y cómo!
Si algo tengo claro, es donde vivimos. Estamos al borde de una falla telúrica. Así que los movimientos de la tierra, no deberían afectarme; y de hecho, no lo hacen. Puerto Rico tiembla a diario, casi imperceptiblemente en muchas ocasiones, y cuando siento algo me quedo bastante tranquila porque sé que es algo natural y que pasará rápido.
Pero en esta ocasión, fue distinto. “Ya pasará”, pensaba; pero no pasaba. El “meneíto” fue tomando fuerza y se mantuvo por más tiempo del acostumbrado. ¡Ahí fue que la puerca entorchó el rabo y todo el raciocinio y el análisis se fueron de paseo! Cuando me di cuenta que la cosa iba “en serio”, me levanté como resorte, me vestí –por si tenía que salir corriendo- y agarré el celular para entrar a Twitter. Si la tierra se movió diez segundos, yo hice todo eso en cinco. Jeje
¿Temblor, sismo o terremoto? Se usaron todos los términos, lo que pudo confundir a algunos. Según la RAE, un terremoto es una sacudida del terreno, ocasionada por fuerzas que actúan en lo interior del globo. Un temblor, es un terremoto de escasa intensidad y un sismo es un terremoto o sacudida de la tierra producida por causas internas. La Red Sísmica de Puerto Rico (http://redsismica.uprm.edu/Spanish/), en su glosario, define terremoto como el "movimiento repentino y violento que se origina en la corteza o manto superior de la tierra". El terremoto tectónico es el que resulta "de la liberación súbita de energía acumulada por deformación de la Tierra".
Ese movimiento del terreno es provocado por las oscilaciones de las placas tectónicas; que no son otra cosa que enormes pedazos de suelo que pueden abarcar miles de kilómetros cuadrados y se mueven como un bloque rígido. Las placas se mueven una al lado de la otra y siempre se están acomodando. Chocan en zonas de convergencia y se separan en zonas de divergencia. Donde se encuentran es lo que se conoce como fallas. En el caso nuestro, la placa de Norteamérica penetra por debajo de la placa del Caribe y la levanta. Si se encajan o atascan acumulan energía o presión y si supera la resistencia del plano de fricción; ahí viene el movimiento del suelo.
Para medirlos existen dos escalas, la Richter y la Mercalli. La escala Richter tiene que ver con intensidad; mide la energía que se liberó. Si es menor de 3, se considera micro o imperceptible; que si venimos a darnos cuenta, es la mayoría de los movimientos que tenemos. Entre 3 y 4 es perceptible pero no destructivo. Hasta el 6 es perceptible entre ligero y moderado. A partir del 6 y hasta el 10 es considerado terremoto, con todas sus letras en negrita, mayúsculas e itálicas. Uno de esos, mis amigos, fue el que nos tocó anoche.
La escala Mercalli es de I a XII y mide la percepción de la gente y el nivel de destrucción. Sobre II es ligeramente perceptible. A partir del V, hay algún nivel de destrucción. El VI es perceptible por todas las personas y del VII en adelante hay posibilidad de daños estructurales en construcciones ligeras. El nivel máximo, el XII, es una destrucción total.
Creía que sabía lo que había que hacer en el momento de un terremoto. Mantener la calma es lo principal. He leído sobre el tema, he visto reportajes y trato de estar al día con la información; pero no, en nada de eso pensé. Luego del “episodio”, una cosa me quedó clara; no es lo mismo con guitarra que con violín, como dicen por ahí.
Pensaba que lo podía manejar bien; pero no fue así. El miedo me paralizó. Y no fue que me quedé petrificada; -bueno, algo- sino que no supe qué hacer, no pude pensar, no pude reaccionar tan rápido como debí haberlo hecho. Estoy segura que muchos estuvieron en la mismas que yo. El saber cómo actuar, tanto individual como colectivamente, no es uno de nuestros fuertes.
Creo que el factor “hora” tuvo mucho que ver con mi “bloqueo”. La oscuridad siempre sobrecoge. Mucho más cuando no sabes a ciencia cierta lo que se está “cocinando”. La tierra tiende a seguir temblando. También podría producirse un tsunami; todo esto me mantuvo alerta. Vine a quedarme dormida, pasada las dos de la madrugada.
Mi fuente de información fue Twitter; para mí es el más rápido. Inmediatamente comenzó a fluir la información de las personas y de los medios, tanto locales como internacionales. Llegó un momento que me bloqueé de tanta información diferente que había. ¡Claro!, esto es natural porque se está recibiendo información de diferentes fuentes, se evalúa, se analiza, se ajusta, se sincroniza y se comparte.
Algo me preocupó, y es que no hubo ninguna comunicación oficial del gobierno, como con los eventos atmosféricos. Sé que el llamado a dar información son las agencias correspondientes; como la Red Sísmica, etc.; pero ese silencio me preocupó. ¿No estamos preparados? ¿Qué hubiese pasado su hubiese sido más fuerte; más intenso y con posibilidad de tsunami? ¿Quién iba a hablarle al pueblo? ¿Quién daría las instrucciones?
Sé que se han hecho simulacros; pero estos se organizan y se planifican y suelen salir bien porque todos sabemos que estamos en uno. Pero esto de anoche no fue un ensayo ni una práctica; esto fue una sacudida “de a verdá”. Aquí no hay espacio para coordinar o planificar, sino para actuar. Gracias a Dios que Él nos tiene “bien agarraos” y la sangre no llegó al río. Estamos benditos.
Luego de pasar el susto, la cosa se puso interesante. Aparecieron los comentarios jocosos y los chistes. Vi “memes” y hasta fotos de camisetas que leían: “Yo sobreviví el primer temblor del 2014”. Es que nosotros no cambiamos. El humor es una de nuestras mejores armas para manejar lo difícil. Pero también aparecieron los comentarios fatalistas y las “metidas de miedo”.
Los politiqueros y los fanáticos religiosos no podían faltar. Todavía no puedo creer que haya gente que diga que esto es un castigo de Dios. Me imaginé a Dios “enfogona’o” dando un zapatazo en el cielo y todo temblando. Dejemos de responsabilizarlo por todo lo que pasa. Esa es la fuerza de la naturaleza manifestándose y con eso, tenemos que bregar.
Lo que me quedó más claro que el agua, es que lo de anoche fue un aviso; una advertencia de la que salimos bien librados. Hay que aceptar el terremoto como una realidad potencial; si no lo hacemos estamos mal. Tenemos que ubicarnos en tiempo y espacio; ¡estamos en el borde de una falla! Debemos tomarnos esto muy en serio y evaluar los protocolos de respuesta, tanto individual como colectivos. Hacer un plan; no nos queda de otra. Hay que prepararse bien para no volver a pasar otra vez el susto de la vaca, que en una próxima ocasión podría venir “agrandado”, con toro y novillo incluidos.
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