Foto tomada de internet: Caficultura, Viejo San Juan |
El trancazo es un “trago de bebida alcohólica”. Otra de sus acepciones es “golpe que se da con una tranca”. Y la tranca es un “palo grueso y fuerte”. La tranca se utilizaba para asegurar las puertas y ventanas. Pero también es “borrachera, embriaguez”. Así que si mezclamos la tranca con el trancazo podemos decir que es un soberano golpetazo de una bebida que nos damos. Así las cosas, lo mejor de la vida es un buen trancazo de café.
El café es el café, y lo demás “es parking”. Ese elixir africano, adoptado por los árabes y traído a estas tierras por los españoles, es lo que nos mantiene con vida. No hay nada mejor que oler y tomarse un café recién colado y con azúcar negra; eso es la gloria. A mí me han dicho como cuchumil veces que el café hace daño y que hay estudios que lo confirman. Bueno, pues también hay estudios que indican todo lo contrario.
En varias ocasiones me han dicho: “cero café”, o “café descafeinado” pero yo, nonines. ¿Dejar el café? ¡Ni loca! En mi vida, el café no es negociable. Y es que yo soy cafetera, de las malas, de las “hard core”, de las de cafetería de pueblo, de panadería, de chinchorro, de las que a cualquier hora puede tomarlo; inclusive puedo colar a media noche y luego acostarme a dormir tranquilita y feliz. ¡Bendito sea el café!
Me gusta el café fuerte; no esa agua de piringa ralita que de café tiene poco y de brebaje tiene mucho. Que si con esto, que si con lo otro; que si tibio, que si caliente, que si frío; que si pitos, que si flautas; que si luna, que si estrellas. Allá a los que les gusta, que es válido y están en su derecho; porque pa’ los gustos, los colores y diría yo, los sabores. ¡Hombre!; pero conmigo, por ahí no van los tiros. Me lo puedo tomar en cualquier lugar, siempre y cuando que sea el café nuestro, el puertorriqueño, el de calidad, el de verdad.
Soy una maniática, lo sé. Cuando voy al supermercado compro diferentes. Me gusta mucho que en Puerto Rico hay gran cantidad de cafés artesanales y de los buenos. En nuestra tierra cultivamos uno de los mejores cafés del mundo. Y esto es harto sabido. ¿Por qué entonces no volvemos a levantar la industria cafetalera? ¿Por que no hay manos que recojan el grano? Todo puertorriqueño debería pasar por la experiencia, aunque sea una vez. Sólo así podrá entender lo que el café significa para este país. Les aseguro que después, cuando se lo toma, hasta sabe mejor. Y lo digo por experiencia.
El café es un elixir; es una necesidad. Es un maravilloso y sabroso estimulante. Es vida, es acción, es atención, es vitalidad. Es lo que por las mañanas nos rescata del mundo de Morfeo, nos ayuda a encender motores y nos mantiene alertas y concentrados. Se dice que consumirlo tiene muchos beneficios; como por ejemplo que mejora el asma y las alergias y que reduce el riesgo de sufrir Parkinson, entre mil cosas más que no voy aquí a enumerar. Sumando y restando, tiene más beneficios que faltas. Pero, ¿por qué?, ¿por qué estoy yo hablando del café si era mi punto de referencia y no el tema de este escrito? ¿Sería por lo mucho que me gusta? Bueno, a lo que iba.
Mencioné el “trancazo de café” porque eso es lo que necesitamos, un “trancazo colectivo”; un buen “shot” de cafeína a ver si salimos de este letargo en el que estamos. Necesitamos ese trancazo para despertar, para reaccionar y darnos cuenta que esto no aguanta más; que tenemos que meterle mano ya. Necesitamos sacar este país adelante sin dilación; pero para eso, debemos dejar de revolcarnos en lo mismo de siempre; en la crítica, en la inacción, en la acusación, en la culpa.
No se si es la falta de cafeína, pero para muchos pareciera que la vida en este país comenzó la noche de las elecciones. Hello! Le achacan la culpa de todo a este gobierno (y este se lo achaca al anterior). ¿En serio? Nada mejor que no asumir responsabilidad y echarle la culpa al otro. Típico nuestro… Mafalda diría que esto es sólo el “acabose” del “empezose” que hicieron otros. Aquí todo el mundo tiene culpa; sobre todo nosotros, que no hemos sabido escoger a nuestros gobernantes. Así que en vez de señalar, acusar y atacar; debemos dejar de politiquear. Tenemos que darnos un buen trancazo de café a ver si reaccionamos, empezamos a ver las cosas tal cual son y nos ponemos a actuar.
Necesitamos otro trancazo de café, y este debe ser doble, para entender que las casas acreditadoras no son dioses. Son los que dicen lo que se hace; casi nos gobiernan. Para poder satisfacerlos se sigue apretando a la clase media puertorriqueña. No; no lo creo justo. Y no es que se incumpla; eso jamás. Lo que digo es que ellos ven números, no gente. Miran la matemática, no las personas. Se está sacrificando al pueblo buscando una palmadita en el hombro. Tantas medidas, tantos ajustes, tantas privaciones y esto no mejora ni parece satisfacerlos. ¿Qué más se puede hacer? ¿Tenemos que aceptar ciegamente todo lo que dicen? Tanta omnipotencia y omnipresencia me confunde...
La próxima degradación de crédito parece que es inminente y tenemos que apretarnos -MÁS- los pantalones. Necesitamos respirar profundo y ponernos a trabajar -TODOS- para sacar este país macondino, kafkiano y dantesco del hoyo en el que está. Necesitamos darnos un buen trancazo de café, esta vez triple, sacudirnos y empezar a actuar. Porque si seguimos en la pelea chiquita y no hacemos algo ya, el próximo trancazo no será uno de café, sino que será un trancazo con tranca; un buen trancazo de verdad.
* Nota: Ironías de la vida. Mientras escribía esto, nos dieron el trancazo, con tranca, el de verdad. Standard & Poor's degradó el crédito de Puerto Rico a nivel de chatarra. ¿No era lo que podía pasar después de tantos años haciendo lo que no se debía hacer? Pues bien, ya tocamos fondo, ahora lo único que queda es impulsarnos hacia arriba. Tenemos dos caminos: seguir lamentándonos y culpándonos unos a otros o arremangarnos, tomar valor y hacer lo que debemos hacer. Que cada quién decida. Ya yo escogí lo mío.
* Nota: Ironías de la vida. Mientras escribía esto, nos dieron el trancazo, con tranca, el de verdad. Standard & Poor's degradó el crédito de Puerto Rico a nivel de chatarra. ¿No era lo que podía pasar después de tantos años haciendo lo que no se debía hacer? Pues bien, ya tocamos fondo, ahora lo único que queda es impulsarnos hacia arriba. Tenemos dos caminos: seguir lamentándonos y culpándonos unos a otros o arremangarnos, tomar valor y hacer lo que debemos hacer. Que cada quién decida. Ya yo escogí lo mío.
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