Antes de entrar en materia, quiero dejar claro lo que siempre; que este sólo es mi punto de vista. Sé que en ocasiones nuestras ideas podrían chocar; pero esto malo no es. Se supone que nuestro sistema social está basado en la diversidad de pensamiento. Cada quién puede pensar lo que quiera y como desee, pero respetando lo que piensan los demás. Ese es el principio. Podemos diferir, no tengo problema con eso. Lo que comento o señalo es sobre ideas y situaciones, no es nada personal. Nunca he tratado de que las personas piensen como yo; sino dar mi punto de vista y que cada quién llegue a sus propias conclusiones. Luego de esta introducción, comienzo.
El sábado que el jurado decidió que –no porque algunos miembros no pensaran que merecía la pena capital, sino porque no lograron ponerse de acuerdo- Alexis Candelario Santana no sería ejecutado y cumpliría condena perpetua por todos sus delitos, fue uno extraño; por lo menos para mí. Escuchar y leer los comentarios de las personas tanto en medios tradicionales como sociales me erizó la piel. Me quedó un mal sabor en la boca porque me hizo pensar que no sólo son violentos y vengativos los delincuentes, sino que nosotros como sociedad también lo somos.
No pude menos que pensar en la muerte de los cristianos en el circo romano, en la crucifixión de Cristo, en las lapidaciones de mujeres, en los asesinatos por preferencia sexual o por religión, en las ejecuciones de las dictaduras por cuestiones políticas, en las muertes a manos de guerrillas y de ejércitos; etc. Muchos me dirán que estoy mezclando las cosas, que no se puede comparar un asesino con estas cosas y que algunas de estas muertes fueron viciosas. Ahora digo yo, como abogada del diablo, ¿quién lo dice?. Es que todas, sin distinción, correctas o no, estuvieron justificadas por quién las hizo en el momento que se hicieron. Y ahí es donde quiero llegar. Se creían con la razón para quitarle la vida al otro. Eso, fue lo que percibí en muchos.
Hoy que comenzamos la Semana Mayor toma más relevancia el "no matarás". El mandamiento no lee que matarás o no dependiendo lo que haya hecho. Es no y punto. El Dios del Antiguo Testamento era el castigador; el del Nuevo Testamento, no. Y no estoy diciendo que esa persona es un santo o justificando todas las cosas que hizo; ¡JAMÁS!. Tiene que pagar por sus delitos y así lo hará con una cadena perpetua. El asunto es bastante complejo y hay que profundizar en él un poco más. Matarlo es la solución más fácil; hasta para el asesino, que no padece más.
Simplemente privarle la vida, cualquiera que haya sido su delito no es la solución. Eso, hasta los gobiernos estatales de los EE.UU. lo van entendiendo y siguen añadiéndose a los que la prohíben. Tan reciente como en marzo de 2011 Illinois suprimió la pena de muerte y Conneticut hizo lo propio en abril de 2012. Entonces, ¿cuál es el afán de los federales en aplicar la pena de muerte?. Lo más increíble es que descansan en un grupo de ciudadanos, personas comunes y corrientes como nosotros, la responsabilidad de privarle la vida a otro ser humano. De miedo.
El ver tanta gente pidiendo a gritos la pena de muerte y luego quejándose, lamentándose y hasta furiosos porque pagará una cadena perpetua, me hizo pensar en la sociedad en la que vivimos. Somos violentos y vengativos. Y para demostrar cuán violentos somos no tenemos que matar a nadie; con todo lo que hacemos a diario lo estamos demostrado de manera inequívoca. Sólo hay que ver las reseñas periodísticas en los diferentes medios. Y no estoy hablando sólo de asesinos, sino del ciudadano común. Muchas cosas vemos que dan escalofríos.
Faltamos al respeto, le gritamos a la gente, nos colamos en las filas, nos entramos a golpes por cualquier cosa, agredimos a los otros, no permitimos que el otro pase, dejamos las cosas tiradas por todos lados, hacemos trampas en las planillas, nos robamos los chavos del pueblo, violamos las leyes, golpeamos al cónyuge y a los hijos, mentimos para no pasarle la manutención a los hijos, no reconocemos los hijos ilegítimos, abusamos de los más pequeños, engañamos al gobierno para recibir ayudas, nos robamos la identidad de las tarjetas de crédito, hacemos trampas con la edad para beber y entrar en lugares, etc. Hacemos eso y mucho más.
Y somos vengativos. Queríamos que lo mataran porque hizo mucho daño y mató a muchos, por eso tenía que ser condenado a morir. Los adjetivos, el veneno y el desprecio que usaron, entre otras cosas negativas, me hizo darme cuenta que la venganza nos mueve. Me imaginé el circo romano viendo los dedos pulgares hacia abajo. Aplicaríamos el “ojo por ojo y diente por diente” sin miramientos. Nos cegamos por el coraje y lo que creemos justo; sin mediar razones.
Utilizamos el argumento de que mantenerlo preso de por vida cuesta mucho; por lo que es mejor ejecutarlo. Se dice que mantener un preso en las cárceles de Puerto Rico resulta a razón de alrededor $100 diarios; en las cárceles de Estados Unidos, podría ser hasta más, de acuerdo al lugar. Lo más increíble es que la premisa que usamos no es correcta. Si mantener un preso es costoso, el proceso de pena de muerte es igual o mayor. En Estados Unidos puede costar entre 100 mil y 700 mil dólares, dependiendo donde se realice. Y podría resultar en mucho más, según la gestión y la etapa del proceso en la que esté. Así que mucha diferencia no hace.
Tenemos que poner las cosas en justa perspectiva. No podemos perder nuestro norte. Sea como fuere, es una vida y el estado está llamado a protegerla; no importa cuál sea ni lo que haya hecho. Ese es uno de los principios básicos que la ONU incluye en la Carta de las Naciones Unidas, en su Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y políticos y en el Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, destinado a abolir la pena de muerte. Los mismos miembros del jurado indicaron que la vida de esa persona tenía valor. Entonces, ¿por qué esa actitud tan visceral?
La criminalidad debe tratarse desde otros ángulos, no desde la venganza ni desde lo punitivo. El estado no debe convertirse en lo que condena. Debemos buscar crear una sociedad más justa, con más oportunidades, con mayores posibilidades y una mejor educación. Que le inculquemos valores a nuestros hijos, que demos el ejemplo, que hagamos las cosas bien. Demostrado está que nadie da lo que no tiene. Es responsabilidad de todos cambiar esta sociedad violenta y vengativa por una más madura, más saludable, más solidaria, más pacífica y más feliz. Si nos lo proponemos, sólo si lo queremos y trabajamos para ello, lo podremos hacer; sino, lamentablemente, seguiremos como hasta ahora.
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