Por si las moscas...

Los comentarios vertidos en estos escritos son de mi total responsabilidad. Comparto lo que pienso y siento, simplemente para que se pueda apreciar otro punto de vista sobre la cosas. Pueden o no estar de acuerdo con lo que expongo; conmigo no hay ningún problema porque cada quien tiene el derecho a pensar lo que mejor entienda. Los comentarios son bienvenidos. Espero que si alguien difiere, lo haga con respeto; no escribiendo chabacanerías o insultando. Este no es el lugar para eso. ;-)

lunes, 18 de febrero de 2013

El derecho que tienen todos de tener la familia que quieran


A veces me meto en aguas profundas; lo sé, y debería quedarme en lo "llanito". Pero la verdad, es que no puedo. Leyendo las noticias y viendo lo que ocurrió en El Capitolio en las diferentes manifestaciones sobre el matrimonio, me parece justo decir algo. Y no busco polemizar, sino tratar de hacer balance de las cosas que pasan en este macondito caribeño.

Se dio el legítimo derecho de las personas a protestar por lo que entienden; unos a favor de la "familia tradicional" y otros por el "nuevo orden familiar". Eso hay que respetarlo porque ambos tienen el derecho a manifestarse. Hasta ahí estamos bien. Con lo que debemos tener cuidado es con el fundamentalismo y el creer que tenemos la verdad "agarradita" por el rabo; que nosotros estamos bien y que el otro está mal; y eso aplica a ambos lados.

Y vuelvo al cacareo de siempre; la Sección 1 de la Carta de Derechos de la Constitución -que usamos como cojín-, trata sobre la dignidad, la igualdad del ser humano y la prohibición del discrimen por motivo de raza, color, sexo, nacimiento, origen o condición social, ni ideas políticas o religiosas. También estipula, en la Sección 3 que: "No se aprobará ley alguna relativa al establecimiento de cualquier religión ni se prohibirá el libre ejercicio del culto religioso. Habrá completa separación de la iglesia y el estado". 


Así que aquí tenemos dos derechos que respetar, el de las iglesias y el de la igualdad del ser humano. O sea, que nadie puede discriminar contra nadie; que todos compartimos el mismo espacio y que debemos tener tolerancia y respeto por el otro. No debemos tratar de imponer nuestro criterio sobre los demás porque pensemos que tenemos la razón. Al final, no hay una verdad absoluta porque cada quién tiene la suya. Todos tenemos diferentes puntos de vista de una situación. ¿Quién está bien y quién está mal? Cada quién adjudicará, dependiendo del cristal con que lo mire.

Saben que soy católica y naturalmente tengo mi concepto de lo que es el matrimonio y lo que es la familia; pero también entiendo que cada quién tiene derecho a tener el suyo. Si sus conceptos no son iguales a los míos, eso no lo hace ni peor  ni mejor que yo. Simplemente, son puntos de vista diferentes. Así que no tengo ni por qué señalarlo, ni por qué acusarlo, ni por qué decirle nada. No me corresponde hacerlo. Es que siempre pienso que Dios nos dio a todos libertad y que Jesús respetó y amó a los demás, sin importar las diferencias. Entonces, ¿por qué tengo yo que juzgar o imponerme?

Leí en prensa unas declaraciones sobre la familia tradicional. Y me pregunto, ¿qué es una familia tradicional en Puerto Rico? Es que mi concepto de familia, que tiene que ver con respeto, con confianza, con consideración, con lealtad y con fidelidad, en muchas ocasiones no encaja con la "familia tradicional" puertorriqueña. Y me explico. Harto es sabido que para muchos una familia es tener esposa, hijos, queridas, hijos naturales y sabrá Dios que más. El marido se va de juerga y llega a repartir golpes y la mujer, cual zafacón, recibe "los cariñitos" que le da su pareja; pero que no se divorcia por "el bien de los hijos". ¿Preferimos esto? 

Y no estoy diciendo que esto es exclusivo de las parejas heterosexuales y que no pueda pasar entre parejas del mismo sexo. Sería ilusorio decir algo así. Pero el respeto, el amor, la consideración a la pareja nada tiene que ver con que sean hombre - mujer. Tiene que ver con las personas en sí; con lo que tiene por dentro, con lo que siente, con lo que quiere, con lo que es. Nadie da lo que no tiene; y eso no tiene que ver con ser heterosexual u homosexual; eso tiene que ver con la entraña, con el alma; con lo que somos.

Así que cuando me hablan a mí de la familia tradicional, tengo mis dudas. Y que conste; que hay familias maravillosas basadas en los principios cristianos que dan cátedra de lo que es la unión familiar como base de una sociedad. De esas hay muchísimas; pero tampoco podemos perder de perspectiva que la realidad social que vivimos está cambiando. Y que debemos respetar el derecho y la libertad que tienen los demás; nos guste o no. 

A veces me erizo cuando veo el fundamentalismo en todo su apogeo. Y hablo de todos; porque pensamos que sólo existe el religioso. En nombre de lo que creemos, no importa lo que sea, nos queremos llevar de frente todo lo que está a nuestro paso. Criticamos, exigimos, retamos. Eso tampoco debe ser. Uno no puede exigirle al otro unas cosas cuando uno hace exactamente lo mismo que critica. Así que debemos defender nuestros derechos de una manera más sosegada y más lógica; no creyendo que tenemos la verdad agarrada por el rabo.

Nos hace falta más tolerancia, más respeto, más comprensión, más unión, más amor. Si queremos hacer de ésta, una mejor sociedad, debemos vivir más en armonía y consideración con los demás. Tenemos que estar conscientes que nuestros derechos terminan donde empiezan los de los otros. Recordemos que todos somos personas que compartimos este espacio. Debemos tener claro que, sobre todo, está la dignidad del ser humano sin importar la preferencia sexual o la religiosa. A ver si así, aprendemos a vivir en paz. 

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