Las cosas hay que mirarlas de frente; sin miedo. Así que, después de mucho rumiarlo y de darle bastantes vueltas, he decidido dar mi opinión. Porque eso es, una opinión. Y como siempre digo, cada quién puede adjudicar o desechar; según entienda, porque la idea no es que nadie piense como yo, sino que se puedan evaluar otros puntos de vista. Mis excusas; si alguien se siente ofendido, porque nunca fue la intención.
Este es un tema sensible, espinoso y hasta borrascoso para muchos. Es complicado y no se puede encajonar en “blanco” o “negro”, como muchos hacen. Mi intención no es condenar o juzgar, ofender o señalar a nadie; porque no tengo la estatura para hacerlo. Tampoco es aplaudir acciones de otros; porque no soy quién para decir si está bien o mal. Lo único que busco es mostrar otro punto de vista para intentar entenderlo mejor. Así que, aquí voy.
Parto de la premisa que todos somos iguales. Y cuando hablo de igualdad lo digo con convicción. Creo en los principios de igualdad y respeto que predica la ONU; aunque la mayoría de las naciones y/o las personas los usen a conveniencia o se le sienten encima cuando no les sirven. Para muchos, la tan “cacareada igualdad” no es otra cosa que una manera de manipular o de “arrimar la brasa a su sardina”. No sé por qué; pero me parece que, como pasó con La Comay, algunos se treparán en la ola para sacarle provecho a la cosa. Allá cada quién con su conciencia.
El matrimonio se creó como núcleo fundamental de la sociedad y se estableció el hogar como el lugar donde comienza nuestra formación como seres humanos y personas. En algún lado leí que se creó para proteger a la mujer y a los hijos; pero en muchas sociedades, hasta en la nuestra que es bastante machista, para muchos hombres es darle un “título de propiedad” sobre una mujer. El matrimonio se ha fundamentado sobre diversidad de cosas -más allá del amor- como por ejemplo: compromiso, negocios, esconder cosas, despecho, tapar faltas y no vivir en soledad, entre muchas más. Así que, la “idea romántica”, no siempre se ajusta a la realidad. Desde pequeñas nos han vendido un cuento sobre el amor, el príncipe azul y el matrimonio, que –para muchas- no ha resultado ser. A veces pienso que se debería hacer un pleito de clase para demandar a Disney por la venta de falsos sueños. Jeje
En Puerto Rico tenemos una alta incidencia de violencia doméstica; algo que debe condenarse vehementemente. La educación sigue siendo una de las armas más importantes para erradicarla y todas las medidas que se tomen para evitarla son necesarias. Este problema no se circunscribe sólo a la mujer porque puede ser ella quien violente al hombre; también puede existir entre parejas del mismo sexo. Como quiera que sea, es algo deplorable. Es por esto que no entiendo cuál es la razón para que algunos se opongan a la nueva legislación que busca extender la protección de la Ley 54 a más personas, independientemente de su estado civil u orientación sexual.
Creo que es justo por la sencillísima razón que tienen o tuvieron una relación sentimental y una persona sabe todo sobre la otra, conoce su rutina, sabe dónde vive, sus actividades; en fin, tiene total acceso a su vida. De querer hacerle daño podría fácilmente intentarlo y esto desembocar en una tragedia. Hasta ahora, esa ha sido la historia de muchas. ¿Por qué no extenderles la protección también? Esto es una cuestión de principios, de derechos, de humanidad. También se han radicado otros proyectos de ley para eliminar el discrimen por cuestión de preferencia sexual. El Municipio de San Juan hizo lo propio buscando dar beneficios a las parejas de hecho, sin importar su composición, y a sus hijos, al incluirlos en el plan médico.
Muchos se oponen y condenan estas medidas por cuestiones religiosas, moralistas o por lo que sea. Ven en contraposición lo legal y lo moral. Ahora pregunto yo, ¿la religión no condena el adulterio, el robar, el matar, el desear la mujer del prójimo, el levantar falsos y mentir, y en muchas ocasiones lo perdonamos?. Y no estoy señalando a nadie, ¡Dios me libre! No es la intención porque no soy quién para hacerlo. Sólo pretendo que pongamos en perspectiva que a veces juzgamos a alguna persona por alguna acción que creemos no debe ser; pero con otros somos condescendientes.
Esta situación debemos verla a través del crisol de los derechos. Éstos deben aplicar a todos los ciudadanos por igual. En un sistema democrático, como se supone es el nuestro, lo principal es proteger los derechos de los ciudadanos. La Sección 1, de la Carta de Derechos de la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, lee que “La dignidad del ser humano es inviolable. Todos los hombres son iguales ante la ley. No podrá establecerse discrimen alguno por motivo de raza, color, sexo, nacimiento, origen o condición social, ni ideas políticas o religiosas. Tanto las leyes como el sistema de instrucción pública encarnarán estos principios de esencial igualdad humana”.
Tenemos que tener claro que los derechos no son absolutos, y que mis derechos terminan donde empiezan los de los demás y viceversa. Lo que pasa es que en este país aplicamos mucho la “ley del embudo”; lo ancho para mí y lo estrecho para los demás. Tenemos que entender que todos compartimos el mismo espacio y que tenemos que tener tolerancia y respeto por lo que es diferente.
Al final, nunca he entendido por qué discriminamos por preferencia sexual. Esto no define si una persona es buena o mala. Somos tan homofóbicos que descartamos la gente sin conocerla; sin darnos la oportunidad de saber quiénes son. A lo mejor descubrimos que son seres humanos maravillosos con los que atesoraremos una gran amistad. Pero claro, no todos son así; algunos son insufribles y no podemos bregar con ellos. Pero eso también pasa con muchos heterosexuales; y es que mis queridos amigos, hay de todo en la viña del Señor. Así que las personas hay que valorarlas por lo que son, no por su preferencia sexual. Como todos nosotros, son seres humanos que sienten y padecen, que ríen y lloran y que aportan a esta sociedad. Como a todos los demás, les debemos respeto. La preferencia sexual no debe ser es un elemento para definir una persona, mucho menos para juzgarla. Con el perdón, eso es algo retrógrado. Tenemos que estar sobre esto.
El respeto y la tolerancia son la base de una sana convivencia. En Puerto Rico tenemos que aprender a respetar la diversidad y al que piensa diferente. Y esto nos aplica a todos; porque el defender una posición, no le da derecho a nadie a agredir, criticar o acusar al contrario, tenga razón o no. Tampoco podemos asumir la posición de víctima para atacar a los demás. Si queremos que nos respeten, primero tenemos que aprender a respetar a los otros. El esfuerzo tiene que ir de ambos lados. Todos compartimos este espacio y debemos buscar llevar la fiesta en paz. El ser humano tiene el derecho y la libertad de escoger lo que entiende es lo mejor para él y no debemos juzgarlo, criticarlo o atacarlo porque no es nuestra función hacerlo. Porque como muy bien dicen por ahí: “Cada quién hace de su trasero un tambor y busca quién se lo toque”. Tan, tan…
* Y como dije al principio, esto es sólo mi opinión. Si alguien entiende que falté en algo, mis disculpas; porque esa jamás fue la intención.
De acuerdo 100%
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