Tener que defender la profesión que uno practica, las relaciones públicas, ya se está convirtiendo en algo recurrente. No entiendo por qué ni cómo, pero cada vez tenemos más detractores y más personas que tienen una percepción errada sobre lo que somos y lo que hacemos. Lo triste del caso es que "lo que dicen es", nada tiene que ver con la realidad. Así que aquí seguimos, intentando aclarar algunas cosas para tratar de ponerlas en su justa perspectiva.
Cuando escucho la frase “Yo no hago relaciones públicas” de manera negativa o despectiva, sólo elevo la vista al cielo, alzo las manos y digo: “Señor, perdónalos porque no saben lo que dicen”. Y es que hay que encomendárselos al Altísimo y pedir paciencia, tolerancia y humildad para poder lidiar con tanto desatino e ignorancia. Pero, sobre todo, hay que pedir templanza, tranquilidad y paz para que a uno no le hierva la sangre o le dé algo.
El escuchar la “frasesita” repetidamente ya cansa. Muchos comentaristas o periodistas en diversos medios de comunicación la utilizan para “asegurarnos” que no doran píldoras, ni sonsacan, ni sobornan buscando favores, ni maquillan las cosas o le alcahuetean a alguien; etc. Y la gente, que repite como el papagayo todo lo que escucha, sigue validando algo que está montado sobre premisas erróneas o falsas.
Que algunos comentaristas utilicen mal el concepto, aunque es injusto, no me extraña porque no tienen la formación académica en comunicación y podría ser que se han tropezado en el camino con diversidad de los casos antes mencionados. Lo que sí es preocupante es que otros, sobre todo periodistas, habiendo sido formados en escuelas de comunicación, no lo tengan claro y utilicen el término de manera equivocada.
“By the way”, creo que es imperioso aclarar que los comentaristas dan opiniones sobre temas que están en la palestra y necesariamente no han realizado alguna investigación sobre el tema; como se supone hagan los periodistas. Los comentaristas dan su parecer, algunos respondiendo a unas agendas muy definidas, para impactar la opinión pública ya sea positiva o negativamente. Y no estoy diciendo que ser comentarista esté mal; no, no es eso. Lo que digo es que sólo son sus opiniones sobre diversos temas, es su punto de vista sobre algo. Lo "peligroso" es que las personas toman sus comentarios como la palabra de Dios, creen ciegamente cada cosa que dicen y lo dan todo por cierto. Hay que escuchar diferentes fuentes, analizar y adjudicar, para poder así tener una opinión debidamente formada.
Vuelvo al tema. Pues que se enteren todos, que los relacionistas ni doramos píldoras, ni maquillamos las cosas, ni alcahueteamos, ni sonsacamos, ni sobornamos buscando favores; entre otras cosas que nos adjudican. Los que ejercemos la profesión con seriedad y con un alto sentido ético, que gracias a Dios somos los más, sí hacemos relaciones públicas; las de verdad.
Ya he dicho como “tropecientas” veces, frase que usa mi amiga Gacela, que “las relaciones públicas es un proceso de comunicación estratégica que construye relaciones mutuamente beneficiosas entre las organizaciones y sus públicos”. Lo que busca es tender puentes, lograr entendimiento, facilitar la comunicación entre las partes. ¿En qué se parece esto a lo que dicen los que “no hacen relaciones públicas”? En nada, porque eso de lo que hablan, es otra cosa.
Y debe ser que se han encontrado en el camino con cantidad de “seudo relacionistas” que se valen de cualquier cosa para lograr sus propósitos. Gente que tienen como norte la frase “el fin justifica los medios” y que no les importa a quién se lleven de frente con tal de lograr sus objetivos. Eso que hacen, mis queridos amigos, no son relaciones públicas.
Y vuelvo con el disco rayado; nuestro trabajo, ante todo, debe estar fundamentado en la ética, en nada más. Debemos ser lo más responsable posible, socialmente hablando, porque nuestro trabajo va encaminado a lograr el bien común y una mejor calidad de vida. Solo así, empezaremos a tener una sociedad más justa. Al final de cuentas, es ese nuestro fin último. Para lograrlo debemos trabajar efectivamente las relaciones con la comunidad, con los medios, con el gobierno, con los suplidores, con los empleados, con los accionistas; en fin, con todos. Además debemos aprender a manejar “issues”, a comunicar en situaciones de crisis y en cualquiera otra.
Y claro; esto se dice fácil, pero no lo es. Se debe aprender a investigar, a segmentar los públicos, a desarrollar programas o campañas de comunicación, a planificar estratégicamente, a ejecutar de acuerdo a lo establecido y a evaluar y medir lo implementado; entre otras cosas. Sólo así demostraremos que realmente sabemos lo que estamos haciendo. Y esto, en nada se asemeja a los “milagritos” que nos enganchan y de lo que nos acusan.
No quiero seguir dándole vueltas a lo mismo; porque ya lo tengo como un mantra. Sólo espero que entendamos de una buena vez la diferencia entre “hacer relaciones públicas” y “hacer algo disfrazado como relaciones públicas”; a ver si por fin, empezamos a llamar las cosas por su nombre.
En cada uno de nosotros está educar tanto con la palabra como con el ejemplo sobre el verdadero significado de las relaciones públicas. De esto dependerá que se le comience a dar el verdadero valor que tienen y que se dejen de utilizar frases negativas o despectivas hacia nuestra profesión. Confío en que no sigamos pagando justos por pecadores y que pronto llegue el día que podamos decir sin que se preste a malos entendidos y a boca de jarro: “Yo sí hago relaciones públicas”.
¡Buenísimo y excelente!
ResponderEliminar¡Gracias! Saludos.
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