No sé que es lo que pasa, pero últimamente
ando algo fastidiosa y cuestionándomelo todo. Bueno, algo más que de costumbre; ahora se darán cuenta. Será que de ver
tantos reportajes y leer tantas noticias de lo que pasa en este país
y en el mundo, de diferentes y variadas fuentes, ando en esas. Más que todo,
porque lo que veo, escucho y leo no cuadra con lo que se supone sea. Y ando de rumia...
Desde pequeña aprendí que sobre todo lo
demás estaba el respeto a los derechos y a la dignidad del ser humano. Que
debíamos tener caridad cristiana y ayudar a los otros, sobre todo a los más
desvalidos y necesitados. Me enseñaron que todas las personas somos iguales sin importar la
raza, el sexo, el color, la ideología y, sobre todo, la religión. Crecí
escuchando sobre la moral y la ética.
Pero parece que la teoría y la práctica
no van de la mano porque vamos por el mundo diciendo una cosa y haciendo otra.
Tenemos doble moral, usamos la doble vara y aplicamos la ley del embudo. Dejamos
al otro hacer mientras no conflija con lo nuestro; de hacerlo, lo paramos.
Limitamos los recursos cuando entendemos que estamos perdiendo el dominio de
algo porque la bola y el bate es nuestro, y si no nos gusta cómo va el juego,
nos los llevamos.
El enemigo de mi enemigo es mi amigo y le
doy todos los recursos para terminar con él, aunque después se vire contra mí.
Ahí veré cómo dominarlo. Hacemos sólo lo que nos conviene, sin importar lo que
nos llevemos de frente, y a quién. Creemos que somos una raza superior; y como
tal, nos comportamos. A hacernos víctimas aunque seamos victimarios.
O sea, que lo que se nos enseña de niños
no se ajusta a la realidad que vivimos en el mundo. Se habla de principios
morales, de paz y de solidaridad y lo que vemos a diario es todo lo contrario.
Tenemos pueblos sometidos por cuestiones políticas y religiosas. Países con
doble discurso. Países que tienen a otros como vertederos y los contaminan; que
usan a esos ciudadanos como conejillos de indias para probar medicamentos y
otras cosas.
Tenemos países, como muchos han hecho a través de la historia, que hablan
de paz, pero venden armas y afectan la estabilidad de otros. Que
buscan tumbar gobiernos a conveniencia, sin respetar su soberanía porque no les gusta, no les conviene, o le afectan
sus intereses en ese país o en la zona. Que etiquetan, demonizan -o
santifican- a otros, según conveniencia, para buscar adeptos, adelantar sus agendas y justificar las
cosas que hacen.
Potencias mundiales que, en muchos casos,
usan las organizaciones internacionales para intentar manejar, según intereses, las cosas
que quieren; pero que no firman acuerdos donde ellos pierden el control o el poder. Que buscan sancionar y censurar lo que hacen otros pero que avalan y colaboran con las barbaridades que hacen sus aliados. Que acusan a otros de terroristas y hacen cosas
parecidas, pero se justifican porque su fin es la paz. Que señalan deficiencias de derechos humanos en otros
países, pero que no atienden sus situaciones internas.
Tenemos muchos países “del primer mundo”
(¿existe más de uno?) que buscan decidir y regir el destino de otros, a través del poder, el dominio y el control. Es arrasar con todo lo que tienen, incluida la
voluntad, para que se pongan a sus servicios, ya sea por afiliación o, en
muchos casos, por miedo o necesidad. Es aplicar la mentalidad del conquistador
y del sometido.
Un sometimiento que podría florecer a través de las medidas que están tomando diferentes países. Sí, las cosas están difíciles, la situación precaria, pero, hay maneras y maneras de hacer las cosas. Prefieren eliminar las ayudas sociales a las conveniencias. ¿No es en estos momentos que hay que cuidar el elemento humano por todas las implicaciones que trae el abandono? ¿No es cuando hay que tener más consideración con los menos agraciados y los más necesitados? ¿No es obligación del sistema protegerlos?.
Vemos cómo los gobiernos están dispuestos a
“salvar” instituciones como los bancos, que en su mayoría son privados, pero limitan los beneficios sociales. El Banco Mundial tiene la última palabra. Siempre he dicho que vivimos en un sistema capitalista, no democrático. Vale más tener, que ser. Se le da dinero a los bancos pero se le quita apoyo
a la salud social; se siguen comprando armas, pero se cortan los fondos para la
educación; pierden millones de dólares por la corrupción -se hacen de la vista larga porque casi todos la
practican-, pero se le quitan derechos a los trabajadores y limitan la ayuda a
los más necesitados. ¿De qué estamos hablando entonces?.
Los políticos cacarean y “pintan” medidas
que dicen son para el beneficio del pueblo, pero lo que hacen nada tiene que ver con esto. Y eso no es exclusivo de un país. Todos los gobernantes resultan ser
lo mismo. Bueno, siempre hay alguno que genuinamente quiere hacer un cambio y trabajar para lograr un mejor
país. Su problema será mantenerse a flote, no dejar que el sistema “se lo
trague” o que ceda a los intereses de otros a cambio de comodidades y
beneficios. Difícil lo tiene; pero no imposible.
Pareciera que se busca tener una masa humana menos educada, más manejable. Una masa que se conforme con lo que le den, no con lo que por derecho le corresponde. Es formar gente que siga la fila, no que piense. Debemos contrarrestar esto y ver cómo los gobiernos, que están allí gracias a los votos de la gente, pueden resolver los problemas sin sacrificar a las personas. Hay que volver a los
tiempos donde se buscaba el bienestar común, donde se vivía en comunidad y se buscaba proteger a las personas. A esos, donde se pensaba en la gente. Hagamos nuestra parte y poco a poco iremos avanzando. Esta es la única manera que las sociedades se van a poder salvar.
Sé que soy una latosa. Así que me bajo de la sillita ya... jejeje
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