Si algo pueden criticar mis estudiantes, es que les hago leer y buscar información de todo lo que acontecen en el país y en todas partes del mundo. Como si fuera poco, deben consultar diferentes fuentes y puntos de vista. También les reto lo que piensan o lo establecido.
Al principio a algunos no les gusta esto y no comprenden el por qué, pero la gran mayoría acaba entendiéndolo. Al final, mi objetivo es que no sigan la fila india, que empiecen a explorar diferentes posibilidades, que no acepten las cosas tal cual se las dicen y que las cuestionen. Es ponerlos a pensar. Que desarrollen el pensamiento crítico.
Siempre les he dicho que piensen lo que quieran; pero tienen que respaldarlo con información, con datos, con hechos. Que no deben repetir como el papagayo lo que escuchan o lo que otros le dicen que piensen. Que hasta lo que yo les diga, lo duden y lo corroboren. Es genial cuando a veces les digo algo y agarran un dispositivo para buscarlo.
Antes, el primer día de clases les preguntaba si Puerto Rico era una colonia. Se disparaban a decir cualquier cantidad de cosas. Los dejaba argumentar y después les preguntaba dónde lo decía, quién lo aseguraba y si estaba en la lista de colonias de la ONU. Ahí ponían el freno. No podían sustentar lo que decían.
Y no estaba diciendo que Puerto Rico no lo era; lo que quería era que entendieran que las cosas que se dicen deben estar fundamentadas con datos. Ahí les comentaba que yo no estaba diciendo que no; que si evaluábamos las características de una colonia, la historia y tal podíamos concluir que sí.
En otras ocasiones les preguntaba sobre las similitudes entre George Washington y Pedro Albizu Campos. Se quedaban mirándome como si yo estuviera loca. ¿Cómo iba a comparar a Washington con Albizu?.
Les preguntaba qué buscan ambos; la independencia de su país. También sobre el método que cada uno utilizó; las armas. Y entonces les preguntaba cómo la mayoría en este país consideraba a Washington y a Albizu. Para muchos Washington fue un patriota y Albizu un terrorista. ¿Por qué la diferencia?
Ahí se quedaban pensando y sus caras eran como de ‘mira, es verdad’. Les hacía ver que una situación se ve desde diferentes ángulos y posiciones. Que no todo lo que se decía era de esa manera y que había que confrontar la información.
Otro ejemplo era el de los indios y los vaqueros. Nos decían que los indios eran ‘malos’ y que los vaqueros eran ‘buenos’. Al final, los indios defendían su territorio del atropello y del robo de los vaqueros. Luego, los encierran en reservaciones y le quitan casi todos los derechos. ¿Quién entonces es el bueno y quién es el ‘malo’?
Ahí empezaban a darse cuenta que necesariamente las cosas no eran como nos las habían contado. Que todo tiene más de un punto de vista y que la mayoría de las veces las respuestas no son ni blancas ni negras, sino que están en los grises.
Hace poco les asigné buscar diez próceres puertorriqueños y hacer un breve resumen de su vida y otra. Esto, porque cuando pregunté sobre la abolición de la esclavitud, todos me mencionaron a Lincoln. Estratégicamente, aquí se ha eliminado lo nuestro para darle paso a lo de los EEUU.
En algunos de los trabajos, o me lo comentaron en clase, me indicaban que no conocían sobre tal o cual y hasta se impresionaban de todo lo que habían hecho. Otros comentaron que habían aprendido mucho con el trabajo. ¿Entonces? Si no nos ofrecen la información, las tenemos que buscar.
Y de eso es que se trata; de que no acepten las respuestas que otros le dan, sino que deben buscar las suyas. Que deben ir más allá. Que deben investigar, analizar, comparar y luego, decidir. Pero para hacerlo asertivamente, debe estudiar diferentes ángulos y puntos de vista.
Es que uno tiene que estar seguro de lo que dice, porque es responsable de ello. Por eso, no debemos tirar de la vaqueta. No suelo hablar de algo si no tengo todos los elementos de juicio, o por lo menos los que están disponibles.
En ocasiones, si uno no tiene toda la información, el silencio es la mejor respuesta. ‘El pez muere por la boca’ o ‘Uno es dueño de lo calla y esclavo de lo que habla’, son sólo algunas de las cosas que siempre pienso.
Por eso, en ocasiones, no comento sobre algunas cosas. No creo justo hablar por hablar o decir lo que me parece sin tener toda la información disponible. Antes de decir nada, uno tiene que haber corroborado los hechos o las cosas y estar seguro de lo que dice.
Solemos ver sólo lo que va de acuerdo a lo que pensamos. No nos gusta mirar otros puntos de vista ni confrontar lo que creemos. Alimentamos lo que pensamos con cosas que están en la misma línea o nos relacionamos con gente que piensa igual. No solemos darle oportunidad a otras cosas.
Para poder hacer un análisis crítico debemos romper la cajita. Buscarlo todo y abrirnos a nuevas experiencias, nuevo conocimiento. No importa si no nos gusta o no; si estamos de acuerdo o no. ¿Y si en el camino nos damos cuenta de algo que nunca habíamos considerado?
Para mí no hay cosa más maravillosa que el buscar, el leer, el conocer, el aprender, el saber. Y no enfocarnos en un tema o un solo ángulo. A mayor conocimiento, mayor profundidad de pensamiento. Tenemos que aprender a dejar la llanura que nos dan otros y pensar por nosotros mismos.
Si hubiésemos hecho este ejercicio regularmente, este país no estaría pasando lo que hasta ahora. Llevamos años en lo mismo y por lo que se está viendo, aunque se prometió un cambio y se habla mucho de ello, si analizamos la cosa fríamente, muchas cosas se siguen haciendo igual.
De haber aprendido a hacer esto desde antes, desde siempre, nos hubiésemos dado cuenta de muchísimas cosas que por los ‘chijis chijás’, las palabras huecas, la demagogia y la propaganda no hemos visto. Necesitamos romper la cajita, despertar y ponernos a pensar sin apasionamientos, colores o tribus. A ver si así, otro país es posible. Yo estoy segura que sí.
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