Por si las moscas...

Los comentarios vertidos en estos escritos son de mi total responsabilidad. Comparto lo que pienso y siento, simplemente para que se pueda apreciar otro punto de vista sobre la cosas. Pueden o no estar de acuerdo con lo que expongo; conmigo no hay ningún problema porque cada quien tiene el derecho a pensar lo que mejor entienda. Los comentarios son bienvenidos. Espero que si alguien difiere, lo haga con respeto; no escribiendo chabacanerías o insultando. Este no es el lugar para eso. ;-)

viernes, 28 de abril de 2017

La honorabilidad no la da el puesto



En Puerto Rico, por tradición, se han utilizado tratamientos como ‘don’, ‘doña’, ‘señor’, ‘señora’ y ‘honorable’, entre otros, como muestra de cortesía, alta consideración y estima. Es una manera de demostrar respeto hacia esa persona.

Por ser, por haber sido desde antes, desde siempre; por eso hemos tenido tantos y tantos hombres y mujeres ilustres. Porque nos los hizo el puesto que ocuparon, sino que cuando llegaron ya eran.

Mucho se ha debatido, y se debate, respecto al uso del honorable; y en estos días más. Muchas discusiones, en el sentido académico de la palabra, he tenido con diversidad de personas sobre esto. Para algunos, la honorabilidad la da el puesto; apreciación de la que he diferido siempre. Antes de decir nada, debemos tener claro el concepto.

La RAE define el honorable como ‘digno de ser honorable’, ‘Propio o característico de una persona honorable’ Gesto honorable.  Otra acepción es ‘Tratamiento que en algunos lugares se da a los titulares de determinados cargos”. Y lee a los titulares, no al cargo. Honorabilidad es la cualidad de la persona honorable.

La honorabilidad de una persona está en lo que se es, no en lo que representa. No es algo fuera de uno. Es algo innato, de entraña, de adentro. No se da lo que no se tiene, ni se adquiere por un trabajo, por un puesto o por un grado académico. Tiene que venir en el paquete.

Se puede ser la persona más humilde que existe, pero ser más honorable que muchos que ostentan cargos públicos o altas posiciones y que utilizan el tratamiento. Esto porque no es cuestión de instrucción o poder, sino de educación.

Y no estoy diciendo, Dios me libre, que los que ostentan cargos públicos carecen de honorabilidad. No es eso. Lo que digo es que, por las justificaciones del puesto y las historias que he escuchado, muchos aspiran a ciertos cargos para “ostentar” la honorabilidad.


Lo que pasa es que se ha tergiversado y utilizado mal el concepto. Se enfoca en tener, en poder, no en ser; cuando deberíamos preocuparnos en cultivar el ser. Lo demás, viene por añadidura. Parece que hay confusión. Aunque para mí, el principio siempre ha estado claro.

Antes, la persona era electa porque sus pares reconocían en ellos unas cualidades especiales. Porque veían su honorabilidad como persona. Porque entendían que tenía los méritos para representarlo dignamente. Llegaban a los puestos ya siendo honorables.

Ahora, en muchos casos, buscan los cargos para que les digan honorables. Y a veces es hasta tan fuerte esto, que a todo le enganchan el honorable cuando se supone que no se puedan autodenominar honorables porque, como ya dije, es un reconocimiento que le dan otros.

Usted ve los comerciales de televisión sobre las fiestas patronales y casi infarta. Primero dicen “el honorable alcalde de ______” y después al final, ponen la firma del alcalde con el honorable (Hon.) incluido al lado del nombre.

Si buscamos las páginas de Internet de los legisladores, TODOS (Senado y Cámara de Representantes) tienen incluido el Hon. Debería aparecer sólo su nombre. Igual con la identificación en sus puertas, en sus butacas, en sus tarjetas y muchas cosas más. 

Si alguno no lo incluyera, no es que es menos. Al contrario, sería el único que lo estuviera haciendo correctamente.

En una ocasión recibí una invitación para una actividad durante la Semana de la Mujer. Invitaban tres legisladores y una legisladora. Una persona que vio la invitación se molestó por la ‘falta de respeto’ al ella ser la única que no tenía el ‘honorable’. Mi contestación fue, “Tranquila, aquí la única que está clara y sabe, es ella. Ellos son los que no deberían incluir el honorable”.  Como esa, muchas.

Otra cosa. Usted no está obligado a utilizar el ‘honorable’ con la otra persona. Es opcional de quién lo trata. Es algo que se gana, que se cultiva, que se desarrolla, no que se da por un puesto. La persona es la que recibe la distinción, la deferencia, la consideración. Por eso el honorable va seguido del nombre, no del cargo o del grado académico. 

¿Y quiénes son los honorables? Pues todos los que ostentan puestos electivos, desde el gobernador hasta los asambleístas municipales; quienes se supone han sido reconocidos por sus pares al darle el voto.

También los miembros de la rama judicial, desde el presidente del Tribunal Supremo hasta los jueces de paz que, por su honorabilidad, han sido seleccionados para impartir la justicia.

Del ejecutivo, se reconoce a los miembros del gabinete constitucional por la premisa de que por su valía el gobernador los ha seleccionado para dirigir los destinos del país. Además, cuerpo consular y representantes de instituciones internacionales; entre algunos más.

Algo importante, ni la primera dama, ni las esposas de los funcionarios públicos reciben el trato de honorables. Muchas otras cosas podría decir, pero creo que ya el concepto y el mensaje están claros.

Lo de ser honorable, no lo decide el puesto que se ostente. La honorabilidad está en lo que se es y porque los otros lo reconocen. Cultivémonos y eduquémonos más, y tendremos muchos más honorables de los de antaño.

Este país, eso es lo que necesita; honorables de entraña, no de puesto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario