La foto fue tomada de Internet con el único fin de acompañar la entrada. |
Esta es la última trepadita que voy a hacer sobre el equipo #PUR y el Clásico Mundial de Béisbol 2017. Nos caímos y nos pelamos las rodillas -no perdimos los dientes-, nos levantamos, nos limpiamos las heridas, nos sacudimos el sucio y seguimos pa’lante tan felices y contentos como siempre. Bueno, no tanto.
Algo tenemos que agradecerle a este clásico, y es que nos ha dejado más que claro que, como indica el comercial publicitario, “una de estas cosas, no es como las otras”. Sip, “esa cosa” somos nosotros.
Cuando veo cómo algunos tratan de encajarnos donde no encajamos o empujarnos para que seamos lo que no somos, viene a mi mente la imagen de las hermanastras de Cenicienta tratando, de todas las maneras posibles, de forzar el pie en el zapato para que les quede. Al final, no hay manera.
¡Es que somos otra cosa! Lo acabamos de ver. Y no estoy diciendo que somos mejores o peores, simplemente que somos diferentes. Y eso es algo que nadie puede negar o cambiar. Estamos hechos de buena madera. La mancha de plátano está bien tatuada.
Todo mundo hablaba muy bien de nuestro equipo. No es para menos. Llegaron invictos al juego final como una máquina perfectamente aceitada. El empuje, la fogosidad, la pasión, la entrega, la alegría y los pelos amarillo pollito se hicieron sentir.
El resultado de esto es que cinco de nuestro jugadores -Yadier Molina, Carlos Beltrán, Carlos Correa, Francisco Lindor y Javier Báez- fueron seleccionados en el equipo ‘todos estrellas del clásico mundial. ¿Todavía alguien tiene dudas?
Los comentaristas de ESPN hablaban todo el tiempo sobre la solidez del equipo, el trabajo magistral del cuerpo técnico y lo especial de la fanaticada. Señores, es que esto estuvo redondo. Esa fanaticada se dejó sentir, aunque les prohibieron el #puñeta y los panderos.