Por si las moscas...

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domingo, 20 de septiembre de 2015

Las personas, no las instituciones


La grandeza de las instituciones no está en ellas mismas, sino en el corazón de las personas que las dirigen y de las demás que son parte de ellas. Siempre he creído que lo que las dirige, en la dirección que sea, es lo que las personas sean, lo que lleven por dentro, lo que transmitan o lo que hagan. 

Así que, al escuchar -y luego leer- la homilía del papa Francisco en su misa en La Habana, Cuba; no pude hacer otra cosa que agradecerle a Dios que tengamos a Francisco. Y es que él confirma mi hipótesis; son las personas, no las instituciones.

Y no estoy señalando la Iglesia Católica como institución. ¡Jamás! Sino que me hizo reflexionar sobre la importancia de su persona para hacerla crecer, para lograr unos cambios y para ser voz que muchos escuchan; tanto en la iglesia como en el mundo. 


Y es que las instituciones son el reflejo de lo que son las personas y se mueven para donde quieren sus líderes. En la medida que éstos -y sus miembros- se proyectan y hagan lo propio, lo que se espera de ellas, lo que tienen que hacer; así de grande será la institución. Y la Iglesia Católica es una gran institución.

Y sí, ha pasado por momentos difíciles, tiempos oscuros, problemas y desaciertos. Muchos más de los que quisiéramos. Esos los tenemos que tener presentes y reflexionar sobre ellos para que no se vuelvan a repetir. Porque no son otra cosa que el resultado de lo mismo que digo; del reflejo de lo que se lleva dentro. 

Gracias a Dios, siempre han aparecido hombres y mujeres que han sabido ser fermento y levadura para encaminarla nuevamente en su misión. Ahí se ve claramente la misericordia y la gracia de Dios. Y por esa misma gracia, ahora tenemos a Francisco como líder espiritual y como jefe de estado.

“Quien quiera ser grande, que sirva a los demás; no que se sirva de los demás”.  Sus palabras son contundentes, fuertes y claras. Un mensaje inequívoco de lo que es la doctrina de la iglesia, lo que es la justicia social, el amor al prójimo, el respeto y la responsabilidad con los demás. Debemos tener claro que las personas son más importantes que las instituciones. 

Todos nosotros, pero sobre todo los dirigentes de las instituciones y de los estados, tienen la obligación de darle vida y sentido a estas palabras. De servirle a los demás, no de servirse. Y a mí me encanta Francisco porque es de los que manda y va. Dice que hay que servir, y él sirve. Por eso es que se ha ganado el respeto de muchos alrededor del mundo. 

Francisco busca el diálogo, la conciliación; pero también denuncia, dice, demanda. Él tiene la estatura moral para hacerlo porque es un hombre de Dios; pero más que todo, porque es un líder comprometido con los demás. Él ha sido clave en la solución de diversidad de situaciones y en muchas ocasiones, sin hacer mucho ruido.

Y es que mientras muchos se enfocan en la pelea chiquita, en atacar, en someter, en destruir; él está trabajando por resolver y colaborar en cosas realmente trascendentales e importantes.

Lo que muchos hubiesen pensado que sería algo lejos de ver, como las conversaciones entre los representantes de los Estados Unidos de América y Cuba, se logró en gran medida a la mediación del papa Francisco. En la misa en La Habana, pidió por la paz en Colombia. También agradeció al presidente de Cuba lo que ha hecho para lograr ese diálogo. Sólo alguien grande reconoce el trabajo de los otros.

Y tiene la habilidad de poder lograr acercamientos con todos; de trabajar por los demás, de ser puente. Esto es una bendición. Ese gesto de visitar a Fidel Castro a su casa fue uno muy humilde. Siempre busca la reconciliación. Y nosotros, en vez de cuestionarnos o condenar las cosas; debemos verlas desde el punto de vista de la esperanza, de la fe. Y no podemos olvidar que es un jefe de estado. Francisco es grande y tiene un enorme corazón.

Y más que ensalzar al Papa, como alguno pensará que estoy haciendo, lo que quiero resaltar es que son pocos los que buscan la unión, el diálogo, la reconciliación. Que para muchos es más importante servirse a expensas de las necesidades de los otros. Que como no tienen claros lo que significa ser un líder fallan en su gestión.

Y esto nos puede aplicar a todos. Nosotros, como personas, tenemos que entender que todo depende de lo que sale de adentro; que por eso personas como Francisco y como el expresidente de Uruguay, José Mujica, son especiales y están dejando huellas; porque ellos lo hacen de manera genuina, de corazón. 

Es imperativo que los veamos como modelos, que entendamos que las cosas son posibles si nos las proponemos. Que hay que amar al prójimo y buscar la justicia social. Que de esto es que se trata; de que haya más equidad, más respeto, más diálogo, más disposición, más tolerancia, más amor. 

El amor es servicio y el servicio es amor. Porque servir debe ser el postulado de los verdaderos líderes, de los grandes. No es estar al servicio de ideologías ni de terceros, sino del pueblo que los escogió. Es cumplir con las responsabilidades que tienen con sus respectivos pueblos.

Clara estoy que sólo podremos tener un cambio en este país y en el mundo si entendemos lo que es el servicio y lo vivimos. Pero tenemos que entender que todo sale del corazón; del amor a los demás. Que hay que cultivarlo. Que debemos tener buena disposición y entender que todos somos corresponsables y copartícipes en la construcción de la paz.

En ocasiones me desanimo pensando que las cosas no mejorarán; pero entonces personajes como el Papa Francisco me devuelven la fe. Me hacen ver que asumiendo responsabilidades, preocupándonos por los demás, buscándole solución a los problemas, fomentando el diálogo y trabajando por el bien de todos, es la vía para poderlo lograr.

Por eso digo que son las personas, no las instituciones. Sólo una persona como Francisco podría lograr lo que hasta ahora ha logrado y proyectar de manera inequívoca la institución de la iglesia.

Por eso insisto que lo que define una institución es lo que hay en el corazón de las personas. El papa Francisco dijo en su homilía: “Quien quiera ser grande, que sirva a los demás; no que se sirva de los demás”; y creo que ya todos tenemos claro que él es grande.

Sólo nos resta pedirle al más grande que continúe bendiciendo y guiando al papa Francisco para que siga logrando cambios en este mucho que tanto necesita de personas como él. ¡Así sea!



*Las fotos fueron tomadas de Internet, con el único fin de acompañar esta reflexión.

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