José de Diego. Imagen de la página de la Cámara de Representantes de Puerto Rico |
Siempre he pensado que una de las cosas más sagradas que tiene un país es su historia. En ella vemos cómo se fue marcando el camino y se fue logrando el desarrollo de una sociedad. La historia conjuga la cultura, el idioma, la educación, la religión, la política, los conflictos, los grandes hombres que le han servido; en fin, lo que se fue viviendo el día a día desde que se comenzó como sociedad, resultando en lo que es en la actualidad. Esto es lo que le da a un pueblo su razón de ser y lo encamina hacia el futuro.
Muchísimas naciones valoran su historia, sobre todas las cosas. Son orgullosos de lo que fueron y de lo que son. No dejan morir eso que los marcó como pueblo y los hizo crecer. Defienden a capa y espada su historia y su tradición. Mis respetos a esas sociedades.
Lamentablemente en Puerto Rico, por ignorancia, miedo, complejo y/o el síndrome del colonizado, entre unas cuántas más, esto no es así. La cultura, la historia, los grandes hombres y el idioma, entre otras más, son esas raíces fuertes que se supone aguantaran ese gran árbol que es nuestra idiosincrasia puertorriqueña. Un árbol que debería ser maravillosamente frondoso por todos esos haberes históricos que tenemos -y seguimos teniendo- pero que nos han ido podando poco a poco hasta resultar ser un bonsai. Lo peor de todo es que por servilismo, vagancia, comodidad o dejadez lo hemos permitido.
Y es que no nos educan correctamente sobre nuestra historia, ni nos muestran esas figuras trascendentales para nuestro pueblo y que a su vez lo han sido para muchos países latinoamericanos. Por eso digo que en este país necesitamos educarnos. Siempre he pensado que por eso es que no se fomenta la educación o nos distraen con estupideces, porque es una manera de no dejarnos despertar al conocimiento y podernos manipular mejor. Demostrado está que los pueblos con mayor nivel de educación, son los menos fáciles de manejar.
Esto me trae a nuestros “feriados”. Dicho sea de paso, hace un tiempo algún legislador tuvo la intención de “incluirlos todo el mismo día”. Claro, para seguir borrando nuestras huellas y que nuestra idiosincrasia puertorriqueña se siguiera perdiendo en el camino. Gracias a Dios eso nunca pasó de ser un intento. Por eso hago esta reflexión; porque estamos celebrando mañana, 16 de abril, el natalicio de Don José de Diego y para muchos sólo es el nombre de la avenida.
El “miedo” que muchos le tienen a Don José de Diego es que se le conoce como el padre del movimiento independentista en Puerto Rico. ¡Uy, que mello! Ahí una señal del desconocimiento de muchos. Etiquetamos las personas sin conocer su obra; sin darnos cuenta que no estamos viendo las grandes cosas que han hecho. Seguimos la línea que otros nos trazan y no marcamos la nuestra. De Diego fue abogado, periodista, poeta y estadista.
Y aquí voy a hacer un paréntesis porque es pertinente aclarar que el término “estadista” se usa de manera errónea en este país. Un estadista es, según mi amiga la RAE, una “persona que describe la población, riqueza y civilización de un pueblo, provincia o nación” y una “persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado” (refiriéndose al gobierno). Aquí lo amarran a querer ser parte de los EE. UU., pero eso no es ser estadista, eso es ser “anexionista”; que es un partidario o defensor del anexionismo. Y el anexionismo no es otra cosa que la “doctrina que favorece y defiende la anexión de territorios”. Así que, mis queridos amigos, esto es un claro ejemplo del “síndrome del papagayo”, repetimos sin saber qué. Jeje
Volvamos a Don José de Diego. Era un hombre estudiado, brillante; con una sensibilidad marcada y claro en sus convicciones. Su ideal independentista se despertó desde temprana edad; cuando cursaba estudios en España. Estudió leyes en la Universidad de Barcelona. En esa ciudad fundó, junto a Ricardo J. Catarineau, el periódico La Universidad. Era poeta y uno de sus poemas, de corte político, le valió la cárcel. No puede regresar a España por problemas de salud, pero termina su carrera de derecho en Cuba y entra en contacto con la obra de José Martí.
En Puerto Rico formó parte del bufete de Rosendo Matienzo Cintrón, funda el bisemanario político La República y colabora con Luis Muñoz Rivera en la fusión del Partido Autonomista y el Partido Liberal Español. Ocupó posiciones en el gobierno. Fue subsecretario de Gracia, Justicia y Gobernación y magistrado de la Real Audiencia Territorial de Puerto Rico. Se le reconoció como uno de los precursores del modernismo en Puerto Rico.
Bajo el dominio estadounidense, formó parte del Consejo Ejecutivo de Puerto Rico y fue parte de la Cámara de Delegados; posteriormente fue su presidente. Legisló para el establecimiento del Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez, hoy RUM. Su mayor aportación, para mí, fue en el campo de la educación. Se le conoce como el Caballero de la Raza por su acérrima defensa del idioma español como la lengua oficial de la enseñanza en Puerto Rico.
Fue un prolífico poeta y hombre de letras. Su obra es extensa. Tiene poemarios, artículos, obras jurídicas y administrativas. Obras como “Pomarrosas”, “Jovillos”, con el clásico ‘A Laura’; “Cantos de rebeldía” y “Cantos de pitirre”, que se publicó póstumamente. En el campo jurídico publica “La codificación administrativa: notas para un libro” y “El plebiscito puertorriqueño”. El tema central de todos sus escritos giraba en torno a su ideal independentista, el proyecto de la unión antillana propulsado, entre otros, por Ramón Emeterio Betances y su lucha por institucionalizar el español como lengua de la enseñanza en Puerto Rico.
Cada uno de nuestros grandes hombres luchó por la independencia de acuerdo a la realidad y circunstancia de la época. José de Diego lo hizo desde el conocimiento. Todos merecen nuestro respeto, independientemente del ideal político que tengamos porque ellos fueron los que marcaron el camino. Nunca debemos renegar de nuestro pasado porque está ahí y es nuestra realidad. Lo único que demostramos con esto es poca educación y escaso sentimiento patrio.
Debemos buscar estudiar más, conocer más, saber más de nuestra historia. Entender nuestro pasado, saber lo que fuimos como sociedad y estudiar los grandes hombres que ha dado esta tierra. Como no conocemos mucho no tenemos profundidad de pensamiento y lo que pensamos está viciado, porque tenemos el conocimiento fraccionado. Y, esto, lamentablemente, nos lleva a impresionamos con cualquiera y a deslumbrarnos con cualquier cosa.
Y para terminar, aquí uno de los poemas, si no el que más, me gusta de José de Diego:
Última actio
Colgadme al pecho, después que muera,
Colgadme al pecho, después que muera,
mi verde escudo en un relicario;
cubridme todo con el sudario,
con el sudario de tres colores de mi bandera.
Sentada y triste habrá una Quimera
Sentada y triste habrá una Quimera
sobre mi túmulo funerario...
Será un espíritu solitario
en larga espera, en larga espera, en larga espera...
Llegará un día tumultuario
Llegará un día tumultuario
y la Quimera, en el silenciario
sepulcro erguida, lanzará un grito...
¡Buscaré entonces entre mis huesos mi relicario!
¡Buscaré entonces entre mis huesos mi relicario!
¡Me alzaré entonces con la bandera de mi sudario
a desplegarla sobre los mundos desde las cumbres del Infinito!
Tomado de: http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/ha/dediego/ultima.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario