Esto es una reflexión. Espero que se tome como tal. Pueden pensar que soy anti lo que quieran; pero no es así. Sólo trato de entender y darle sentido a las cosas. No sé si el estar todo el tiempo hablando de opinión pública, cómo se manipula, las técnicas para hacerlo o qué, tiene que ver pero lo cuestiono todo. Podrían estar o no de acuerdo y es válido. Y es que la base de todo es la confianza. Si no confías, no crees. Y este principio aplica a todos los aspectos de la vida.
Luego de estar toda la semana discutiendo con varias personas los acontecimientos relacionados al atentado terrorista perpetuado en la ciudad de Boston, en el estado de Massachusetts, en Estados Unidos, quedé convencida de que para creer, hay que confiar. Ahora no tengo ninguna duda. La discusión que se dio, que siempre se mantuvo en un ambiente de respeto, fue una interesante. Me di cuenta que no importaba lo que cada quién argumentara, ninguna cambiaría de idea o de manera de pensar. No importa lo que te digan, lo que traten de explicarte y cómo; la fe y la confianza son fundamentales para poder creer.
Y eso me hizo “treparme en la sillita”. Tratar de poner en perspectiva -desde mi punto de vista- la situación, los conceptos, lo que creemos, en lo que confiamos; la fe que ponemos en cosas, instituciones y/o personas y todas las posibilidades que pueden existir. Es que las cosas ni son blancas, ni son negras; siempre hay mucho gris. Y, casi siempre, la respuesta se encuentra en el espectro de gris y no es la blanca o negra que te dan; sino la gris que uno descubre.
Es importante, antes de seguir, aclarar algunos conceptos. Así vamos a estar todos más o menos partiendo del mismo principio. Hablé de confiar, de tener fe y de creer. Una de las acepciones de la confianza, según la RAE, es la “esperanza firme que se tiene de alguien o algo”. La fe es el “conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas”. También es la “confianza, buen concepto que de tiene de alguien o de algo”. Y está creer, que es “tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado”. Otras de sus acepciones son “pensar, juzgar, sospechar o estar persuadido de ello”; “tener algo por verosímil o probable”; “dar asenso, apoyo o confianza a alguien” y “dar crédito a alguien”.
Creer y aceptar lo que te dicen es una cuestión de fe y de confianza. Para creer, uno tiene que tener fe y para llegar a esto tiene que confiar. Uno cree, porque confía y yo, lamentablemente, poco confío. Hay muchas cosas que, desde el principio, no han cuadrado. Muchísimas preguntas sin contestar; muchas cosas por corroborar, y los muertos no hablan... Y no, no son “teorías de conspiración” como dice una amiga; es que el proceder, la trayectoria, la historia, etc.; hacen que uno dude, que se cuestione, que no confíe y que mucho menos, crea.
La situación ha tenido serias irregularidades y sólo hemos tenido la “versión oficial” que todos los medios ha repetido fielmente sin cuestionarse nada. Eso es lo que nos han dicho, y eso es lo que es; punto. Esto me hizo pensar en el libro “Dioses y diablos mediáticos. Cómo manipula el poder a través de los medios de comunicación”, del periodista y profesor español Ramón Reig. Él hace un planteamiento interesante respecto a las fuentes y las “versiones oficiales”. En el libro se toca el tema de la guerra de Iraq. Todos los medios del mundo utilizaron como fuente a George W. Bush sin cuestionar o verificar nada. Repitieron “la versión oficial”, la del presidente de los EE. UU., para después darse cuenta que no fue como él dijo. Ni fue un ataque limpio, ni había armas nucleares. Eso sí, tuvimos la oportunidad de ver por televisión un bonito bombardeo nocturno.
Pues algo parecido está pasando con el caso de Boston. Interesante me está que las personas, cada vez más, iban hablando de este grupo paramilitar que estuvo presente en la escena. De esto, poco ya se dice. (Esto es otro tema interesante con muchísima cola, pero no para discutirlo ahora). Me llamó mucho la atención que el “sospechoso 1” estaba vestido igual que ellos; pantalón crema, “jacket’ negro, mochila y gorra. Todavía no he visto los “vídeos” de los sospechosos depositando las mochilas en los zafacones. Me disculpan, pero ando con el síndrome de Santo Tomás. Y muy clara no está la muerte del "sospechoso 1". He escuchado cosas totalmente contradictorias. Si tenía una bomba adherida al cuerpo; ¿por qué no explotó cuando le dispararon o él la detonó al verse perdido?. Posiblemente nunca lo sabremos. Los muertos, no hablan.
Respecto al “sospechoso 2”, es tan malo que le pasó por encima a su hermano con el auto. Hay que dejar claro que es de lo peor. ¿Cómo es posible que con tanto “especialista elite”, un muchacho hayan tenido en jaque a todas las fuerzas del orden público?. ¿No se dieron cuenta que el chico estaba herido?. ¿Por qué esperar tanto?. Porque había la posibilidad de que tuviera una bomba, dicen. ¿No tenían ellos sistema infrarrojo?. ¿No podían darse cuenta si la tenía o no?. ¿Encontraron las bombas? Sólo pensé en el asesinato de Filiberto Ojeda; “altamente peligroso” y “fuertemente armado”, dijeron. La realidad, otra; ni “fuertemente” armado y el “altamente peligroso”, es cuestionable. Murió por desangre; varias horas tomó.
Mientras se fue desarrollando “la cacería”, como ellos mismos la describieron, el show mediático era cada vez mayor; tanques, unidades de asalto, etc.; como en las películas. Los sospechosos no tuvieron oportunidad de decir nada. Aquí tengo que hacer un paréntesis para decir que el sistema de justicia norteamericano es uno de presunción de inocencia y estos dos jóvenes estaban sentenciados desde que salieron las fotos. Los describieron como sumamente peligrosos y le adjudicaban el ataque. A ellos salieron a “cazarlos”, no a apresarlos. ¿No había primero que probar que realmente fueron ellos? Es que las autoridades deben tener pruebas y no las habían mostrado para no afectar la investigación, dirá alguno. Aquí pregunto yo, ¿las tienen?. No dejo de pensar en situaciones del pasado; en la historia. He allí el por qué muchos no confían.
Estos jóvenes eran residentes de los Estados Unidos desde hacía muchísimos años; pero para la prensa no eran ciudadanos americanos, nada tiene que ver con ellos, no es algo ‘doméstico’. Eran terroristas rusos o chechenos, porque cada quién lo adjudicó de acuerdo a preferencias. Ahora van a "buscar las conexiones" con algún grupo extremista. ¿Lograrán hacer la "relación" o pasará lo mismo que con la búsqueda de armas de destrucción masiva que propició la invasión de Iraq?
La familia dice que los usaron como chivos expiatorios, que les tendieron una trampa. Los entrevistados, que los conocían; no lo podían creer. Todo el que entrevistaron sobre el “sospechoso 2”, sólo habló maravillas. ¿Entonces? Claro, las mentes de muchas personas y sus comportamientos son sorprendentes y hacen cosas inimaginables. Habrá que ver si este es el caso.
Un legislador republicano promueve por los medios sociales que se trate al chico como ‘enemigo’ y se torture. ¿En serio? ¡Gracias a Dios que en EE. UU. existe la presunción de inocencia y que promueven la paz! Una cosa ha quedado clara; esto le ha dado un “up” al nacionalismo estadounidense. Vuelve la confianza en las instituciones de seguridad y en las decisiones “antiterroristas” que se tomen. Ahora se pueden justificar muchas cosas. Pienso en Chomsky… ¡Ah!, y si alguno no la ha visto, le recomiendo la película "Wag the dog".
Algo claro debe quedar; y es que estas cosas no debe pasar en Estados Unidos ni en ningún otro país del mundo. El terrorismo es terrorismo, no importa si es de grupos extremistas o institucional. Y no diré más, porque esto es una reflexión, no para acusar o adjudicar culpas. Hay que mirar la historia, mirar alrededor y ver la actualidad mundial, para darse cuenta de por qué pueden pasar algunas cosas. Acción trae reacción y cosas que uno hace tiene consecuencias.
Como ya indicara, creer y aceptar lo que te dicen es una cuestión de fe y de confianza. Para uno creer, tiene que tener fe y para eso tiene que confiar. Que cada uno confíe, tenga fe y crea en lo que entienda. Cada quién que adjudique. Esa es su prerrogativa y está en la libertad de hacerlo.
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