Algo que siempre machaco en el salón de
clases, y que cada vez tengo más claro, es que debemos tener mucho más cuidado
en escoger a los legisladores que al mismo gobernador.
Durante las campañas electorales suelo
preguntarle a los estudiantes si conocen a sus representantes o senadores y los
candidatos a ocupar esos puestos. La gran mayoría no sabe y algunos no tienen
ni idea a cuál precinto pertenecen. Mucho menos saben qué hace cada cuerpo ni
cómo está compuesto.
Pero esto no es exclusivo de los
estudiantes porque la gran mayoría del pueblo no tiene idea. Tampoco conocen
las plataformas de los partidos. Votan de acuerdo a lo que otros les dicen.
Nada de análisis, evaluación o comparaciones.
Así que el último responsable de que este
país esté pasando por lo que pasa, es el pueblo. Nosotros, los votantes, no
hemos tenido el suficiente cuidado, por no decir otra cosa, de elegir a quienes
nos representan. Muchos botones de muestra tenemos.
Aprendí muy temprano en la vida que las
elecciones generales nada tienen que ver con el estatus; sino con la
administración de los recursos del país. Los partidos, para mantener el control
sobre sus seguidores, lo han amarrado a cada proceso porque si no es así,
pierden fuerza.
En las elecciones generales se elige a
quienes harán las leyes, la política pública y a los que administrarán el
presupuesto del país. Los plebiscitos son consultas al pueblo para que apruebe
o rechace alguna propuesta, ya sea legal o política, como el estatus.
Si fuéramos menos politiqueros y
estuviéramos más educados en política, votaríamos por personas, no por
partidos. Deberíamos elegir a quienes realmente pueden administrar
eficientemente los recursos del país. Pero esto ni se contempla porque le quita
fuerza a los partidos y estamos muy cruditos para entender esto.
En Puerto Rico, los partidos políticos
fomentan el hacer una sola cruz debajo de su insignia. Y como el fanatismo es
tanto, los seguidores no se salen de la línea y siguen la fila india. Siempre
hacen lo que les dicen.
Esto le da paso a que se elija el que
puede hacer el trabajo pero también al que no, al que sólo hará lo que le
digan, al que se deberá a quién lo apoyó en la campaña o al partido porque le
dio la oportunidad, entre muchas posibilidades más.
Se supone que los políticos, una vez
electos, respondan a los intereses de sus representados, de los votantes, de
los más necesitados, del pueblo al que le sirven. No es para sacar ventaja para
ellos, para terceros, para algún grupo o su partido.
Como indica el DRAE, un legislador
‘legisla’; o sea, que da, hace o establece leyes. La legislación es el conjunto
o cuerpo de leyes por las cuales se gobierna un Estado, o una materia
determinada. Por eso su importancia.
Los legisladores tienen una gran responsabilidad. De su trabajo depende la estabilidad del país.
Están para velar por los derechos y promover los beneficios para el pueblo,
sobre todo para los más vulnerables y necesitados.
Se necesitan personas que estén claras y
que conozcan sus funciones. Que entiendan que están allí por el voto del pueblo
y que para ellos es que trabajan. Durante la campaña pueden prometer infinidad
de cosas, pero una vez asumen el cargo muchos lo olvidan.
Algunos buscan adelantar sus agendas, las
de terceros y, sobre todo, las de su partido. Responden a grupos específicos
que los ayudaron en la campaña y luego someten proyectos que los favorece pero
que afecta al resto de la sociedad. Deben gobernar para todos; no para unos
pocos.
En muchísimas ocasiones hemos visto que
no tienen idea de nada, ni tan siquiera de los proyectos que favorecen.
A veces someten algún proyecto cuando ya hay alguna legislación que
atiende eso y aprueban cosas sin tan siquiera leerlas o razonarlas; muchas de
ellas por descargue.
No hay cosa más triste que ver cómo, cual
manada en un redil, votan por alguna legislación que lacera al pueblo, pero que
es beneficiosa para algunos. Y no nos hagamos los locos, esto pasa no importa el
partido que esté en el poder.
Pero estos últimos días han botado la
bola. Someten proyectos tan absurdos como el que elimina el 25 de julio (que es
el día de la Constitución que ellos juraron defender) y establecer el día de la ciudadanía americana. Proyectos como este
demuestran el poco amor que hay por el país, lo poco que conocen de historia, de lo que representa una
Constitución y de la idiosincrasia puertorriqueña; de todo.
Se acaba de aprobar un presupuesto que
estoy segura que muchos ni leyeron ni analizaron. Votan a altas horas de la
noche, mientras dormimos. ¿Sabemos lo que se aprueba y cómo? ¿Cuánto le cuesta al pueblo estas sesiones? Porque ese tiempo lo
cobran.
Luego cacarean la frase de que es ‘en
beneficio del pueblo de Puerto Rico’. Esto es sólo para dormir a las huestes que, al final, aceptan y celebran cosas
que los están afectando y que luego repiten como el papagayo lo bueno que es.
Siempre he dicho que en los cuerpos
legislativos necesitamos personas educadas. Y no estoy hablando de grados
universitarios, sino de educación, de valores, de conciencia, libres de
pensamiento. Que busquen, analicen, evalúen, comparen.
Que tengan asesores que realmente sepan,
que los guíen y que no abusen de los recursos del pueblo; que no son ilimitados
como algunos parecen creer. Que no sean políticos que acomodaron porque no
ganaron o amigos del alma.
Para nada debe extrañarnos que los
partidos busquen personas buenas, pero que puedan manejar, con poco conocimiento,
impresionables, con fe ciega en los líderes de los partidos y que sean sus
sellos de goma para poder hacer sus cosas.
Por eso necesitamos más honorables, no
los de título, sino de fibra; como los de antaño. Gracias a Dios, de esos
tenemos, pero necesitamos más. De esos que sirven al pueblo, de los que su fin
es el beneficio de los demás. De los que se eligen porque son personas
probadas, éticas y con una trayectoria impecable.
De los que juran defenderlos a todos
por igual y lo hacen porque creen en la igualdad. De los que cuestionan, critican y
votan en contra de algo porque su conciencia así se lo dicta. De los que abogan por sus representados antes que por los intereses de su partido.
Necesitamos legisladores de esos que no
se dejan impresionar ni por el poder ni por el dinero. De esos que no se
aprovechan ni abusan del poder que tienen; de esos que no coartan derechos para
que no se les cuestione lo que hacen.
Necesitamos más de esos que saben que se deben a los
demás y que el pueblo que los eligió está sobre los caprichos o los intereses de otros y de su partido. De esos que se revelan ante las injusticias. De esos que sí llevan bien puesto el ‘honorable’. De esos necesitamos más. De esos deben
ser los legisladores nuestros…
*Las fotos fueron tomadas de Internet con el único fin de acompañar esta entrada.
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