Esta entrada, que va a ser cortita, más que una crítica es una observación; algo que vengo rumiando desde hace tiempo. Los que me conocen saben que antes de decir o escribir algo es porque lo he reflexionado; bueno, no siempre. Jeje A veces se va sin filtro; pero siempre buscando construir, no destruir. Y la pongo por acá y no en el blog de protocolo porque tiene más pinta de sillita.
Y es que cada vez estoy más convencida de lo que yo llamo ‘el efecto bandera’. Es la utilización de uno de nuestros símbolos nacionales como “pieza” de exacerbación. Y que se entienda que la acepción de la palabra exacerbar que estoy utilizando es la de "intensificar, extremar, exagerar"; nada que ver con irritar, causar enojo o agravar. ¿Estamos claros?
Y es que siempre veo, y esta es mi apreciación, que cuando se le tranca el bolo a cualquiera, cuando no están encontrando el efecto esperando, cuando otra cosa le falla, ahí sacan la bandera y todo cambia; es la salvación, es hacerlos creer, es lograr la empatía, es echarse al bolsillo a los demás... Sacar la bandera se ha convertido en el ‘en caso de emergencia, rompa el cristal’. ¡Y qué muchos cristales se han roto! Y no estoy diciendo que está particularmente relacionado a los ejemplos que estoy utilizando aquí; pero es algo que lo vemos todo el tiempo y en muchos campos.
Esto lo vengo pensando hace tiempo pero me decidí a escribir sobre esto al ver en prensa la reseña del concierto de Jared Leto. Y vuelvo y digo, más que una crítica es una observación. Por lo que pude apreciar de lo que leí y vi en Internet, el momento en el que el artista tomó la bandera de Puerto Rico en sus manos y la agitó en el escenario fue uno, sino el momento cumbre del concierto. Uno de los principales periódicos de Puerto Rico publicó: “…quien no dudó en ondear la bandera de Puerto Rico durante la interpretación de la canción "Do or Die", que junto a "Kings and Queens", fue de las más aplaudidas por la audiencia”. Hasta en las reseñas internacionales sale la foto con la bandera.
He visto unos ‘cuantos’ conciertos en mi vida. Y siempre espero que aparezca por algún lado la bandera puertorriqueña porque es como 'parte del libreto'. A veces, cuando percibo que hay algún momento cumbre, hago un "countdown" esperando su pronta aparición. Y, como casi siempre pasa, ahí aparece majestuosa nuestra bandera. Creo que es algo sicológico lo nuestro; queremos que el artista la agite. Puede que algún fanático la lleve y se la dé al artista o la producción, ya sabiendo el efecto que logrará, se encarga de sacarla en el concierto. Entonces viene la gritería, la pitada, los aplausos, etc. Frenesí total. Sólo hay que estar en un concierto de Marc Anthony o ver alguno en Internet para entender esto. Es épico. Pero él no es el único. Tenemos artistas, tanto locales como internacionales que sacan la bandera y la agitan y así logran echarse al bolsillo a los fanáticos puertorriqueños. El problema es que en muchísimas ocasiones le dan un trato descuidado a la bandera; más que el símbolo de un país, pareciera un trapo o cualquier pedazo de tela.
Pero si el artista no repara en la persona que está ‘encaramá’ buscando darle la bandera y pasa de largo o lo mira y no la toma, la gente se siente ofendida y de antipático para abajo no le dicen nada. Pero, ¿para qué dársela? ¿Está el obligado a ondearla? ¿Tenemos nosotros que convertirlo en enemigo público de este país por eso? Eso me recuerda el concierto de Madonna. Las reseñas se centraron en que ella se pasó la monoestrellada por la entrepierna. Y me pregunto yo, ¿no fue un fanático el que se la entregó? ¿Qué esperaba que hiciera con ella? Igual con Miley Cyrus; algo que reseñó otro rotativo del país: “Los seguidores locales gritaron a rabiar cuando Cyrus agarró una pava y la bandera de Puerto Rico (que se la puso como una capa). Este momento fue el favorito de muchos fans en las redes sociales”. A eso es que me refiero…
Lamentablemente esto no se circunscribe solamente a lo artístico; gran ejemplo del ‘efecto bandera’ lo vemos en otro sinfín de espacios como por ejemplo la política. Esto aunque la Ley Electoral de Puerto Rico y el reglamento de uso de la bandera puertorriqueña, PROHÍBEN su uso para esos fines. Pero en este país cada partido se las ha repartido y las usa a conveniencia; aunque cada uno tiene su bandera. Pero bueno, hoy no voy a tocar la política porque ahí “el efecto bandera” es desquiciante. Sólo voy a decir que ahí se ciega la pasión, no hay cordura posible ni racionalidad alguna. La emoción sobre todo lo demás. Lo interesante es que sabiendo que no se pueden usar para fines políticos, usan las banderas de Puerto Rico y los EE. UU. para “movernos”… y lo consiguen. Y muchos que no están conscientes que ‘el efecto bandera’ es algo planificado, que es trabajado y que puede ser manipulado; simplemente, reaccionan.
Nada, nada; que sólo quería traer a la atención “el efecto bandera” porque me resulta la mar de interesante cómo nos dejamos impresionar tan fácilmente. Y no piensen que no, pero aún conociendo cómo funciona la cosa, en algún momento todos nos dejamos seducir o caemos bajo el ‘efecto bandera’. ¿Quién se puede resistir al ver a Marc Anthony, bandera en mano, cantando Preciosa? Bueno, tengo que confesar que aunque sufro horrores por el 'trato' que recibe la bandera, el fanatismo me ciega. Tamaña voz la suya. Es que Marc Anthony es clase aparte.
¡Ah! Y que quede claro que esto no aplica al ámbito deportivo. Esos, son otros veinte pesos. Ahí la bandera es la protagonista. Nuestra autonomía deportiva así lo confirma. Ver alguno de nuestros atletas portándola, agitándola o llevando sus colores debe ser motivo de orgullo para todos nosotros. Ahí se nos puede "revolcar" lo boricua sin problema alguno. Verla ondeando en alguna competencia internacional no tiene precio ni comparación alguna porque esa es la nuestra, la que nos representa, la monestrellada, la bandera puertorriqueña; la más bella.
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