Por si las moscas...

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sábado, 24 de mayo de 2014

La dueña de la sillita...


Sí, la dueña de la sillita, de esa misma es que voy a hablar. Porque no es mía, yo sólo la tomo prestada. La sillita sigue siendo de ella; de nadie más. Ya los que me conocen saben a quién me refiero. Y es que desde hace tiempo he querido escribir sobre ella y no lo había hecho. Pero esto de que su creador, Quino, recibió el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, me dio pie para hacerlo. Sí, hablo nada más y nada menos que de la inigualable, la única, la bien ponderada, la exquisita y sabia Mafalda.

Y es que como algunos saben, soy "archi-duper-súper-mega-fanática" de Mafalda. No recuerdo cuándo fue que la leí por primera vez. Sí debió ser hace muchísimo tiempo porque me parece que la conozco “de toda la vida”.  Desde que la leí por primera vez me enamoré del personaje. Me identificaba y me identifico mucho con ella. Y es que además, Mafalda y yo somos contemporáneas. Nos llevamos pocos meses de diferencia, ¡pero naturalmente ella es mayor que yo! Bueno… eso no lo confirmaré porque no es importante. 

Si algo me maravilla de esa tirilla cómica del genial Quino, es que aún cincuenta años después de creada (Opps!, medio choteada), el mensaje tiene más vigencia que nunca. Pareciera que Quino lo hubiese escrito para estos tiempos y para nuestra sociedad. La niñita que se trepa en la sillita sigue dándonos lecciones y golpes de guante blanco en la cara. Tiene una conciencia social muy fuerte. Podría parecer inocentona, pero esconde muchísima sabiduría. Su crítica es fuerte, mordaz. Su humor a veces es un poco pesado pero con una habilidad increíble para decir las cosas como son. Ya quisiera ser yo como ella cuando sea grande. Odia la sopa y es fanática de los Beatles. Pero no aburre para nada porque Quino hace un buen balance, o por lo menos yo lo veo así, entre la cotidianidad de la vida familiar, las duras realidades de la vida y las cosas que pasan en su país o a nivel mundial. 


Pero la gran magia de Quino no es por lo que dicen los personajes, sino la caricatura en sí. Cada una tiene una personalidad tal, que se transmiten de una forma clara las emociones de los personajes. Es maravilloso poder ver el mensaje en el gráfico, sin la necesidad del texto. Pero esa combinación del dibujo y el texto es lo que la ha inmortalizado porque más claro, más fuerte y más alto, no se puede hablar.  

Al sol de hoy, me he leído todos los libros de Mafalda: Mafalda inédita, Los 10 años con Mafalda, Todo Mafalda, los cuadernos, no sé ni cuántas veces (que son las mismas caricaturas y viñetas). Algunas de las viñetas hasta me las sé de memoria; pero lo más espectacular de todo es que no importa las veces que la haya leído, me las disfruto cada vez más y me río a carcajadas como si fuera la primera vez que las leyera. Ahí está la magia de Mafalda. 

Y es que con un humor inteligente y fuerte Quino deja al descubierto, de manera magistral, todas las bondades y las miserias humanas. Porque lo que más me llama la atención es que la pandilla de amigos la complementan excelentemente bien. Cada uno de ellos ofrece un caudal de enseñanzas, nos da una lección de vida, nos pone a mirar la realidad de frente, nos hace darnos cuenta de muchas cosas, de las debilidades humanas, pero también de sus fortalezas. Y eso resulta en un pensamiento redondo y genial de Quino.

Felipe, Miguelito, Manolito, Susanita, Burocracia, Libertad, Guille y sus papás, entre otros más, son el complemento perfecto para Mafalda. Nadie sobra y nada falta. Lo que más me maravilla es que nuestra sociedad está llena de felipitos, miguelitos, manolitos, susanitas, raqueles, burocracia, etc., pero muy poco de "libertad". Y es que todos tenemos alguna cosa de todos ellos; esa es la complejidad del ser humano.

Tengo que confesar que uno de los personajes que más me gusta; bueno, a mí me gustan todos, es el de Susanita. Es la antítesis de Mafalda, pero son las mejores amigas. Susanita es un caso. Es egoísta, calculadora, manipuladora, chismosa, venenosa, racista, egocentrista, envidiosa y mil cosas más, pero su lado bueno también lo tiene; a veces difícil de encontrar, pero lo tiene. Sueña con el amor y con la gran señora de sociedad que será cuando se case. Una de las viñetas que más me gusta de ella, es con Felipe y Mafalda; la del llanero solterón. Simplemente es genial. Claro, también tiene de las otras, que son fuertes, fuertes, pero que desnudan una hipócrita realidad social, como por ejemplo, su aversión a los pobres y a los negros. A mí me encantan sus “encuentros” con su archienemigo Manolito. La mayoría de las veces terminan como el rosario de la aurora y a mí sacándome par de carcajadas.

Y hablando de Manolito, ese es otro caso especial. Es bastante poco agraciado en el conocimiento general. Para él el Everest es navegable. Pero es bueno con los números, con el $$, con los negocios -hasta pensó alquilar a Burocracia cuando se la dejaron a cuidar-, y su ambición es tener una gran cadena de supermercados. Huele el dinero a distancia y hasta el camión blindado le parece “sexy”. Es amante del dinero, pero sobre todas las cosas, están sus amigos.

Y tenemos a Miguelito, que es bastante inocente y se lo cuestiona todo; a veces cosas sin ninguna trascendencia. Es medio egoísta, es medio soñador y puede tener algunos aires de grandeza. Cumple muy bien su “misión” de ser buen hijo y un buen niño, pero a veces se revela y hasta quiere dar el “miguelazo”. Es medio individualista. A veces, cuando ve alguna muchacha guapa, dice que lo que siente no va de acuerdo con su edad. ¡Ah! y gracias a su abuelo, Mussolini es su héroe.

Y está el inseguro, cobarde, perezoso y tímido de Felipe. Es un soñador y siempre se pierde en sus pensamientos. Vive en el mismo edificio que Mafalda, así que es uno de los personajes que más comparte con ella. Odia ir a la escuela, se deja impresionar por todo. Se enamora de vez en vez de sus maestras y ama platónicamente a Muriel. Pereciera que Susanita está interesada en él, pero el pobre ni se entera. Sus reacciones son de las más geniales de la pandilla, como la del cadáver de pollo.

Tenemos a Guille, el hermanito de Mafalda; que como ella muy bien dice, parece que será candidato a gases lacrimógenos. Es medio rebelde, voluntarioso y tiene sus manías como el bobo (chupete) “a la roca” y que no come mortadela. Cuando ve a Brigitte Bardot se emociona. Hace muchas travesuras y en muchísimas ocasiones está “encontrado” con su mamá y hasta con Mafalda. Es algo celoso y siempre busca llamar la atención, pero adora a su hermana y padres. 

Los padres de Mafalda tratan de educarla a ella y a Guille lo mejor posible. Raquel, como la llama Mafalda cuando le da sopa, tenía sueños y muchos deseos de hacer muchas cosas, pero se casó, dejó la universidad y se dedicó a cuidar a los niños. Pelea por el alto costo de la vida. Ella y Mafalda están en constante choque, porque Mafalda le pregunta muchas cosas y la reta; lo mismo con el papá. Quién a veces no quiere ni que Mafalda le pregunte nada porque siempre lo pone en una situación difícil porque no sabe con qué ella le puede salir y qué él le podrá contestar, como por ejemplo que es la filosofía y el erotismo. Es un hombre trabajador y buen padre. Es un proveedor, pero a veces se las ve difíciles para terminar el mes. También se queja de lo que pasa en el país.

Libertad; esa es genial. Es la última que se une al grupo. Se lleva muy bien con Mafalda porque comparten muchas ideas y son bastantes similares en su línea de pensamiento. Libertad es pequeñita, pequeñita; su familia se las ve difícil para conseguir subsistir. Vive en un pequeño piso donde todos hablan alto para creer que están en un lugar más grande. Le busca las cinco patas al gato a las cosas. Es combativa, radical, está en contra del sistema y cree en la revolución. Es algo intelectual y dice que no le gustan las cosas complicadas, sólo las simples; aunque a veces, la complicada es ella. Y nos queda Burocracia, la tortuga de Mafalda, que es lenta y come lechuga. También tiene “sopofobia”. Y esas es una de las cosas que más me gusta; que si uno busca, encuentra; porque las analogías son interesantes. 

Y esto como que mucho se ha extendido, así que aquí lo dejo. Es que la verdad, para mí, Mafalda, como todo lo que se relaciona a ella, me parece genial. Es una de las mejores críticas sociales que existen. Ninguna de las caricaturas o de sus viñetas tiene desperdicio.  Es más, la uso en mi curso de opinión pública como un ejemplo de cómo la caricatura impacta la OP. Porque claros estamos que mucho más que impactar, nos ha educado y marcado. Y es que Quino es un genio. Se puede confirmar su gran inteligencia en sus otros libros. Yo, por ejemplo, tengo Gente en su sitio. Bueno tenía, porque lo presté y ya saben lo que pasa…

Nada, nada; que si sigo hablando de Mafalda no termino. Seguiré leyéndola porque cada vez que la leo, le encuentro otro ángulo, veo más cosas y aprendo más. Esa es la característica de las cosas magistrales, no importa el tiempo, no importa las circunstancias, no pierden vigencia. Gracias a Quino por regalarnos a Mafalda y a su pandilla, y mucho más por enfrentarnos a muchas cosas, a través de las tirillas y hacernos pensar y reaccionar. Porque cuando uno lee a Mafalda, no vuelve a ser igual.















Naturalmente, todas las caricaturas y las viñetas pertenecen a Quino.

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