Hay veces que no tengo pensado treparme en la sillita, pero los acontecimientos me llevan a hacerlo. Hoy, día del “amor y la amistad”, aunque no estaba en agenda, he acabado “trepá”. Desde que me levanté, he estado leyendo en los medios sociales estatus con felicitaciones por la celebración de este día, pero con la cursilería añadida.
Y gracioso me ha estado lo de la cursilería, y lo digo no porque los mensajes sean cursis, sino porque en el mensaje de felicitación aparece acompañado del “aunque sea cursi”, “aunque digan que soy cursi”, “aunque parezca cursi”, “aunque parezca que soy cursi”; etc. Pero, ¿quién dice que es cursi? ¿Por qué mencionarlo? ¿Por qué hacer la salvedad? ¿Alguien tiene que pasar juicio sobre lo que se siente y lo que se comparte? ¡Que sean todo lo cursi que quieran! Al final, la cursilería, como casi todo, es algo relativo.
La cursilería, según la fuente del saber que no suelto ni en las cuestas, la RAE, no es otra cosa que “Cualidad de cursi”, “Acto o cosa cursi”, “Conjunto o reunión de cursis”. Pues algunas acepciones de cursi leen, “Dicho de una persona: Que presume de fina y elegante sin serlo”, “Dicho de una cosa: Que, con apariencia de elegancia o riqueza, es ridícula y de mal gusto”.
Pues déjenme decirle, mis queridos amigos, que ninguna de las cosas que leí entran en las definiciones dadas. Las cosas se sienten y punto. Si se sienten, se comparten. Nadie tiene que pasar juicio sobre eso; mucho menos por lo que se escribe. Al que le nace felicitar a otro, o escribir lo que sienta; pues que lo haga, está en su derecho. Necesitamos demostrarnos los afectos; mucho más en estos tiempos. A veces pienso que debemos hacerlo más. Sobre todo porque la vida es corta y nos podemos quedar sin demostrárselo a los demás.