Esta trepadita es imperiosa; mucho más un
día como hoy. Hablar de la independencia es necesario. En nuestro país, la
discusión se ha degradado a una ideológica, fanática y politiquera. Este asunto
es demasiado importante para darle ese mezquino trato. Hay que analizarlo de
una manera racional, sosegada.
Esta entrada es una reflexión; por lo
menos esa es la intención. Así que voy a tocar el tema desde el punto de vista
racional, no político, sentimental o emocional. Sólo espero que lo incluido se
evalúe en sus méritos.
Lo primero que debemos hacer es aclarar varios
términos. Algunos, por cuestiones ideológicas o politiqueras, han tomado unas
connotaciones inexactas o erradas. También se les ha impuesto una carga
negativa, cuando en realidad no la tienen.
La primera es independencia; que no
significa otra cosa que libertad, especialmente de un estado. La libertad es su
fin último. Si miramos la historia, ha sido la aspiración de todos los pueblos.
Estado se refiere, en el sentido amplio
de la palabra, a un país soberano, reconocido internacionalmente como tal,
establecido en un territorio determinado y con sistema de gobierno propio.
Nación es un conjunto de personas de un
mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición
en común. Aunque muchos no lo entiendan así, somos una nación. El nacionalismo es
el sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su
realidad y con su historia.
Colonia, que es uno de los términos más
manoseados últimamente y que no se me podía quedar, se refiere a un territorio
dominado y administrado por una potencia extranjera. Eso también lo somos.
El último que mencionaré es un término
que se ha demonizado inmisericordemente. República se refiere a la organización
del estado cuya máxima autoridad es elegida por los ciudadanos o por el
parlamento -o cuerpo regidor equivalente- para un periodo determinado. Eso es,
no otra cosa. No pare más.
La Organización de Naciones Unidas
reconoce 194 países soberanos, incluyendo Ciudad del Vaticano, y que en su
mayoría son repúblicas. Pero bueno, la Federación Internacional de Asociaciones
de Fútbol (FIFA, por sus siglas en inglés), cuenta con 209 países miembro. Así
que diremos que existen sobre 210 países.
Según una nota de europapress.com (‘¿Cuántas
monarquías hay en el mundo y cuántas repúblicas?’, 15 de junio de 2014)
existían 25 monarquías y 15 países, que aunque son soberanos, son miembros del
‘Commonwealth’ británico. Lainformacion.com publicó en su nota ‘Estos son los
países que todavía están gobernados por dictadores’, del 26 de noviembre de
2016, que existen 48 países con dictaduras.
Según la nota ‘Los territorios no autónomos’ de
eldia.es, publicada el 25 de julio de 2017, existen 17 territorios no autónomos;
entre ellos algunos de los 14 territorios de los Estados Unidos de América (EE.
UU.), en esa última cifra, estamos como territorio no incorporado.
Así que sumando, restando, multiplicando, dividiendo
y haciendo un mal cálculo, porque alguno podría repetirse en las últimas listas
incluidas, de los sobre 210 países que existen en el mundo, alrededor de 125
son repúblicas. Y estoy hablando de un aproximado.
Lo que quise poner en perspectiva fue que una gran mayoría
de los países son repúblicas. Entre ellas están varias de las primeras naciones
del mundo, incluido los EE. UU.. Así que la connotación y el enfoque negativo
para ‘república’ denota falta de conocimiento.
Y es que muchas personas están acostumbradas a
repetir como el papagayo lo que dicen los políticos, sin tan quisiera
corroborar la veracidad de lo que argumentan o ir más allá y buscar información. Y
no estoy diciendo que estén mintiendo; lo que digo es que no podemos cerrarnos
en un solo carril y ver un solo ángulo de las cosas. En este mundo, también hay
repúblicas prósperas y democráticas.
Y es que nos concentramos
en lo malo, en lo negativo, en la corrupción y la pobreza, etc. Sin embargo,
muchísimas de las repúblicas nada tienen que ver con esto. Un claro ejemplo, es
EE. UU.; que muchísima gente aquí lo ve como algo ideal. Por si alguno no lo sabe,
EE. UU. fue una colonia, se independizó y ahora es una república.
Para mí es muy curioso que celebren el día de la
independencia de los EE. UU., pero no se quiera o se aspire a celebrar la de su
país. Los padres fundadores de los EE. UU., muy admirados por muchos
puertorriqueños, limpia y llanamente eran independentistas ‘revoltosos’ que
lucharon por su liberación y su autonomía.
De lo que hablo yo, ahora, es de un proceso natural
de descolonización. La respuesta de muchos es que no se puede, que dependemos
demasiado, que nos moriremos de hambre y un montón de argumentos más. Pero la
realidad es que lo podríamos hacer si nos lo propusiéramos.
Nos estábamos preparando para hacerlo a finales del
siglo XIX, antes de la invasión estadounidense, y lo podríamos hacer ahora si
dejáramos los miedos, la politiquería y la zona de confort. Necesitamos diseñar
un verdadero proyecto de país, aunar esfuerzos y trabajar para ello.
Si el puertorriqueño marca el paso y deja huella en cualquier lugar que va, ¿por qué el complejo, la sumisión y la actitud
derrotista? Mi amigo Ricardo dice que es por el síndrome de Estocolmo. Muchas
veces lo pienso así.
Y es que ese miedo a desplegar alas nos lo han
estado inculcando por alrededor de 120 años. Si confiáramos más en nosotros y
nuestras capacidades, si dejáramos de vernos como menos y si hiciéramos causa común,
no pensando en intereses político partidistas, de un grupo o de terceros; el cuento
fuera otro.
Cada vez que escucho o leo el “nos moriríamos de
hambre”, “no podemos solos” y par de otras frases, me convenzo que nos tenemos
que educar más, comparar, analizar y tomar el toro por los cuernos. Hay tantas
falacias, cuentos y medias verdades que nos creemos porque no sabemos, no
buscamos y no analizamos.
Y alguno podría decir que por todas las ‘bondades’
dadas por los EE. UU., deberíamos aspirar a ser parte de ellos. Si hubiesen
querido que fuéramos parte suya, desde hace tiempo lo seríamos. Además, no nos están
haciendo un favor. Lo que muchos ven como ‘benevolencia’ es muchísimo menos de
todo lo que le sacan a Puerto Rico.
Muchos de los ‘beneficios’ los pagamos nosotros
mismos. Otros, son el resultado de la imposición. Ejemplo de esto, es la marina
mercante estadounidense; que es la más cara del mundo y tenemos que utilizarla
sí o sí.
Además, ¿por qué querer igualdad con los ciudadanos
de un solo país y no con los del resto del mundo? Por lo que hemos
estado viendo, cada vez más consistentemente, para ellos no somos iguales; hágase lo que se haga. Siempre pienso en las hermanastras de Cenicienta, que
trataron y trataron de todas las maneras posibles pero, al final, el zapato nunca
le entró.
Y que conste, que no estoy en contra de los EE. UU.
y mucho menos lo veo como un enemigo. Al ser tan politiqueros, pensamos que el
querer la independencia, es volverse enemigo del norte. Maduremos.
Lo que sucede es que no es mi nación; la mía es
Puerto Rico. Y podemos ser colaboradores, socios, negociar de tú a tú, etc; lo
que no, es seguir la relación de amo y lacayo que tenemos hasta ahora. Y no
podemos tratar de disfrazarlo o negarlo. Sólo tenemos que darle una miradita a
la Junta de Control Fiscal y todas las últimas imposiciones.
Y la responsabilidad de lo que ocurre es toda
nuestra, por la corrupción, la malversación tan rampante, aún en tiempo de
crisis, la fe ciega en los políticos y la poca fiscalización de ellos.
Ahora bien, eso no es característico de un tipo de gobierno porque puede pasar en cualquiera; eso tiene que ver
con los valores de los políticos.
Y lo menciono porque habrá quien diga que la
corrupción estará rampante en una república, y mil cosas más, pero resulta que
ahora bajo el control de los EE. UU., la tenemos; así que el ser estado o república no define si
un gobierno será corrupto o autoritario. Esto se define por el tipo de líder
que se tenga.
Debemos educarnos más sobre lo que es la
independencia y lo que es una república. Tenemos que mirar de frente y con
sangre fría las cosas y analizarlas. Al final, luego que tengamos la
información –tanto de la república como de la estadidad- y la hayamos evaluado,
entonces decidir qué es lo que mejor sería para nuestro país.
Que para mí no hay ninguna duda que la mejor sería la independencia, porque es el reflejo del amor a la patria, sin intervenciones extranjeras. Como bien dice Eugenio María de Hostos: “La patria es el más alto concepto de la razón social e individual, si es el símbolo de la libertad y la justicia”.
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