En clase, cuando tocamos el tema de la opinión
pública, le digo a los estudiantes que existen dos tribunales, el de justicia y
el de la opinión pública. Siendo el último el más nefasto y peligroso.
Uso el argumento porque en ambos se pasa
juicio. Lo único es que, se supone, el primero trabaja con pruebas y hechos;
mientras que el segundo lo hace con percepciones, estereotipos, suposiciones,
rumores, pasiones, ideologías, proyección y muchas cosas más.
Y no estoy diciendo que estén relacionados;
aunque en ocasiones sí. Hay personas que aún saliendo bien en el tribunal de
justicia, y libres de toda culpa, necesariamente no superan el de la opinión
pública.
El tribunal de la opinión pública suele
estar ‘en sesión’ las 24 horas del día, los siete días de la semana; lo que
implica que cualquier cosa, aunque no tenga que ver con juicios legales, pasa
por allí.
Lo más alarmante es que el juicio no dependerá,
necesariamente, de la validación o el análisis de la información sino del
cristal con que se esté mirando la situación y la persona. Y aún una falta
menor, se magnifica y se convierte en la punta de lanza para el ataque. Y, si
hay oportunidad, sacrificarlo en la hoguera.
Y es que para quitarle fuerza y
credibilidad a una persona, sólo hay que sembrar la duda o atacarlo
inmisericordemente; nada más. Se suele lacerar la imagen ante la opinión
pública para afectar su reputación y sacarla de carrera. Aunque esto parezca
algo ‘maquiavélico’, Puerto Rico no es inmune. Varias historias se han visto, y
otras más se verán.
Esto se agudiza más con las redes
sociales, donde la gente se despacha con la cuchara grande y tira de la
baqueta, por el mero hecho de estar detrás del teclado y pensar que es
invencible. Las redes sociales se han convertido en un paredón de fusilamiento.
En todo esto pensaba mientras leía los
comentarios, tanto en las redes como en las notas periodísticas, sobre el
arresto de Arturo Massol. Sólo diré que él aceptó que no tenía marbete y
explicó el porqué. Me parece que hay muchas lagunas pero el caso se está
investigando; así que sólo nos falta esperar.
Cada quién debe llegar a su conclusión,
pero no tirando de la baqueta ni del fanatismo, sino del análisis de la
información y de los procesos. Debemos empezar a usar la cabeza, no las
emociones, los estereotipos ni los prejuicios. Hay que darle el verdadero valor
a las cosas, no viciarlas.
Me ha estado interesante cómo los
detractores utilizan ‘la violación de ley’, ‘que nadie está sobre la ley’, ‘que
por guiar borracho hay que penalizarlo’, ‘que fue justo que lo arrestaran’ y
otro montón de cosas más.
Pero lo que más me impresiona es el
ataque visceral y la rasgadura de las vestiduras, mientras que por otro lado
callan o ignoran cosas mucho más graves y que realmente dañan al país. Eso,
porque el cristal que usan para verlas es el ideológico o de otros intereses.
Y aunque se comparta ideología, si se es
empático con el contrario o se le da la razón, también pasa a ser blanco de
ataques y de cuestionamientos. Porque lo importante no es sopesar las cosas ni
analizarlas en sus méritos, sino detractar el que piensa diferente. Ese se
convierte en enemigo y hay que combatirlo.
Para poder tener una visión clara y
evaluar las cosas por sus méritos, hay que empezar a ser más racionales y dejar
a un lado el apasionamiento y los intereses. Las cosas se deben analizar de
manera sosegada y clara y no dejarse arrastrar por la vorágine.
Hay que fundamentarse más en los hechos y
en el análisis y menos en las percepciones, las suposiciones, los estereotipos y
las ideologías, entre otras. Sólo así se podrá pasar juicio de una manera
ponderada. Las cosas deben ser transparentes y claras y no depender del cristal
con que se miren.
A ver si alguna vez lo entenderemos.
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