Soy de las que, aunque no esté de acuerdo con algo, trata de dar espacio, mirar a lo lejos y buscar tener el cuadro completo antes de decir nada. No me gusta tirar de la baqueta. Estas últimas semanas, aunque ha sido difícil, he tratado de aplicarlo, sobre todo por la secuencia de cosas atropelladas y sin sentido -¿o con todo el sentido y premeditación?- que han estado ocurriendo.
Siempre he escuchado que hay que escoger
las batallas y, en ocasiones, dejar caer las cosas. Así que en esas anduve;
tratando de sortearlo todo sin prestarle mucha atención para no volverme loca.
Y es que a veces es mejor ni opinar porque el ‘troll’ ataca y el fanático no da
crédito, aún cuando ven el elefante destruyéndolo todo dentro de la cristalería.
Así que, ¿para qué gastar energías?
Pero también es cierto que no podemos
hacernos de la vista larga mientras las cosas ocurren. Hay que señalar lo que
no está bien, criticar lo que está mal -de buena manera, claro- y asumir
posturas porque el silencio es complicidad y en un abrir y cerrar de ojos, nos
quedamos sin país. Así que arrastré mi sillita y me trepé.
El escenario se ha vuelto uno complicado,
pero más que todo poco transparente. Se dice o se asegura algo, pero luego se
desmiente, se refuta o se cambia. Se percibe una cadena de “errores” -que
pudieran no serlo-, que desvían la atención de los asuntos importantes. El
manejo de la comunicación, cada vez peor; pero eso es para otra trepadita.
Hoy me levanté con la noticia de que el
gobierno desarticulaba siete reservas naturales porque “entienden” que durante
la pasada administración hubo fallas procesales y falta de participación activa
de otras agencias a la hora de establecer, mediante órdenes ejecutivas, las
reservas naturales. Pareciera que siguen el mismo patrón de Trump, deshacer
todo lo que se hizo antes. Suena como chiste, pero no.
¿Por qué dejar sin protección esas
reservas naturales? No hay que estar en la NASA para darse cuenta de qué va la
cosa. Como dicen por ahí, el amor y el interés se fueron al campo un día, y más
pudo en interés que el amor que te tenía.
Pero eso no es todo, hoy la red social
del pajarito, aparece un tuit que raya en la propaganda. Muestra los
“resultados” de los trabajos en un hogar -presumo que devastando por el
huracán- pero más que fotos para documentar parecen un ‘photo opportunity”.
Encima, la casita arreglada la pintaron azul y blanco. ¿Será posible que hasta con eso
se politiquee?
Por cosas como estas y mucho más, es que
desde hace un tiempo vengo rumiando, y que es utópico por demás, que para
aspirar a un cargo público debería ser requisito demostrar el amor por el país,
el respeto a los recursos y el compromiso con los conciudadanos. El que no se
sienta puertorriqueño o no tenga claro lo que encierra la palabra ‘servicio’, no
debería aspirar.
Los funcionarios deben tener sentido de
pertenencia e identidad. Ocupar un puesto público conlleva cuidar y proteger a
los ciudadanos; sobre todo a los más vulnerables y desvalidos. Es obligación
del estado darles calidad de vida. Vemos cómo muchísimos funcionarios han
perdido perspectiva de lo que es el servicio público. No es servirse, es
servir.
El país no debe verse como una ficha de
negociación o pieza en un tablero. Y es que vemos como muchos, en vez de
administrar los recursos que le pertenecen a todos, hacen mal uso de ellos, los
descuidan y hasta los ponen a disposición de otros. Parece que no se han enterado que sólo son custodios, no dueños.
Para servirle bien a este país, hay que
amarlo, cuidarlo y respetarlo. Puerto Rico no es una cosa; es gente, es
recursos, es cultura, es historia, es una nación y como tal hay que tratarla.
Mientras se siga viendo como botín, en un abrir y cerrar de ojos ya no
tendremos país. Lo más terrible de todo, es que por ese camino vamos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario