Por si las moscas...

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martes, 28 de junio de 2016

De la inmortalidad del cangrejo y la mortalidad de Messi

 

Me gusta el fútbol, como muchos otros deportes. Lo conocí gracias un grupo de amigas de países con tradición futbolística. Llevamos juntas varios mundiales, copas de este lado del charco y del otro, olimpiadas, campeonatos de ligas, etc., compartiendo las victorias y apoyando en las derrotas.

Gracias a ellas hace mucho tiempo, cuando era solo ‘La Pulga’, tenía melena y estaba libre de tatuajes -bueno, visibles-, supe sobre Lionel Messi. Lo comencé a seguir como el jugador extraordinario que es. Aprendí a admirar y respetar al zurdo -tenía que serlo- por su genialidad y habilidad. 

La declaración de Messi de que no vestirá más la camiseta albiceleste, luego de la derrota de Argentina ante Chile en la final de Copa América, edición centenario, ha creado un debate increíble. Todo esto me puso a pensar y como yo también quiero opinar, pues me trepé en la sillita. 

Y aquí no voy a hablar ni de estadísticas, ni voy a compararlo con nadie. Tampoco voy a cuestionarle su genialidad por no haber ganado un título con la selección argentina, ni nada de esas cosas. Mucho menos, meterme con lo que sientan por él los hinchas argentinos. Por ahí no van los tiros.



Lo único que tengo claro es que nadie es profeta en su tierra. Al final, que cada quién piense de él lo que quiera, para mí Messi es Messi, el mejor del mundo y punto. 

Siempre ha sido una delicia verlo jugar. Se le da todo muy natural. Su velocidad, su precisión, su amplio campo de visión y acción, su inteligencia, su agudeza mental, sus sorprendentes movimientos y sus geniales zurdazos son demostración de ello.

Las jugadas imposibles, las asistencias y los pases más complicados, las carreras más frenéticas y los goles impensables, entre muchas cosas más, sólo las hace él. No importa cuán difícil sea todo, él lo hace parecer fácil. Ese es un don de Messi, aunque muchos lo resientan y hasta lo odien por eso. 

Y ya nos tiene acostumbrados porque vemos su genialidad como algo natural. Nunca deja de sorprendernos porque siempre hace algo que nos deja con la boca abierta. Y es que todo, cuando él lo hace, es posible. Realmente es un jugador fuera de este mundo. 

Messi es el mejor, es genial y difícilmente habrá otro que iguale lo que él ha hecho. Todo esto nos ha llevado a perder de perspectiva que él, aún con todos esos dones maravillosos que tiene, es un ser humano como cualquier otro; que es un simple mortal. 

Todos tenemos altas y bajas, tenemos días buenos y de los otros, algunas cosas nos salen bien y otras no tanto, podemos conseguir unas cosas y pero otras necesariamente no, podemos ser los mejores en algo pero no siempre vamos a ganar. Eso no nos hace ni mejor ni peor sino simplemente, humanos.

Y ahí es que quiero llegar. A veces reconocemos habilidades especiales en alguna persona, no importa el campo -esto se da mucho más en el deporte-, los admiramos y en muchas ocasiones los idealizamos hasta idolatrarlos, como es el caso de Messi.

Comenzamos a mitificarlo, empezamos a despojarlo de las características humanas y a darle un aspecto sobrenatural que no tiene. Pensamos que todo lo hace perfectamente bien, que no puede fallar, que no comete errores, que todo lo puede, lo trepamos en el pedestal de la inmortalidad. ¡La inmortalidad es del cangrejo! 

Es un ídolo en el deporte porque es el mejor. Es extraordinario. Pero muchos piensan que es invencible, que es un dios, que es perfecto; que si alguien puede lograr algo, es él. Esto último también lo pienso, pero siempre dejo un margen de duda porque estoy clara de su condición humana.

Tenemos ese gran problema, idealizamos demasiado. Estamos ávidos de referentes, de ídolos, de modelos. Sí, es bueno reconocer la grandeza de algunos, pero debemos estar claros de sus limitaciones comprendiendo que sienten, que padecen, que tienen problemas, situaciones y que no todo lo van a hacer perfecto.

Cuando ponemos todas nuestras esperanzas y anhelos en algo o alguien, en este caso en Messi, y las cosas no salen como uno quiere, vienen las desilusiones, los ataques, las críticas y las acusaciones de lo que sea. No perdonamos que sea tan humano como nosotros porque él no puede fallar o equivocarse. Para él, está negado. ¿Merece todo esto? No lo creo.

Luego de leer un sinnúmero de comentarios a favor y en contra por el resultado del domingo y por que dijo “no más”, me puse a pensar cómo debería estarse sintiendo y por qué toda la presión se la ponen a él. Parece que no es suficiente ser el mejor del mundo, siempre se le exige mucho más.  

Pero perdió el equipo, porque él no juega solo, aunque a veces se lo eche encima. Es un onceno pero el ataque más directo y visceral siempre es para él, la falta siempre la va a tener él, el culpable siempre será él, todo será responsabilidad de él. ¿Por qué? 

Es bien fácil atacarlo desde las gradas, desde afuera; pero estar en los zapatos de Messi, metido en la cancha recibiendo todos los golpes porque hay que ‘neutralizarlo’, todo mundo exigiéndole más y presionándolo, con tantos ojos encima, lidiando con cualquier cantidad de cosas, debe ser desgastante. No cualquiera puede con todo esto. Mis respetos. 

No ha ganado una copa, pero es el mejor goleador en la historia de la selección. Ese mérito, no se lo quita nadie. Muchas asistencias hizo, dejó de hacer goles para que otros lo hicieran, como con Higuaín. Es un jugador de equipo, no una estrella que piensa que él es el mejor y que lo tiene que hacer todo. Todavía así, lo critican.

Ahora mismo, la selección argentina es la número uno del mundo en el ‘ranking’ de la FIFA. Y aunque es un trabajo de equipo, habría que ver dónde estarían si no existiera Messi. Digo, porque no me parece que esto sea pura casualidad.

Creo que es una pérdida inmensa que no vista más la albiceleste. Nos quedaremos sin la oportunidad de ver, con esa camiseta, a un jugador que parece de otro mundo. Pero él tendrá sus razones y hay que respetarlo y no juzgarlo. Tenemos que dejar de compararlo y chiquitearlo o ningunearlo. Y lo digo desde la candidez de una fanática que sigue el deporte pero que no es hincha.

Demos gracias a Dios que vivimos en tiempos de Messi; que hemos podido disfrutar de su genialidad futbolística y que podemos seguir viéndolo, haciendo lo propio, con la camiseta azulgrana. Mucho tiempo le queda por delante. Mucho lo podemos disfrutar todavía.

Y me parece que ya, a este punto, debemos dejarlo tranquilo y respetar su decisión de dejar la selección, si al final no cambia de parecer (Acá entre nos, ojalá y lo haga). Él tiene todo el derecho del mundo a decidir lo que entienda es mejor para él. Ya mucho ha sudado la camiseta.

Creo que es momento que entendamos que Messi es como cualquier ser humano. Bajémoslo del pedestal, admirémoslo pero no lo idolatremos y no lo juzguemos. Ya sabemos que es un simple mortal, así que ahora dejémoslo vivir en paz y hablemos de la inmortalidad del cangrejo; no faltaba más… 




*Las fotos fueron tomadas de Internet con el único propósito de acompañar esta entrada.

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