Hace quinientos y tantos años que Cristóbal Colón puso sus zapatitos en suelo boricua y todavía estamos discutiendo por dónde entró. Claro, esta discusión duerme gran parte del año y sólo se revive cuando se acerca la ‘trascendental’ fecha. Varios municipios se disputan tan legendario desembarque y toda clase de teorías son delineadas para reclamar tamaño honor. Porque haber sido descubierto por Colón, no es cualquier cosa.
Y espero que nadie se ofenda con esto. La idea no es esa; sino ponerle un poquito de humor negro a la cosa. Nada más. Espero que se entienda.
Cada vez que escucho o leo la palabra ‘celebración’, ‘descubrimiento’, ‘entrada’ o ‘encuentro’; lo rumio y lo vuelvo a rumiar. Y es que seguimos perpetuando el cuentito del ‘gran favor’ que nos hicieron. Al parecer fue lo más maravilloso que nos pasó. Nos vistieron, nos ‘educaron’, nos ‘cristianizaron’ y nos ‘hicieron gente’. Esa es la creencia de muchos. No hay duda que en la distancia las cosas adquieren un matiz mítico casi de fábula.
Hay otros que vemos esto desde otro ángulo. Primero, que no estábamos ocultos o perdidos para que nos descubrieran. Segundo, que vinieron a dominarnos, someternos y esclavizarnos. Y tercero, entre mil cosas más, que nos impusieron religión, sistemas y costumbres. Como bono, se lo llevaron todo.
Alguno podrá decir que soy una contradicción porque por un lado defiendo a capa y espada mi herencia hispana y por el otro lado, la critico. Y está en lo correcto. No niego mi mezcla; jamás lo haría. Estoy orgullosa de lo que soy. Amo mi cultura, mi idioma, mi religión y, ante todo, defiendo mi nacionalidad puertorriqueña pero las cosas hay que llamarlas por su nombre.
Porque hay realidades contra las que no se puede luchar y cosas que no se pueden cambiar. Somos el resultado de los actos que se hicieron en el pasado y eso no se puede borrar. La historia es la historia y lo que pasó, pasó. Pero eso no quiere decir que se deba aceptar como bueno todo lo que se hizo. Muchísimo hay que discutir, muchísimo hay que cuestionar, muchísimo hay que señalar.
Pero bueno, esa discusión será para otro día porque hoy me quiero quedar llanita, como posiblemente fue la playa donde desembarcó Colón. Me voy a ir más “light”. Me enfocaré en ese maravilloso 19 de noviembre de 1493; día que nos ‘descubrieron’. Y es que presumo que muchos, como yo, también tienen grandes interrogantes de cómo fue que pasó.
Tengo una profusa imaginación; así que desde siempre he tratado de ‘recrear’ en mi mente ese día. Y es que una cosa es la que nos han dicho toda la vida, y otra podría ser la realidad. Las representaciones que se han hecho de ese momento, necesariamente no demuestran lo que ese día pasó.
Pues bien; en lo primero que pienso es en la imagen de Colón. ¡Hombre, que es el descubridor de América y debió haberse proyectado como tal! ¿Estrenó ropa y zapatos para este segundo viaje o simplemente sacó cualquier cosa del baúl? ¿Tendría algún rotito en las medias? ¿Se habría combinado bien? Bueno, lo más seguro que estaría impecable como italiano que era.
Digo, si iba a descubrir nuevas tierras debió haber tenido sus mejores galas por aquello de estar presentable cuando se encontrara con los taínos. Porque uno tiene sólo una oportunidad para dar una buena primera impresión. ¿Estaría bien peinado? El genovés no podía estar desaliñado. ¡Jamás!
Una cosa que siempre me he preguntado es si al desembarcar se bajó del bote y se mojó los zapatos o lo cargaron en sillita para que no se los mojara. Imagínenselo con los pies mojados en pleno sol… Si se los mojó, ¿le dio tiempo a que se le secaran antes de encontrarse con los taínos?
Eso también me ha hecho preguntarme muchas veces si los indios sabían que los vendrían a ‘visitar’. Y lo digo porque si realmente entró por algún punto del oeste-noroeste, los indios de Quisqueya fácilmente pudieron haberse comunicado con los taínos de Borikén. Y a lo mejor así fue porque tuvieron un año para venir y contárselo. ¡Que tiempo de más hubo para saberlo!
¿Qué fue lo primero que dijo Colón cuando desembarcó? Sería “¡Oh!, ¡Oh!, ¡Oh!, esta es la linda tierra que busco yo”, o sería “¡Oh, oooh!, me parece que desembarcamos donde no era pero bueno, ya que estamos aquí, pues echemos una miradita. Si hay algo interesante, pues a conquistarla”.
Me pregunto si realmente se arrodilló. También si desembarcó y estuvo largo rato sólo con su tripulación, si tuvo una avanzada, o si los indios los estaban esperando. ¿Cómo fue esa bienvenida? Digo porque se habla de un encuentro... ¿O los taínos aparecieron después? ¿Cuánto después?
Entonces pienso que pudieron haberse retrasado por estar organizando el batey para el recibimiento de Colón. Claro está; lo primero es lo primero; así que habría un recibimiento protocolar, después un areíto y para finalizar, un batú entre taínos y europeos. ¿Qué mejor manera de demostrar la hermandad entre los pueblos?
¿Cómo sería esa primera conversación entre Colón y los indios? ¿Qué le habría dicho al cacique? ¿Había un traductor con ellos? ¿Era confiable o cambiaría las cosas a conveniencia para evitar problemas? ¿Qué comió Colón en suelo boricua; casabe, maíz, yautía, batata o qué? ¿Probó el tabaco? ¿Se dio un pase de cohoba y vio a Yukiyú y a Juracán?
¿Cuánto tiempo estuvo en tierra? Cuando regresó al barco, ¿qué dijo? A lo mejor, “Muchachos, esto es pan comido; otros para el saco”. ¡A por ellos! Y aquí estamos, 521 años después, doblemente conquistados y pareciendo, cada vez más, un agujero en medio del mar y el cielo; como dice la letra de la canción de Juan Luis Guerra.
Luego de este pocotón de años sólo confío que en vez de seguir discutiendo por dónde entró Colón y de andar mitificando el ‘acontecimiento’, nos demos cuenta que se nos está acabando el tiempo. Que si queremos sacar adelante este país, tenemos que poner la casa en orden empezando por descubrirnos y conquistarnos nosotros primero. En serio.
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