Por si las moscas...

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viernes, 19 de septiembre de 2014

El miedo, paraliza


Esta reflexión la escribí anoche y me quedé dormida sobre la computadora. Al final, no la publiqué. Al conocer los resultados del referéndum, comoquiera decidí publicarla porque no estaba nada lejos de lo que pensaba. Como siempre digo, esta es mi apreciación de esa realidad. 


Cuando me siento a escribir esto, todavía no se sabe lo que ha pasado en el referéndum de Escocia. No sé cuál será el resultado. No sé si Escocia no se separará de Reino Unido o conseguirá su independencia. No sé y no lo veo claro. Lo que sí veo claro, y lo que encuentro fascinante, es el juego estratégico de la comunicación que se ha desatado en los pasados días; sobre todo en las últimas horas. Luego de ver, leer y buscar lo que se ha estado publicando, muy adentro me vengo repitiendo que no va a pasar nada, que se van a quedar igual, que el miedo paraliza.

Y que quede claro, estoy escribiendo esto a manera de reflexión porque, aunque los que me conocen saben lo que me gustaría que pasara en Escocia, los únicos que van a decir lo que será su futuro serán los escoceses; nadie más. Nosotros sólo podemos mirar el proceso, analizarlo, comentarlo y aprender de él. No da más.


Desde el punto de vista del manejo de la comunicación y de los mensajes para buscar influir la opinión pública ha sido un caso interesantísimo. Aunque hace poco más de un mes el “no” parecía tener una cómoda victoria, la distancia se fue acortando y en la encuesta de la empresa YouGov publicada en el  “The Sunday Times” días antes del referéndum, el 51% de los escoceses le daba la intención del voto a la separación de Gran Bretaña; una unión que data del 1707.  

Y esto cada vez se pone más interesante porque, al parecer, Gran Bretaña recibiría un duro golpe con la independencia de Escocia. Muchas empresas moverían sus oficinas de Londres, se podrían poner en suspenso posibles inversiones de compañías extranjeras, se vería afectado el valor de la libra esterlina, tendrían que dividir la deuda pública y los ingresos petroleros del Mar del Norte. Y se apretó el botón del pánico.

La libra esterlina cae en su punto más bajo en cinco meses y el Royal Bank of Scotland, establecido en Escocia desde 1727, anuncia que si gana el ‘sí’ se muda a Inglaterra, como también así el banco Lloyds. Lo más interesante de todo, es que estos bancos fueron rescatados por Inglaterra cuando la crisis financiera; o sea, se deben a los bancos ingleses. Aseguran ellos que sin Gran Bretaña, Escocia hubiese quedado en bancarrota si intentaba salvar los bancos, pero gracias a Gran Bretaña no pasó. 

Lo primero que me vino a la cabeza fue, ¿no son esos bancos privados? ¿El gobierno tenía que rescatarlos? ¿Por qué? ¿Es responsabilidad de quién? Desde siempre he criticado el que los gobiernos, con el dinero del pueblo, rescataran los bancos privados y los bancos no hicieran lo propio con las personas quitándole las casas; que al final de cuentas, fueron los que pusieron el dinero para salvarlos. Pienso que el gobierno debió ‘rescatar’ a las personas no a los bancos. Juego interesante el del “rescate”. 

El ABC de España publicó una nota muy interesante sobre la reacción de la prensa internacional, sobre todo la prensa económica  -Financial Times, The Economist, The Telegraph, The Wall Street Journal y hasta el The New York Times-, respecto al independizarse. Ellos “advierten” que, de hacerlo, habría un posible desastre que supondría un menor nivel de vida y décadas de pobreza. Los partidarios del sí alegan que la BBC nada imparcial ha sido. También Goldman y Standard & Poor se unieron a la voces.

Me encanta el juego de palabras “de hacerlo”, “posible”, “supondría”, todo es especulativo pero el ser humano no analiza esto y piensa que así pasará aunque no está seguro que así será. Porque no lo pueden hacer, porque nadie puede garantizar nada, porque nadie puede saber lo que pasará. Pero eso deja una duda en la mente de las personas y ahí se comienzan a cuestionar muchas cosas. El que estaba pensando darle la oportunidad a la independencia, en ese momento cambia radicalmente su manera de pensar, simplemente porque el miedo lo paraliza.

Y es que el efecto no sólo se vería en lo económico. Los partidos políticos británicos también se afectarían, sobre todo el que cuenta con el apoyo de los escoceses, el Partido Laborista porque en el 2010 los escoceses eligieron 41 laboristas al parlamento y sólo uno del Partido Conservador. También Gran Bretaña se podría ver debilitado porque Escocia es partidario de la Unión Europea (UE) y de separarse, la consulta prometida por David Cameron para finales del 2017, de ganar las elecciones, sobre la posible adhesión de Gran Bretaña a la UE, podría afectarse. Y de ganar la independencia, Escocia podría pedir entrar a la UE, lo que muchos no ven con buenos ojos porque podría alentar los movimientos separatistas en sus países. Interesante, por demás.

Otra cosa que me llamó mucho la atención fue que vi varios artículos relacionados al efecto que tendría en la bandera de Reino Unido el Escocia independizarse. Y es que la mítica bandera de los tres santos (San Jorge, San Andrés y San Patricio), se quedaría sólo con dos porque habría que sacar a San Andrés. Con la victoria del sí,  se cerraría un capítulo de más de 200 años en la bandera porque la “Union Jack” ya no se podría usar. Interesante por demás que hasta la bandera se utilizó para impactar la opinión pública.

Según las encuestas y los sondeos, los jóvenes estaban más a favor de la independencia y los mayores a favor de quedarse unidos a Gran Bretaña. El uso de los medios sociales fue clave para el apoyo de la juventud. En los medios sociales, ganó el sí. Eso, hizo a muchos temblar. Entonces, el que no pensaba votar, decide que hay que hacerlo porque no puede permitir que Escocia se separe de Gran Bretaña. No puede dejar que otros afecten su futuro. Y otros pensarían que tenían que ir a votar para que el cambio se lograra. Esto fue lo que hizo, según estuve leyendo por ahí, que se movilizara a votar casi el 90% de los sobre cuatro millones de personas hábiles para hacerlo.

Lo más interesante de todo es que la opinión pública es variable y cómo lo que se dice afecta la manera de pensar de las personas y pueden cambiarla. Esta semana estuvimos discutiendo en clase la teoría del espiral del silencio de Noelle-Neumann y una de las cosas que propone es que el miedo a las personas quedarse aisladas hace que estén evaluando constantemente el clima de la opinión y que esto va a influir tanto en su comportamiento en público como en la posibilidad de ocultar sus opiniones. Esto es algo que vemos todo el tiempo. Las personas por miedo al rechazo o al aislamiento, aunque piensen de una manera pueden, por conveniencia, moverse a otra cosa. En esto también estoy pensando.

Y al final todo lo que dicen podría ser así o no ser de esa manera. Nadie sabe a ciencia cierta lo que pasaría. De la única manera que se podría saber sería probándolo, arriesgándose, dando el salto al vacío, aventurándose a hacerlo. Sólo así se comprobaría que fue como lo dijeron o si resultó en algo diferente. Pero entonces pienso en la naturaleza humana, en sus miedos y en el temor a lo desconocido. Y pienso que ellos no son muy diferentes a nosotros. Y no me hago muchas ilusiones. Creo que todo se quedará igual. Ojalá y me equivoque, pero es que tengo clarísimo que el miedo paraliza. Sólo tenemos que mirarnos nosotros mismos para darnos cuenta que esto es así.



Vuelvo y repito, esto es una reflexión. Al final, a los únicos que les competía escoger su futuro era a los escoceses. El resto, somos observadores externos que sólo podemos tener una opinión. Lo único que digo es que ahora otros movimientos que buscan la independencia, deben mirar esto con atención.


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