Por si las moscas...

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domingo, 6 de abril de 2014

La muerte, una gran lección de vida



Desde hace tiempo, había pensado escribir algo sobre el tema de la muerte porque este año comenzó dándonos de golpe y porrazo. Durante estos primeros meses hemos estado recibiendo noticias de que amigos, familiares y conocidos nuestros o de alguien cercano ha fallecido. Nunca estamos preparados para recibir una noticia como esa, aunque sea ley de vida. Así que me puse a reflexionar sobre el tema y decidí que no lo podía posponer más.

La muerte, según la RAE, es la “cesación o término de la vida”. Otra de sus acepciones es “en el pensamiento tradicional, separación del cuerpo y el alma”. Existen otras definiciones, tanto desde el punto de vista médico, legal, social, religioso, etc.; pero no las vamos a explorar porque esto no es un tratado sobre la muerte. En el libro “Historia de la muerte en Occidente” del historiador francés Philippe Ariès, se define como “la pérdida irreversible de la capacidad y del contenido de la conciencia que proveen los atributos esenciales del ser humano y que integran el funcionamiento del organismo como un todo”.


La muerte es un proceso natural de la vida. No importa la edad, la condición social, la creencia religiosa, el estado civil, la preferencia sexual, la raza, etc.; a todos y cada uno de nosotros, nos tocará. Sea antes o después, queramos o no, lo evitemos o no, ese momento va a llegar. Lo importante, es estar preparados para cuando llegue el momento.

Una excompañera de trabajo, cuando terminaba sus labores siempre se despedía y decía: “Un día más y un día menos”. Una verdad innegable; vivía un día más y le quedaba un día menos. Veía la muerte como una realidad que estaba ahí y tenía claro que la muerte es lo más natural de la vida. Claro, tampoco es que debemos andar paranoicos respecto a la idea de morir; no, no es eso. Sino que el mirar la muerte nos puede hacer apreciar la vida de otra manera. 

Para muchos, el tema de la muerte es algo tabú, que no debe tocarse. Para otros es algo oscuro, que da miedo. Algunos lo ven como carencia, ausencia, falta, abandono, vacío, sufrimiento. Porque la partida de un ser querido nos deja todas esas sensaciones y sentimientos y muchos más. Entramos en un proceso de duelo, que toma su tiempo, pero lo sigue el de recuperación y una vez pasa, porque tienen que pasar, debemos seguir adelante. Esto no quiere decir que vamos a olvidar o a dejar a un lado los sentimientos, pensamientos o el amor hacia esa persona; al contrario. Pero el sentimiento se transforma, cambia, se manifiesta de manera diferente porque los seres que queremos, nunca nos abandonan.

Somos energía y somos materia; y ambas se transforman. Como bien probó el químico francés, Antoine Lavoisier, con la ley de la conservación de la material, que “La materia ni se crea ni se destruye, se transforma”. La muerte no es el fin, es el inicio, es transformación. 

Lo mismo pasa con las diferentes corrientes espirituales y las doctrinas religiosas, que aunque pudieran ver la muerte desde diferentes perspectivas; todas coinciden en que es un cambio, un paso a otra cosa, a otra dimensión de vida, en que es una transformación. Es un paso adelante, es ascensión, es subir un escalón, es acercarse al Ser Supremo, es modificación, es superación. Ese paso posterior es el resultado de cómo haya sido nuestro tránsito por esta tierra. Sólo Dios sabe cuándo nos va a tocar. Pero yo no tengo miedo porque mi Dios es un dios de amor, de perdón, no es un dios castigador. Así que, siempre mi confianza está en su misericordia divina. 

A mí me resulta interesante cuando la gente habla del fin del mundo, del juicio final o citan la biblia para indicar la cantidad de personas que se van a salvar o cosas parecidas. Con el perdón, la biblia no es algo para tomarlo literal. Para mí, el fin del mundo llega cuando mueres. Ahí Dios o como se llame, pasará inventario de lo que hice y dejé de hacer por mi paso en esta tierra. O pensarán algunos que no pasa nada; pues también… será… Lo importante es que uno esté satisfecho y claro que lo que queda de uno y por lo que lo recordarán son esas buenas acciones, ese mucho amor que se le tuvo a los demás, ese compartir, ese ser y dar. No hay de otra. ¿No fue eso lo que Jesús nos vino a enseñar? 

Hace poco fui a una misa de difunto y la iglesia estaba a reventar. El sacerdote dijo si habría que preguntarse si ella era querida y había querido. Que no había que hacerlo. Con sólo mirar la iglesia tenía la respuesta, que esa persona había tocado a mucha gente y muchos corazones. Muy cierto. Lo importante es el legado, lo que se siembra, lo que se comparte. Eso es lo que le da grandeza y significado al paso por la vida. Eso es lo que hace que esas personas se sigan recordando por siempre.

Y en eso es que tenemos que enfocarnos. En recordar a nuestros seres queridos con todo el amor que nos dieron y les dimos. En seguir sus enseñanzas, en tenerlos presentes en lo que hacemos, en pedirles que nos guíen y nos acompañen siempre. Ya ellos están en otra dimensión, son seres de luz, son guías y ángeles que nos velarán. 

Pero sobre todo, como ya he dicho, tenemos que prepararnos. Debemos estar listos para ese momento. Para que podamos transcender. Y aceptemos sus designios para con nosotros y con nuestros familiares, amigos, conocidos, etc.. Lo que para nosotros podría ser inconcebible, para Él, es lo mejor. Porque como muy bien dicen, “Dios escribe derecho en renglones torcidos”. Sólo Él sabe el por qué, el cuándo y el dónde de las cosas. 

Empecemos a ver la muerte como una gran lección de vida. Esta nos pone de frente nuestra condición humana y espiritual. La muerte de un ser querido, nos ayuda a crecer, a valorar la vida, y lo digo por experiencia. Lo importante es que luego del tiempo de duelo, hay que recoger los pedazos que nos quedan, armar el rompecabezas y seguir adelante. Les aseguro que uno nace más fuerte.

Agradezcamos a Dios que nos permitió tenerlos con nosotros en vida, que aprendimos de ellos y que nos ayudaron a crecer en las personas que somos hoy. Pensemos que ese, fue parte de su legado en la tierra; enseñarnos a nosotros a ser cada vez mejores personas, a amar y a vivir. 

Sólo me resta decir que aunque la partida duele, atesoremos en nuestro corazón a esa persona que se nos fue, sigamos su ejemplo y vivamos honrándolos. No hay mejor tributo a ellos que vivir en el amor con los que se quedan, con los que están, con los nuestros, con los otros y con los demás. Aprendamos a valorar lo que tenemos, a agradecerlo y, sobre todo, a ofrecerlo. Demos a otros, lo que esos seres nos dieron, mucho amor. Abrazo solidario y bendiciones.

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