Por si las moscas...

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viernes, 3 de mayo de 2013

Ser maestro es una vocación y una bendición


La Ley Núm. 30 de 1939, dispone que el primer viernes de mayo de cada año se celebre en Puerto Rico el día del maestro. Así que hoy, viernes 3 de mayo de 2013, no podía dejar pasar esta fecha sin darme una “trepadita” en la silla para reflexionar un poco sobre el significado de ser maestro.

Según la RAE, un maestro es una “persona que enseña una ciencia, arte u oficio, o tiene título para hacerlo”. También la define como “persona que es práctica en una materia y la maneja con desenvoltura”. Otra de sus acepciones es: “dicho de una persona o de una obra: De mérito relevante entre las de su clase”. Un maestro, más que enseñar o instruir -que es comunicar sistemáticamente ideas, conocimientos o doctrinas- educa.

Ahí está la esencia, la razón y la fuerza de ser maestro, en su función de educador. Educar, según la RAE, es “dirigir, encaminar, doctrinar”. Es “desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.”. También es “perfeccionar, afinar los sentidos” y “enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía”.


Mi papá era MAESTRO, en mayúsculas, en negrita, en itálica y subrayado; y si más cosas quieren ponerle, más cosas aplicarían. Era un maestro de verdad, era un educador de primera y no porque yo lo diga; sino porque todos los que pasaron por sus manos, pueden dar fe de esto. Para él más que una profesión o un trabajo, ser maestro era una vocación, era una bendición. Esa entrega y esa pasión por lo que hacía me hizo entender lo que es “ser maestro” y, sobre todo, su gran responsabilidad y compromiso con esta sociedad. Eso vi; con eso crecí, eso fue lo que aprendí y trato de vivirlo así. Porque aunque soy relacionista de profesión, también soy profesora universitaria. 

Mientras más lo pienso, más convencida estoy que esa influencia que tuve tan presente en mi vida, la de mi padre, la educativa, fue la que me llevó al campo de las relaciones públicas. Y digo esto porque ejercer las relaciones públicas tiene una gran dosis de educación. Es una de las profesiones más nobles que existen. Está enfocada en buscar el bien común y en lograr una mejor calidad de vida para conseguir una sociedad más justa. Y esto no es blá, blá, blá; esta es la verdad. 

Volviendo a la vocación. Interesante fue descubrir que muchas de las cosas que hago y digo eran las que hacía o decía mi papá. “Estudia. Lee. El conocimiento es algo que nadie nunca te podrá quitar”. “No te embotelles las cosas, lo importante es saber dónde encontrar la información”. “Busca, analiza, compara y llega a tus propias conclusiones”. Si alguno de mis estudiantes lee esto, ¿les suena familiar? Jejeje Ya saben, ¡la culpa no es mía!.  

Trato todo el tiempo que mis estudiantes piensen. Los reto. Siempre les digo que cada quién puede pensar lo que quiera y como quiera; pero fundamentado con argumentos. En el salón discutimos de todo. Las cosas se hablan, cada quién trae su punto. Se comparte; se discute. Todos nos enriquecemos. Como yo les digo a ellos; ya yo llegué a mis conclusiones, ahora ustedes lleguen a las suyas. 

Ya este país está saturado de personas sin criterio propio que repiten como el papayo los disparates que otros dicen y que ellos dan como ciertos porque lo dijo “mengano”. Tenemos exceso de gente ignorante; que conste, que según la RAE, esto no es otra cosa que una persona “que no tiene noticia de algo”; o sea, que no sabe. No leemos, no buscamos, no comparamos, no analizamos. Nos creemos los cuentos chinos que cualquiera nos dice y nos tragamos toda la demagogia de los políticos. Pensamos que la luna es de queso y que se come con galletas. Encima, estamos convencidos que Santa y que Disney existen. ¡Que Dios nos coja confesa’os! 

Buenos educadores son los que necesitamos en este país. No es graduarse con el título de maestro; es continuar preparándose, es seguir aprendiendo. Muchísimos buenos maestros tenemos; pero también tenemos de los otros. Muchos dan el todo por el todo a diario tratando de sembrar esa semilla en los niños y en los jóvenes para que este país eche pa’ lante. Hay algunos, porque gracias a Dios no son la mayoría, que no están por sus estudiantes sino por su conveniencia. Esos, deberían, por respeto a los estudiantes, a su país y a ellos mismos, dejar el campo de la educación. 

Soy fruto del sistema público; a muchísima honra. Buenos maestros tuve y también de los otros. Pero de los “otros”, en el sistema privado también hay; así que andamos parejos. Siempre recuerdo con cariño a mi primera maestra, Luz Leyda Almodóvar. A la distancia, me doy cuenta de su gran aportación. Fue la que preparó el terreno y puso la ‘zapata’ para que yo, al igual que muchos, pudiésemos seguir y convertirnos en los profesionales que somos. Fue mi maestra de “kinder” y siempre le estaré agradecida por su dedicación y compromiso. 

Otros excelentes maestros y profesores he tenido desde mis grados primarios hasta mis estudios de posgrado. De todos he aprendido algo; de algunos más que de otros, pero siempre he aprendido. Hay otros, que aunque no tomé cursos con ellos también me inspiraron. Hay muchos que todavía me motivan a tratar de ser cada día mejor profesora y mejor persona. Porque sólo así es que uno se educa y puede educar. 

Y es que no sólo se enseña la materia, se enseña con el ejemplo, con el modelaje. Debemos vivir lo que decimos. Ser lo que enseñamos. Tenemos maestros que marcaron nuestras vidas, que nos sirven de ejemplo. Eso mismo debemos ser para nuestros estudiantes. Debemos motivarlos; que crezcan, que se abran a todas las líneas de pensamiento. Que sepan lo que está pasando en este país y en el mundo. Que conozcan los diferentes puntos de vista de una situación; porque la verdad absoluta, no existe. Hay que retar el intelecto del alumno; sembrarle la curiosidad. Tenemos que hacerlo ir más allá. Debemos motivarlo a que busque, a que compare, a que analice; a que llegue a sus propias conclusiones; a que tengan libertad intelectual. Por lo menos yo, a eso aspiro.

Nuestro sistema educativo necesita una buena revisión. Necesitamos erradicar la maldita politiquería de sus entrañas. Necesitamos darle más recursos a los maestros para sus clases y más oportunidades para que ellos se sigan educando. Necesitamos tener más maestros comprometidos, que en vez de trabajar, vivan la vocación de ser maestros. Necesitamos una comunidad que apoye la educación, que la impulse. Necesitamos unos padres que estén más pendientes de sus hijos, que los motiven, que estén pendientes de ellos, que los ayuden a crecer. Necesitamos una sociedad que busque que sus ciudadanos se eduquen cada vez más y un gobierno que ponga todos los recursos al servicio de la educación. Necesitamos el compromiso de todos. 

Estoy convencida que la educación es la única manera de lograr un país mejor. Comparto con ustedes la misión de la Universidad del Sagrado Corazón (que mis estudiantes tienen que recitar como un mantra jeje) porque para mí encierra el sentido pleno de la educación: Educar personas en la libertad intelectual y la conciencia moral, dispuestas a participar en la construcción de una sociedad puertorriqueña más auténticamente cristiana: una comunidad solidaria en la justicia y la paz. Como educadores, a esto debemos aspirar. Vivamos la educación como lo que es; una responsabilidad, un compromiso, una vocación y una bendición.

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