Por si las moscas...

Los comentarios vertidos en estos escritos son de mi total responsabilidad. Comparto lo que pienso y siento, simplemente para que se pueda apreciar otro punto de vista sobre la cosas. Pueden o no estar de acuerdo con lo que expongo; conmigo no hay ningún problema porque cada quien tiene el derecho a pensar lo que mejor entienda. Los comentarios son bienvenidos. Espero que si alguien difiere, lo haga con respeto; no escribiendo chabacanerías o insultando. Este no es el lugar para eso. ;-)

domingo, 26 de mayo de 2013

Compartimos el mismo espacio pero, al parecer, nos está costando

Compartimos el mismo espacio, pero nos está costando; y al parecer, mucho. Desde hace bastante tiempo pensaba escribir sobre esto, porque se ha convertido en una constante en nosotros. Sólo que como estas últimas semanas han sido algo “turbulentas”, quería esperar a que la marea volviera un poco a su nivel porque la gente está muy sensible.

Este país, más que cualquier otra cosa, parece un campo de batalla. Y esto es en cualquier ámbito y por cualquier cosa. Estoy clara que las relaciones humanas son difíciles y por ende la comunicación entre las personas lo es también. La buena o mala noticia -depende como cada quién lo vea- es que tenemos que bregar con esto porque todos compartimos el mismo espacio y deberíamos llevar la fiesta en paz.

Me está súper interesante la dinámica que acostumbra darse en este país. La gente pide tolerancia y respeto; pero no lo da. Pide que se respete como son, lo que piensan y como sienten; pero no respetan a los demás. No les gusta que le pongan sellos, etiquetas, pero las ponen ellos. Y es porque la gente se apasiona, se ciega, pierde la cabeza e insulta, sin tan siquiera haberle puesto un poquito de raciocinio a la cosa. Así está la cosa.


Leer cómo las personas se expresan, cómo atacan e insultan al otro porque piensa diferente o porque son diferentes; ver cómo se creen en el derecho de vejarlos, burlarse, confrontarlos simplemente porque sí. Es increíble cuán fanáticos somos y nos segamos por eso. El ver cómo denigran y cómo hacen daño por la satisfacción de hacerlo es increíble. Esto lo vemos constantemente en temas relacionados a la política, a la educación, a la religión, a las causas sociales, a los derechos de la comunidad LGBTT, al aborto, al control de la natalidad, a la historia, a la economía, en fin, con cualquier tema. Lo triste es que no hay excepciones, ni es un solo grupo, porque casi la totalidad lo hace. 

Escuchar las cosas que dicen algunos; darse cuenta que la gente ataca, aún sin saber de lo que están hablando, que repiten como el papagayo lo que alguno dice; ver cómo defienden lo indefendible y cómo toman como punta de lanza “la verdad” que alguno dijo, sin tan siquiera corroborar la información, es impresionante. 

Siempre he respetado lo que piensan y creen los demás; independientemente que yo crea que estén equivocados o no; eso es otro asunto. Todos tenemos el derecho de pensar y sentir como queramos; lo único, y lo que siempre les digo a mis estudiantes es que todo tiene que estar fundamentado. Saben ellos, porque se los digo desde el día uno, que pueden pensar cómo y lo que quieran. Que deben llegar a sus propias conclusiones, pero no por que alguien se los dijo; sino porque han buscando, han analizado, han evaluado y han concluido. Eso es lo correcto. Lo otro, es lo que más tenemos en nuestro país.

Y es que tiramos de la baqueta. No hay búsqueda de información, no hay evaluación, no hay análisis, no hay discernimiento, no se examina la historia, no se buscan fuentes alternas, no se hacen comparaciones; en fin, no hay pensamiento crítico. Adoramos a los “fotuteros” que sólo escuchamos y hacemos lo que ellos nos dicen, sin pensar. Es ley lo que ellos dicen; nada más cuenta. El problema es que cuando el agua se derrama, no se puede volver a recoger y el daño que se hace, muchas veces no se puede remediar. 

Muchas cosas han pasado últimamente. Varias podría nombrar, pero creo que una que ilustra muy bien lo que quiero decir, es lo relacionado al altar de la patria y a los restos de Ramón Power y Giralt. Y lo traigo porque este fin de semana leí, en un periódico de circulación nacional, una opinión de una entendida sobre este asunto y es lo más acertado que he leído. Además, de que ilustra lo mismo que menciono; que se habla, se ataca, se acusa y se juzga sin saber.

Para mí fue increíble leer la retahíla de cosas que se han escrito sobre el recibimiento de los restos de Ramón Power y Giralt; muchísimas de ellas desde la ignorancia. La mayoría de la gente, para empezar, no sabían quién era él ni su aportación. Si no sabemos de algo, pues a buscar información antes de decir nada. Pero esa no parece ser la regla en el país. Sólo lo que yo digo es; el resto, no cuenta.

Y esa misma actitud la trasladamos al comportamiento social. Lo que yo digo y hago es ley, es mi derecho; lo demás no importa. Claros debemos estar que nuestros derechos terminan donde empiezan los de los demás y que, además, tenemos unas responsabilidades que cumplir con la sociedad. Compartimos un espacio con los demás y queramos o no, debemos velar porque sea el mejor para vivir.

Toda la vida he escuchado que el jíbaro, aunque poco instruido, era una persona educada y que era fiel a sus principios y a los suyos. Que era respetuoso, honesto, responsable, agradecido, honrado, agradable, trabajador, caritativo, laborioso, considerado, creyente, compasivo, orgulloso de su origen y que se desvivía por el buen trato a los demás; entre mil cosas más. Y viendo cómo está nuestra sociedad actualmente me pregunto cuándo fue que empezamos a perder todo esto…

Siempre he apostado al ser humano; a las personas, a lo que somos, a lo que sentimos, a lo que queremos, al respeto, a lo correcto, a la igualdad, a la equidad, a la tolerancia, a la benevolencia y a la caridad; entre otras más. Seré inocente o soñadora, pero así vengo de fábrica. A veces creo que estoy apostando demasiado; que creo demasiado en la gente y, sobre todo, que posiblemente estoy equivocada.

Y no es que me crea que soy sea mejor que nadie, ¡Dios me libre! (me imagino que alguno lo pensó); sino que estoy consciente -y por ahí va mi intención- que no estoy sola, que no vivo en una burbuja, que comparto espacio y que sólo tratando es que lograremos que esto sea mejor. Sólo hay que trabajarlo día a día. Debemos buscar hacer de nuestro diario vivir, de esta sociedad y de este país uno con un ambiente más cómodo y llevadero para todos. Así lo creo.

Pero este problema nuestro tiene su base en lo poco educado que estamos en gran diversidad de cosas. Nos falta educación, y mucha. Nos falta sensibilizarnos. Nos falta aceptar a los demás tal cual son. Nos falta entender que todos somos iguales y que tenemos los mismos derechos pero también las mismas responsabilidades. Nos falta respetarnos unos a otros. Nos falta poner de nuestra parte. Porque es nuestra obligación hacer de esta sociedad una más justa, más llevadera y más feliz; sí, más feliz, aunque suene "cursi".

Tenemos que tener claro que, aunque pensemos otra cosa o así lo creamos, no estamos solos y que compartimos el mismo espacio con todos los demás, estén o no de acuerdo con nosotros, pensemos o no pensemos igual y creamos o no lo mismo; y esto, no lo podemos cambiar. Así que lo único que nos queda es hacer todo lo posible por llevar la fiesta en paz, tratar de compartir el espacio, vivir en armonía y construir una mejor sociedad para tener un mejor de este país; aunque nos cueste.

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