Debido a varios acontecimientos que han ocurrido en el país, durante estos últimos días he estado rumiando y cavilando sobre la reputación y su valor. Es que siempre he visto la reputación como algo sumamente importante en todas las facetas de la vida.
No importa en el ambiente que uno se desenvuelva; ya sea laboral, personal o en cualquier otro, la reputación marca el camino. Y es que uno no solamente es lo que cree que es, sino lo que los demás piensan que uno es.
Porque ahí está lo neurálgico de la reputación; que no es algo que uno posee, no es suyo, de su propiedad o lo puede controlar; sino que es una apreciación de los demás, es propiedad suya, es otorgada por otros, es dada.
No es cuestión de uno creer o decir que ‘mi reputación es buena’ o ‘voy a hacer esto para tener buena reputación’, o ‘Ahora voy a hacer que me apoyen’; entre otras frases más.
Por más que algunas personas tratan no lo consiguen. ¿Por qué? Porque quien adjudica es el otro, son los demás. Estos podrían percibir que no es genuino, que es orquestado o que podría ser buscando algo en específico.
Así que no está limitado a una acción, mucho menos cuando es planificada, manipulada, trabajada o para quedar bien; sino es que el resultado de muchas cosas, de tiempo, de interacciones, de observación.
La reputación es, según el Diccionario de la lengua española, una ‘opinión o consideración en que se tiene a alguien o algo’. Como segunda acepción indica que es el ‘prestigio o estima en que son tenidos alguien o algo’.
Es que la reputación es el resultado de la credibilidad, la ética, la confianza, la transparencia, los valores, los hábitos, los comportamientos, las reacciones, el sentido de justicia, los códigos y las contribuciones sociales; entre otras muchas más.
‘Cría fama y acuéstate a dormir’, ‘Uno recoge lo que siembra’, ‘No sólo debe ser la mujer del César, sino parecerlo’, ‘Quien siembra vientos, recoge tempestades’; ¿no les dice algo?
De como las personas actúen, los demás le adjudicarán una buena o mala reputación. Tener buena reputación equivale a tener buen nombre, a ser reconocido, a tener prestigio, a ser respetado.
Por el contrario, tener mala reputación es tener mala fama; pensar que no es confiable, que no es honesto, etc. Y vuelvo y menciono, esto tiene que ver cómo el o los otros lo ven; aun cuando pudiera ser que no fuera el caso.
La reputación se construye día a día, con todo lo que hacemos y decimos. Es la acumulación de muchas cosas. Es mostrarse tal cuál es, es respetar a los demás, es ser justo, ético, honrado, transparente, etc. Porque esto es lo que hará que tengas buena reputación; no al revés.
Debemos estar claros que la reputación es un resultado. Y que hay que cuidarla y ser constante, porque como bien dijera Warren Buffet: “Se necesitan veinte años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla”.
Reflexionemos sobre esto, porque como él mismo añade: “Si piensas en eso, harás las cosas de manera diferente”. Y esto no sólo aplica a las personas, sino también a las organizaciones, las empresas, las instituciones, e incluye el entorno digital.
En cada uno de nosotros está decidir qué tipo de reputación queremos tener y trabajar en ello. Todo dependerá del valor que le demos.
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