La confusión entre relaciones públicas y propaganda continúa. No sé si es porque no lo hemos explicado bien, porque se repite lo que otro dice o porque para muchos da igual y le ponen el nombre que desean a lo que quieren y punto.
Es importante aclarar los términos para que las personas utilicen los correctos, hagan una mejor apreciación de las cosas y tomen decisiones basadas en datos, no en suposiciones u opiniones. Porque las tres son cosas completamente diferentes.
El dato es la información sobre algo concreto que permite su conocimiento exacto o sirve para deducir las consecuencias derivadas de un hecho (DLE). La suposición es algo que se considera como cierto, pero que necesariamente no lo es.
La opinión es un juicio o valoración que se forma una persona respecto de algo o de alguien (DLE). Aprovecho e incluyo la opinión pública porque, al final, con esto es que se está bregando. Es un sentir o estimación en que coincide la generalidad de las personas acerca de asuntos determinados (DLE).
Importante mencionar que la opinión pública tiene que ver con ‘coincidencia y generalidad’, no estamos hablando de veracidad. Aquí hablamos de que es lo que piensa un gran número de personas, no de que porque la mayoría lo piensa o cree es cierto; aunque en muchos casos sí es así.
Algunos podrían pensar que tienen la verdad agarrada por el rabo. Que es como ellos, sus líderes o la gente que admiran, dice. Que los que están equivocados son los otros.
Se engañan creyendo en el mundo que otros le pintan. Santifican o demonizan de acuerdo a lo que les dicen. Caen fácil en la retórica y la demagogia. Sucumben a la emoción desconectándose de lo racional.
No indagan, no buscan, no corroboran. Se lo creen todo. Muchos defienden a capa y espada lo indefendible. Raspando un poquito, todo sale a flote pero no les interesa porque los saca de su zona de comodidad. Tendrían que cuestionarse muchas cosas y eso, no era.
Y esto es campo fértil para la propaganda. Por eso es que vuelvo, luego de tropecientas veces, una más para explicar que relaciones públicas y propaganda no es lo mismo porque sus principios y lo que buscan es diferente.
Y no voy a demonizar una o la otra. Cada quien hace su lucha con lo que puede y con lo que tiene pero… aquí es donde la puerca entorcha el rabo… si la gente no está clara de lo es cada una las confunde y ahí comienza el problema.
Y lo digo porque si se conocen los términos y lo que puede hacer cada una de las cosas, sin problema alguno puedo decir: “¡Ah!, eso es propaganda”. La filtra y no se deja afectar.
Pero, si la persona no conoce la diferencia puede creer cosas que no son y hasta apoyar algo que, si hubiese tenido todos los elementos para hacer un juicio o lo hubiese analizado, no lo apoyaría.
En el salón de clases siempre les decía a los estudiantes que tenían que leer de todo y de todos lados (tenían que leer prensa local e internacional y de extrema izquierda a extrema derecha), conocer las líneas editoriales, ver los diferentes puntos de vista y analizar lo que leían. ¿Por qué? Porque de esa manera podían filtrar la información y saber por dónde iban los tiros.
Así que voy a mencionar primero la propaganda a ver si así, mirándola de frente nos damos cuenta de que mucho a lo que se le llama relaciones públicas realmente es propaganda.
La propaganda es un discurso de poder que busca promover doctrinas, ideologías y conceptos, entre otros, para atraer adeptos a sus causas respondiendo sólo a sus intereses y objetivos. Es lograr lo que se quiere, no importa cómo.
Es utilizar todos los recursos disponibles, que suelen ser muchos, para ganar adeptos. Es utilizar cualquier cantidad de estrategias para mostrar solo lo que se quiere, sin la posibilidad de dejar espacio para el cuestionamiento o la disidencia.
La propaganda solo busca llevar la información que le conviene al que la utiliza. Es comunicación en una sola vía, es como un monólogo sin posibilidad de refutación. Es dirigir, disfrazar las cosas, ponerlo bonito -o feo- de acuerdo a lo que se busca.
Es el juego de las palabras y los conceptos para dirigir los pensamientos y las acciones. Es decir lo que se desea escuchar, para que algo sea aceptado o rechazado y que se apoye o se condene; dependiendo el caso. Es controlar el mensaje e influenciar sin dar la posibilidad de buscar o analizar; solamente aceptar.
Una de las cosas más preocupantes es que mucha gente no sabe que no consume información, sino propaganda.
Leo mucho en las redes cualquier cantidad de cosas diciéndole a los demás que están equivocados, que los están usando, que tal o cual y cuando analizo las cosas, resulta que a quien están utilizando o la que está equivocada es esa persona.
Pero bueno, ¿qué puedo decir? Así funciona la propaganda. Te lo crees y piensas que estás en lo correcto. Que es como le dicen y ellos repiten. Nunca ven el elefante en la sala aunque esté allí en la mecedora tomando café y viendo televisión.
Mientras, las relaciones públicas “es un proceso de comunicación estratégica que construye relaciones mutuamente beneficiosas entre las organizaciones y sus públicos”.
Busca establecer líneas de comunicación entre la organización y sus diferentes públicos para lograr el entendimiento. Es comunicación bilateral. Se habla, pero se escucha. Es intercambio de información con retroalimentación, análisis y consenso.
Las relaciones públicas trabajan por el bien común, por el bienestar de los demás y del país. Se busca una sociedad más equitativa y solidaria.
Y, ¡claro está!, también se trabaja por los intereses de las organizaciones pero éstos no pueden ir en contraposición a los intereses de la comunidad; como podría ser el caso de la propaganda.
Lo más importante aquí es que las personas sepan lo que consumen. Si consume propaganda y quiere seguir consumiéndola, perfecto. Está en su derecho. Pero que esté claro de lo que es y sus implicaciones.
Y el que no la quiera consumir, que tenga la posibilidad de ver algo, analizarlo, filtrarlo, pasarle por encima y seguir sin que le afecte, porque sabe que es propaganda y para lo que está diseñada.
Lo primordial es que cada quien tenga el control, no que otros lo controlen. Pero para eso, tiene que saber la diferencia entre los conceptos y lo que busca cada uno. Debemos ser muy críticos. Como proceso, debe investigar, analizar, evaluar y concluir. Lamentablemente, muchos no hacen esto -o no quieren hacerlo- y se creen los cuentos.
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