La coronación de Napoleón de Jacques Louis David |
En mis clases siempre incluyo elementos
históricos relacionados a la materia que se esté estudiando. Creo que es importante que conozcamos
cómo fue la evolución de lo que conocemos hoy. Es una manera de analizar la
manera en que se actuó ante ciertas situaciones.
Los vestigios de lo conocemos hoy como
protocolo se remontan a las primeras civilizaciones. Uno de los temas que
discutimos, no tanto como quisiera porque no es una clase de historia, es cómo
a través del tiempo se estableció y se jerarquizó el poder.
Resulta la mar de interesante ver que
desde las antiguas civilizaciones, tanto de este lado del charco como del otro
y en distintas épocas, se ‘amarraban’ los gobernantes a cuestiones divinas.
Si se hace un análisis histórico, que no es
la razón de esta entrada, se podría apreciar que en casi todas se utilizó el
mismo concepto. Los asirios, los egipcios, los chinos, los japoneses, los
coreanos, los romanos, los mayas y los incas, son sólo algunos ejemplos de esto.
Su relación con la divinidad podía ser
variada. Algunos atribuían que eran descendientes de los dioses, otros que los
dioses les habían conferido el poder para gobernar, aplicar la ley y la
justicia y otros, como en el caso de los faraones y luego los césares, ellos
eran la divinidad. Así se hacían del poder y lo perpetuaban.
Muchísimas dinastías, que según el DLE es
una “familia en cuyos individuos se perpetúa el poder o la influencia política,
económica, cultural, etc”, fueron quedándose en el tiempo. Las que quedan han
ido modificando o ajustando su rol dentro de la sociedad de acuerdo a la
realidad actual.
Cuando muchas de estas se abolieron,
sobre todo en el siglo pasado, gran cantidad de países pasaron a ser, en su
mayoría, repúblicas democráticas donde el poder político es ejercido por los
ciudadanos. Los dirigentes o gobernantes son electos por el pueblo y se respeta
el principio de ley y orden. Hasta ahí, vamos bien.
Toda esta perorata es porque recién leí
que un alcalde anunció que su hijo lo sustituirá en el cargo. Y de hijos
asumiendo los cargos políticos hemos visto muchos a través de la historia. Lo
que me chocó mucho fue la justificación del alcalde; que Dios se lo dijo.
Podrán imaginarse cuántas cosas pensé
cuando leí eso. Me parece interesante que a estas alturas del siglo XXI, se
siga utilizando el “Dios me dijo”, para conseguir el apoyo de las personas. Que a lo mejor sí se lo dijo; quién sabe. Pero no sé por qué; pero me parece que Dios no se mete en la política.
En un sistema democrático debe haber
separación de iglesia y estado, pero la realidad es que muchos dirigentes
utilizan el argumento para influenciar o buscar el apoyo de sus
correligionarios. Y no tengo que decir que habrá quién, sin cuestionarse
absolutamente nada, validará lo que dice el alcalde.
Me impresiona sobremanera que se utiliza
el ‘mensaje divino’ para dejar en el puesto al hijo; como si se tratara de una
dinastía. Los dirigentes deben entender que
en las democracias, los puestos no son hereditarios.
Al final veremos sí, como ha pasado en la
historia, habrá quién lo haya creído. Como pinta la cosa en este país, estoy segura que más de uno lo creerá así.
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