Uno de los grandes desaciertos que han
tenido los gobiernos en los últimos años, y esta administración no es la
excepción, es en el manejo de la comunicación. Pareciera que es fácil, pero
para poder hacerlo de manera efectiva muchos elementos deben converger.
Desde el punto de vista del comunicador debe
haber una combinación entre base académica, conocimiento general, experiencia,
prudencia y sentido común; entre otros. Y desde el punto de vista del gobierno
debe haber un plan establecido, directrices claras, transparencia y veracidad;
entre otras.
Y es que comunicar no es enviar comunicados
de prensa casi todos los días sobre cualquier cosa o hacer conferencias de
prensa para todo. Ni crear o estar buscando el ‘photo opportunity’ para buscar
exposición o hacer propaganda. No es forzar las cosas.
Tampoco es crear “medios”, que realmente
son vehículos propagandísticos para ensalzar cualquier cosa que se haga. Mucho menos es contratar
gente para que en las redes sociales alabe los suyos y despedace al contrario. Los
troles, muchos de ellos pagos, más que llevar información, manipulan.
En este país se utiliza más la
manipulación y la propaganda que la persuasión. Persuadir es dar todos los
argumentos y elementos para que la persona, al hacer la evaluación de los
mismos, concluya lo que usted presenta. ¿Por qué? Porque es la mejor opción.
Manipular es eliminar alguno de los
elementos, obviar información, cambiar cifras o decir verdades a medias para
que la persona llegue a la conclusión que se quiere que llegue. Es dirigir
la conclusión porque si se hubiera tenido todos los elementos, lo más seguro es
que no optaría por eso.
No es forzar las cosas, ni querer
aparentar. Ni tratar de ‘mostrar lo bonito’ o lo que le gusta a la gente. Al
final, las cosas van cayendo en su sitio, se van conociendo las realidades, se
van develando las verdades y todo se sabe. Por mucho que se maquillen las
cosas, al no ser genuino, no perdura.
Comunicar es saber concertar un mensaje
de manera efectiva. Es desarrollar un plan, una estrategia de comunicación
articulada que promueva la política pública, informe a la comunidad y eduque,
entre muchas otras funciones, a todos los públicos a los que sirve.
La comunicación debe estar fundamentada
en la verdad, en los hechos, en la razón. Debe ser clara, transparente. No en
historias, no en cosas acomodadas para dar una impresión positiva. Cuando no son realidades, tarde o temprano se sabe.
Mucho hemos visto de esto, sobre todo en estos
últimas semanas. Se dice una cosa, pero resulta otra; se dan mensajes
contradictorios, se cambian las versiones, se envían comunicados errados y
luego hay que corregirlos. Se justifican cosas injustificables. Se habla de
‘alinear’ a la gente.
Y algunos podrían argumentar que todo es
legal, pero moralmente se podrían levantar cuestionamientos. No nos podemos escudar en
la legalidad de las cosas para justificar lo que se hace, aún sabiendo que van
en detrimento de la sociedad, sobre todo de los más vulnerables. El balance es
necesario.
Hay que tener cuidado en lo que se hace y
mucho más en cómo se comunica porque no todo se vale, ni todo se puede
justificar.
Gobernar no es un juego. De las
decisiones de los dirigentes y de sus acciones dependen la vida de muchos. Es
por eso que todavía estoy tratando de buscarle una razón a la pompa dada a la
ayuda humanitaria a Venezuela y, sobre todo, al anuncio del envío del avión con
suministros a ese país hermano.
No acabo de entener cuál fue la
estrategia detrás de eso; pero clara estoy que no fue una de comunicación ni de
relaciones públicas, como alguno podría decir, sino que parece más una
estrategia de propaganda.
¿Por qué? Porque en una situación como
esa, hay muchísimas cosas en riesgo y eso de anunciar con bombos y platillos
que se estaba supliendo el avión, el ofrecer entrevistas, el retar al otro
gobierno -aún cuando no somos soberanos-, el hablar y hablar pudo afectar toda
la misión del envío de suministros.
No se puede decir que se va a entrar, a la trágala, a un
país soberano. Ni mencionar con quién se está coordinando, mucho más cuando
es la oposición. Además, esta situación que vive Venezuela es muy compleja y la cosas no son blanco o negro. Hay muchísimos elementos, tanto políticos como
diplomáticos y humanitarios que considerar antes de decir nada y buscar protagonismo.
Hay que escoger bien las palabras, hay
que ser prudente. No se puede afectar el trabajo que se está haciendo. Hay
momentos en que es mejor no decir nada. Dejar que los procesos se terminen y
luego informar sobre ellos. No es una competencia en quien dice qué primero.
La responsabilidad de comunicar es mucha.
Y hay que hacerlo de la manera más concienzuda posible. El ver cómo se estuvo
manejando todo esto, me puso a pensar en si realmente se trabaja una estrategia
de comunicación o si quien la trabajó miró las posibles repercusiones
más allá de hacer propaganda.
Creo que con esto que pasó quedó claro el
porqué siempre estoy con la cantaleta de que quien trabaje en comunicación debe
estar preparado para ello. Porque
comunicar nada tienen que ver con ensalzar, querer impresionar o hacer
propaganda, sino con veracidad, transparencia y credibilidad.
Clip art: Pixabay
No hay comentarios:
Publicar un comentario