Hoy se conmemoran los 150 años del Grito de Lares. Me parece que es una excelente coyuntura para pensar profundamente y con seriedad dónde estamos como pueblo y como país. Mucho más importante, hacia dónde vamos.
No hay nada mejor que mirar la historia, pero con ojo crítico; no con fanatismo o visión miope. No resguardarse en cuentos de camino, ni desmereciendo lo que se hizo. Las actuaciones pasadas son el resultado de las situaciones y las circunstancias de ese momento histórico y hay que aceptarlas y aprender de ellas.
El 23 de septiembre de 1868, Puerto Rico declaró su independencia. Y, aunque fue por poco tiempo, debemos entender el porqué de eso. Fue una reacción a la situación que se vivía por la injusticia, el abuso, la corrupción, la tiranía y la ineficiencia gubernamental española, el desastre económico, los impuestos, el racismo, el hambre y muchas cosas más.
El pueblo comenzó a levantarse porque era lo justo; porque era necesario; porque querían dejar de ser colonia, querían dejar de que los pisaran y anhelaban convertirse en una nación, en un país soberano, como estaban haciendo los pueblos de toda la América. La libertad es el anhelo natural de todo ser humano.
Nosotros, desde que nos instituimos como sociedad en el siglo 16, hemos sido colonia; primero de España y después de los Estados Unidos de América. He allí el porqué el síndrome del colonizado está tan enraizado en nuestro ADN. Para muchos, gracias a Dios que no es para todos, el vivir bajo el dominio de otra nación es aceptable.
El adoctrinamiento es tanto, que prefieren vivir dominados. Lo más triste de todo es que la gran mayoría del pueblo cree ciegamente en los líderes que impulsan esto; aún cuando como resultado de la corrupción, los recursos llegan cada vez menos al pueblo. Pero como se vive de la emoción y del cuento, no les importa. Prefieren vivir engañados que enfrentar la cruda realidad.
Me parece interesante el argumento que algunos utilizan para pedir la anexión, que es la igualdad. ¡Pero si yo también la quiero!; pero no sólo con los ciudadanos estadounidenses, donde está cada vez más claro que allí la igualdad no existe, sino con los ciudadanos de todo el mundo.
Quiero vivir en un país soberano. Y basta ya de la respuesta infantil que muchos utilizan, que rápido mandan a uno a vivir a Cuba o a Venezuela. Esto sólo demuestra poco conocimiento y una pobre y limitada visión de mundo. Las gríngolas no les permiten apreciar la diversidad que existe y entender que, si queremos, podemos ser parte de la misma.
Debemos empezar a entender que estamos inmersos en un ambiente caribeño, luego latinoamericano y, al final, mundial. Que el mundo es amplio y que podríamos estar de tú a tú con las demás naciones; incluido EE. UU..
El no reconocerlo sólo demuestra el nivel de infantilismo político al que muchos son sometidos por los políticos. Tanto tiempo bajo este patrón parece que nos ha llevado a pensar que nada más es posible; que tendremos que vivir toda la vida sometidos a otra nación, a dejar que decidan por nosotros, a que seamos dependientes y a conformarnos con los que nos den.
Muchos dicen que nosotros sin los EE. UU. no somos nada. Que gracias a ellos es que nuestro país se ha desarrollado. Me parece que no se está viendo el cuadro completo y que no han mirado la historia. La primera parte del siglo pasado, ya estábamos bajo el dominio de los EE. UU. y, ¿qué teníamos? Muy poco.
Para muchos si somos independientes este país iría de mal en peor. Argumentan que la corrupción, la violencia, los abusos y todas esas cosas que tienen “las repúblicas” podrían afectarnos. Y por si acaso, los EE. UU. es una república, como muchísimas más.
Además, ¿no estamos mirando lo que está sucediendo en el país? ¿Es que todavía hay quien cree que esto está funcionando bien? El mal manejo de los recursos puede darse en cualquier sistema político.
Con la situación nuestra, más que claro ha quedado que la corrupción, el amiguismo, sacar ventaja y anteponer los intereses personales al bien común, no es único de los países independientes. Y es que esto no tiene que ver con el sistema, sino con las personas, su calidad humana y su compromiso con el país.
Como país, debemos enfocarnos en combatir la corrupción, resolver nuestros problemas, no permitirle a los políticos que sigan sacándole provecho al país y desarrollar un proyecto de país que realmente responda a nuestra realidad.
Y lo más importante, debemos educarnos. Educarnos en muchísimas áreas, incluida la política. Debemos aprender a pensar, a analizar las cosas, a poder compararlas y a llegar a conclusiones pensadas, no a repetir como el papagayo lo que otros dicen.
Debemos enfocarnos en trabajar por el bien común y no en sacar ventaja de todo. Que podemos caminar, aún cuando el gobierno no haga su trabajo. El huracán María nos dejó una gran lección; que es la sociedad civil, la comunidad, la que responde y la que tiene que tomar el control.
Clarísimo quedó que los dos gobiernos, el estatal y federal, fueron deficientes en su respuesta. Que si no llega a ser por la comunidad, por la diáspora y por las organizaciones y las compañías, esto hubiese sido mucho peor.
Este último año ha quedado más que demostrada la fuerza y la voluntad del pueblo. Quedó claro que podemos tomar el control de nuestro destino. Esa fuerza que tenemos y esa disposición, es lo que hará que la gesta realizada hace 150 años por esos grandes puertorriqueños, no sea en vano. Si no que, por el contrario, sea esperanza para aspirar a que Puerto Rico labre su propio destino porque si nos lo proponemos, podemos hacerlo.
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