Hoy, 8 de agosto, se cumplen diez años de
la aprobación de la ley para reglamentar la práctica de las relaciones públicas
en Puerto Rico. (Ley Núm. 204 del 8 de agosto de 2008 para la creación
de la Junta Reglamentadora de Relacionistas de Puerto Rico). Lo que me ha llevado a esta reflexión.
Las relaciones públicas se definen como
“un proceso de comunicación estratégica que construye relaciones mutuamente
beneficiosas entre las organizaciones y sus públicos”. Pareciera algo sencillo,
pero no lo es.
Y es que comunicar no es cualquier cosa.
Muchos piensan que es fácil y que cualquiera puede hacerlo. He ahí el porqué
vemos, casi a diario, tantos desaciertos en la comunicación de agencias de
gobierno, entidades, organizaciones y empresas.
Se nota a leguas cuándo se tiene o no una
estrategia de comunicación. Vemos que se cometen errores crasos en cosas
básicas; tanto de estructura como de contenido.
Para manejar la comunicación se requiere
educación formal, experiencia, conocimiento en diferentes áreas, saber de la
actualidad local e internacional, sentido crítico y, sobre todo, ético; entre
muchas cosas más.
La razón de ser de las relaciones
públicas está en la opinión pública. El relacionista es un forjador de opinión.
Su función es neutralizar la opinión pública negativa, reforzar positiva y, en
ocasiones, crearla.
Por eso es tan necesario que el ejercicio
de la profesión esté regulado. No es para limitar el acceso a ella, sino para
que los que aspiren trabajar con las relaciones públicas y el desarrollo de
estrategias de comunicación, estén capacitados para ello.
Si no se trabaja correctamente, se pueden
asesinar reputaciones y destruir personas. De eso, mucho hemos visto. También
hemos visto cómo se usa la manipulación, la propaganda, la posverdad, las
noticias falsas, los hechos alternativos y la desinformación, entre otras, para
adelantar agendas.
Las relaciones públicas buscan persuadir,
no manipular. La diferencia entre persuasión y manipulación es la intención.
Cuando se persuade se da toda la información para qué, por el análisis, las
personas opten por lo que usted presenta, porque entienden es lo mejor.
Cuando se manipula, se da solo la
información que le favorece al que la ofrece; la demás se sesga o se omite para
que escojan su planteamiento o adopten sus sugerencias. Lo peligroso de esto,
es que las personas toman sus decisiones fundamentadas en premisas falsas pensando
que es lo mejor. ¿No es eso engañar?
Las relaciones públicas están
fundamentadas en la responsabilidad social y el bienestar común. Por eso busca
el entendimiento, lograr consenso y tender puentes. El sentido ético, el apego
a la verdad y el compromiso con los demás, son cruciales en el trabajo de un
relacionista.
Por eso es tan necesario que esté
regulada y que se exija una licencia para ejercerla en Puerto Rico. Es
fundamental tomar cursos de educación continuada para estar actualizado y,
sobre todo, promover el comportamiento ético porque en nuestra profesión, sólo
tenemos nuestra reputación y credibilidad.
La comunicación debe estar en manos de
los que saben porque, como se indica en el preámbulo de la ley, entre sus deberes “figura
el desarrollo de mensajes que impactan directamente sobre la opinión pública,
así como la responsabilidad de asesorar a la organización o individuo para
quien ofrece servicios sobre la importancia de que sus acciones, no sólo
respondan a intereses particulares, sino al interés público”.
Diez años han pasado desde que se aprobó la ley y mirando el camino recorrido, con todas las fallas y virtudes que pudiera tener la misma, ha sido un gran paso. Como mencionara antes, la idea no es ‘cerrar el círculo’, sino que los que trabajan con las estrategias de comunicación de una empresa, persona o institución, estén preparados para ello.
Sólo confío que los empleadores, los demás profesionales de la comunicación y el pueblo, entiendan la gran importancia de esta legislación. Porque la comunicación, no es un juego.
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