Aunque estamos en crisis, sigo leyendo
notas periodísticas sobre los fabulosos sueldos, las compras exorbitantes, los
viajes, los gastos y muchas cosas más que se dan en el gobierno.
Escucho a los líderes justificar los
‘sueldazos’ porque, según alegan, traen los mejores recursos disponibles para
resolver las situaciones que enfrenta el país. Entonces pienso que no tienen
idea de la diferencia entre lo público y lo privado.
Y que conste, no estoy diciendo que
nuestro país no necesite los mejores talentos, lo que digo es que se ha perdido
la perspectiva de cuál es nuestra realidad como país y dónde estamos parados.
En el sistema privado, una persona o un
grupo son dueños y su meta es generar ganancias para ellos; es sacar beneficios
sobre su gestión. Hacen con su dinero lo que mejor entiendan y pueden gastarlo
como quieran porque es suyo. Así funciona el sistema capitalista.
Pero el sistema público es otra cosa. La
función del ejecutivo es administrar de manera eficiente los recursos de un
país. Recursos que no son suyos, sino que son de todos y se les dio un voto de
confianza para custodiarlos y hacer el mejor uso de ellos en pos del bienestar
común y de los ciudadanos.
Y por si queda alguna duda de que esto es
así, sólo hay que mirar la formación académica de ambas. Tan diferentes son,
que no se enseñan en la misma facultad. Los enfoques no son los mismos; uno es en administración de empresas y el otro en administración pública.
Desde siempre había escuchado, y podría
sonar muy romántico y hasta utópico, que las personas aspiraban a un cargo
público para servir. Para poner a disposición del país sus talentos y aportar a
su desarrollo.
Era para dar, no para recibir. Para
hacerse rico, había que irse a la empresa privada. Pues como que las cosas han
cambiado, y mucho. Pareciera que el alto concepto del amor a la patria y de
servirla, pasó al olvido.
Ahora da la impresión que la gente va al
servicio público a lucrarse, a sacarle ventaja y provecho a lo que debió ser un
servicio al país. A beneficiarse, en vez de trabajar en beneficio del país y de
los demás.
Y no estoy hablando de que hay que tener
sueldos míseros ni nada por el estilo; sino de conciencia, sentido común y
ética. Porque, para mí, un país que supuestamente está en quiebra es para los
líderes ser comedidos y concienzudos y no para disponer de los recursos a
diestra y siniestra, como si fuera un barril sin fondo.
Los líderes deben entender de manera
inequívoca que su responsabilidad es velar por la mejor utilización de los recursos
del cuál todos somos dueños. Su compromiso debe ser con los ciudadanos que los
eligieron, no para sacar provecho personal o beneficios para grupos, amigos o
terceros.
Cuando internalicen esto, se darán cuenta
que sólo son custodios y no dueños y que deben ser transparentes, justos, éticos y responsables; a ver si por fin entienden que están en el sector público, no el privado.
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