Mi amiga Brenda comentó estos días en las redes sociales sobre el fallido intento de algunos funcionarios de gobierno y representantes en explicar el porqué de la derogación de la Ley 80 (Compensación por despido injustificado).
Mencionaba que no importaba cómo lo
intentaran comunicar, fallaban. Que se enredaban y no había claridad. Pero
mencionó también a otro líder legislativo que, aunque a algunos no les guste su
estilo autoritario, sabe comunicar.
Indicaba que hacía buen uso del lenguaje, utilizaba analogías y referentes; en fin, que comunicaba muy bien su
posición. Y no estábamos hablando de estar de acuerdo con su posición; sino de la efectividad de la comunicación.
Entonces le comenté que eso no era
casualidad, -ella también lo tenía claro- que esa era la diferencia entre tener
en su grupo de trabajo personas con la preparación académica en comunicación y
relaciones públicas, profesionales con experiencia y, sobre todo, estrategas de
la comunicación.
Y es que se habla mucho de la
comunicación y de su importancia para el gobierno, las empresas,
organizaciones, instituciones sin fines de lucro y para las personas. Pero, en muchísimas
ocasiones se falla porque se concentran en la táctica y no le prestan atención
a lo verdaderamente importante, que es la estrategia.
Y digo esto porque comunicar no es
cualquier cosa, ni es algo tan fácil de hacer. Hay que tener el conocimiento
para poder delinear un plan estratégico de manera que tengamos claro a quiénes,
el cómo, el cuándo y el por qué de la comunicación.
No es hacer lo primero que se nos ocurre,
lo que creemos que es o simplemente reaccionar a todo lo que pasa. No es poner
un montón de troles a decir cualquier cantidad de cosas. Que algunos sólo
repiten como el papagayo lo que se les dice o su único fin es atacar a los
contrarios y defender y ensalzar a los suyos.
Hemos visto, cada vez más, cómo la falta
de transparencia, el decir una cosa y luego hacer otra, los mensajes
contradictorios, el recoger vela de lo que se dijo, el estar corrigiendo la
información, el ocultarla o cambiarla, entre muchas cosas más, hace que el
gobierno pierda credibilidad.
Y es que cuando no se tiene claro lo que
es la comunicación y cómo se trabaja una estrategia, pasa eso. No se puede
estar reaccionando a cualquier cosa sin tener un plan claro de lo que se quiere
comunicar.
Cuando las cosas no se conocen, hay que
darlas a conocer. Cuando se confunden, hay que aclararlas. Cuando no se
entienden, hay que explicarlas. Cuando se tienen los conceptos erróneos, hay
que corregirlos. Siempre hay que dar la información real y veraz de la manera
más ética posible.
En la vorágine que estamos viviendo no
sabemos ni la hora que es. El discurso va por un lado y la acción por el otro.
Simplemente, se está reaccionando. Y eso, el pueblo lo percibe.
Hace poco vi una foto de una secretaria
saludando a alguien. Ni me acuerdo de qué era; pero sí me fijé que detrás, en el
piso, estaban tirados los zapatos de ella. Eso fue lo que se movió en las
redes. Hasta para eso hay que tener ojo. Siempre se debe ver más allá y
adelantarse a las cosas. Detalles como ese, aún cuando parecen insignificantes,
no se deben dejar pasar porque todo comunica.
Tampoco se debe decir lo primero que se nos
ocurre o reaccionar a todo. La comunicación hay que pensarla, hay que
planificarla y hay que delinearla. Hay que poner un objetivo y todos los
mensajes deben ir encaminados a cumplirlo. Pueden pasar miles de cosas -y
pasan- y deben atenderse; pero siempre se debe tener claro cuál es el norte. No
dejarse arrastrar por el torbellino del día.
Otra cosa importante, las batallas hay
que escogerlas. Se deben sopesar las situaciones y decidir si se responden o se
dejan caer. No disparar a lo loco a diestra y siniestra. Atacando o defendiendo
como reacción. En esos momentos es que más se debe tener claro el objetivo de
la comunicación. Nada se puede tomar personal.
Como parte de la estrategia de
comunicación, hay que preparar al funcionario o portavoz. Debe tener toda la
información y hablar con la verdad; no debe esconderse nada. Es mejor que usted
diga las cosas como son a que otro lo haga.
A veces, por temor a no poder controlar
las cosas se omite o se esconde información. Ese es uno de los errores más
grandes que pueden cometerse. Ejemplo de esto, ha sido las muertes después del
huracán María.
Si la oficialidad hubiese dado los datos
reales desde un principio; no se estuviera pasando lo que ahora. Se hubiese
buscado corregir el problema con premura para salvar vidas. Esconder la cabeza
como el avestruz, no es la solución.
Por eso es importante que los funcionarios
y portavoces reciban adiestramiento de cómo manejar la comunicación. Los ‘media
training’ son necesarios. Se debe foguear al portavoz y hacerlo bien. No
pasándole la mano, no preguntándole cosas bobas y fáciles. Tiene que aprender a
decir las cosas claras, entendibles y concisas. Debe aprender a comunicar.
Y podría decir muchas cosas más y dar
ejemplos de porqué es importante la estrategia de comunicación. Pero creo que
el punto ya está claro. La comunicación se planifica y debe estar en manos de
los estrategas porque ni es fácil, ni cualquiera lo puede hacer.
Y si todavía hay dudas, sólo hay que
comparar la comunicación del líder legislativo con la de cualquier otro
funcionario de gobierno. Nada más con el testigo.
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