Por si las moscas...

Los comentarios vertidos en estos escritos son de mi total responsabilidad. Comparto lo que pienso y siento, simplemente para que se pueda apreciar otro punto de vista sobre la cosas. Pueden o no estar de acuerdo con lo que expongo; conmigo no hay ningún problema porque cada quien tiene el derecho a pensar lo que mejor entienda. Los comentarios son bienvenidos. Espero que si alguien difiere, lo haga con respeto; no escribiendo chabacanerías o insultando. Este no es el lugar para eso. ;-)

sábado, 30 de septiembre de 2017

Como el flamboyán.



Trepadita difícil porque se agolpan los pensamientos y los sentimientos. ¡Tanto que decir! Lo que hemos vivido las pasadas semanas ha sido fuerte, muy fuerte pero estoy segura que lo superaremos. Como hemos hecho tantas veces, en esta ocasión también nos levantaremos.

Ya no somos los mismos. María trazó una línea entre el antes y el después. Mucho hemos aprendido en estos días y mucho nos falta por aprender. Los momentos difíciles y las crisis nos llevan a repensarnos. Siempre he escuchado que el cómo afrontemos la situación definirá si salimos airosos de ella o no. Conociéndonos, esta la superamos.

La reflexión es obligada e inexorable. Puerto Rico tenía un cuadro muy complicado en muchos aspectos y María lo complicó más. Pero también nos está dando la oportunidad, y soy de las que prefiero ver el vaso medio lleno, de mirarnos desde la adversidad, de frente, sin tapujos, sin colores, sin politiquería. Es una oportunidad única. De esta manera creceremos más fuertes y resurgiremos como el ave fénix. Tenemos que hacerlo; no nos queda de otra.


Solía caminar por el hato, así le digo de cariño a mi barrio, y siempre disfruté de su verdor. Árboles por doquier que me acompañaban en ese caminar varias veces por semana. Luego del paso del huracán, un grupo de amigos hicimos un recorrido por el área. Bastante complicado, por cierto, por la gran cantidad de árboles derribados. Sentí una gran tristeza al ver a lo que había quedado reducido mi barrio.

Pero algo llamó mi atención y me dio esperanza. En diferentes puntos del camino me encontré varios flamboyanes. No recuerdo haber visto ninguno caído. Algunos bastantes maltrechos, pero erguidos. Inmediatamente pensé en nosotros como pueblo. Mucho más cuando, me tropecé con alguno florecido. Podemos recibir el embate, pero nos mantenemos de pie.

Y aunque pudiera, no voy a entrar en la disparidad entre lo que se dice oficialmente y lo que se lee en las redes o se ve en las calles. Esa posibilidad está dada por mil razones; entre ellas la limitación de las telecomunicaciones.  Es que no todo mundo puede tener toda la información o conocimiento de lo que está pasando en todos lados. Pero hay que mantener el oído en tierra…

Lo que sí voy a refutar es la idea de que estamos esperando que vengan otros a hacernos el trabajo, a resolvernos. Eso lo acabo de leer y la verdad, no era. Desde que amainaron los vientos aquí se metió mano. Y se agradece de corazón todo lo que hace el gobierno de los EEUU, pero no podemos perder de perspectiva, que hay una gran cuota de responsabilidad, porque somos territorio. Pero no quiero entrar en eso porque la idea de esta trepadita es otra.

Me quiero enfocar en esa ‘chulería en pote’ que somos los puertorriqueños. Y lo digo porque siempre hemos tenido fama de ser solidarios, y así lo hemos dejado demostrado en infinidad de ocasiones y esta no ha sido la excepción. Desde el día uno, todo mundo ha buscado resolver, limpiar, compartir, ayudar, colaborar con el que conoce y con el que no. Los vecinos le han ‘metido el pecho’ a la situación. Aquí nadie se ha sentado a esperar que venga otro a resolverle.

La situación es bastante complicada. La fragilidad de nuestros sistemas, los problemas de infraestructura y muchas cosas más, quedaron demostradas. Pero esto no es nada nuevo y es algo sabido por todos. A eso se le añaden los problemas de logística y distribución. Si falla una cosa, se afecta toda la cadena porque esto es como en el dominó, si cae uno, caen todos.

Pero no nos hemos echado a morir. Montones de fotos y de vídeos hemos visto del trabajo que se están haciendo en las comunidades, en los campos, en las urbanizaciones, en los condominios; en todos lados. Los vecinos están cortando árboles y limpiando las calles y las aceras para tener acceso. 

Le estamos metiendo el pecho a la situación. Estamos viendo cómo, organizaciones profesionales, compañías dan alimentos o servicios dicen presente; unos preparan y distribuyen comida, otros ofrecen gratuitamente sus servicios especializados para poder aliviar las necesidades de sus compatriotas.

Se comparte lo que se tiene. La estufa de gas, la comida, el agua, los juegos, las linternas, las velas, lo que sea. El que tiene electricidad, hace hielo para los demás o carga los celulares de los que no tienen. Eso es lo que he visto todo el tiempo. Pero hay cosas que no se pueden atender porque son complicadas o más grandes que nosotros. Esas deben ser atendidas por profesionales o especialistas; muchos de los cuales vienen de los EE. UU.

Hay que reconocer de manera especial el maravilloso trabajo que está haciendo la diáspora. Ver a tantos puertorriqueños arremangados y organizando la ayuda para Puerto Rico. Me llena de orgullo ver cómo varias amigas, y amigos también, están trabajando arduamente, organizando, moviendo, llamando, buscando, para auxiliar a la gente necesitada en nuestro país.

La experiencia, aunque dolorosa, nos ha llevado a reconectar, a darnos cuenta de lo que es realmente importante, a vivir el día a día con lo básico, a estar pendiente a los demás, a compartir en comunidad, en familia, con vecinos. A hacer filas, a esperar; entre muchas cosas más. A ser más humildes, a reconocer que hay cosas que no podemos controlar -como la naturaleza-  y nos tenemos que abandonar.  Y aunque en ocasiones no deja de ser frustrante, mucho aprendizaje hay.

Siempre he estado muy orgullosa de ser puertorriqueña y de mi gente, pero en momentos como este me hacen estarlo mucho más. Y le voy a robar la línea a mi amiga Lolita, quien dice que nuestra bandera en vez de una estrella debería tener un corazón. Así somos.

Según van pasando los días, vemos el regreso de los pajaritos, las abejas y el cantar cada vez más sonoro del coquí. Los árboles están empezando a echar hojas nuevas. Así mismo el país está recuperándose, poco a poco. Nos tomará un tiempo, pero lo vamos a lograr. ¿Cuándo se ha visto que un puertorriqueño se eche para atrás? ;)

Estoy segura que vamos a salir airosos, más fortalecidos, más solidarios, más orgulloso de lo que somos y más comprometidos con nosotros mismos y nuestro país. Mientras todo esto se va cuajando, yo sigo pensando en el flamboyán.



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