Tengo un respeto inmenso por el idioma de Cervantes. Es mi lengua materna. Podría decirse que el español es uno muy rico, algo complicado, pero especial y maravilloso. Es el idioma que vivo, siento y respiro. Por eso, aunque no lo domino a la perfección, trato de utilizarlo de la manera más correcta posible.
Esto lo traigo ‘de fábrica’. En mi casa había muchos libros, enciclopedias y diccionarios y se usaban todo el tiempo. Claro, con un padre que era maestro de español y que era ante todo educador, no podía ser de otra manera. Cuidaba mucho el uso del español. Era impecable en su redacción, tenía una excelente dicción y hablaba con corrección. Así que con eso crecí.
Y ya lo he dicho, no soy la más ducha en esto del idioma; pero constantemente recibo comentarios, historias, cuentos y hasta ejemplos de su mal uso y de redacciones mal hechas. Esta mañana recibí una que me dejó pensando por largo rato.