Llevo semanas sin treparme en la sillita. Bueno, sin publicar nada porque me he trepado más de seis veces. Pero cuando voy a publicar se me quitan las ganas. Podría ser que entiendo que no tengo toda la información que pudiera, que tanto análisis no le importa a nadie o que no importa lo que diga, este país y este mundo no van a cambiar. Entonces, ¿para qué treparme?
Por eso creo que a veces es mejor no gastar las energías y simplemente, hay que soltar. Y lo digo porque estas últimas semanas he estado dándome cuenta que no importa lo que se diga o se haga; siempre alguien va a tomarlo por dónde no es, lo van a criticar o lo van a atacar.
En este país se brinca por todo. Si es sí, debería ser no; si es no, pues debería ser sí. Ese mal que muchos tienen de atacar las cosas sin tan siquiera evaluarlas nos está halando más a este despeñadero en el que estamos. Nadie asume responsabilidades y son muchos lo que pasan la culpa.
A veces es abrumador leer tanta tontería en los medios sociales o en las plataformas de medios; como también así los consabidos comentarios de la gente que a veces rayan en lo absurdo o en lo inimaginable. Hay unos depredadores naturales que no importa lo que sea, con conocimiento o no, descuartizan al más lindo.
El problema se agudiza con la actitud, los ataques, las agendas escondidas, los obstáculos y todo lo que usted quiera añadir. Y no estoy hablando sólo de la política; estoy hablando de todo. Porque esto se ha convertido en algo general.
En ocasiones me pregunto, ¿para qué criticar las cosas que pasan en este país si a nadie le importa que se resuelvan en realidad? ¿Para qué sulfurarte y pensar que algún día vamos a cambiar? ¿Por qué creer que vamos a reaccionar y a cambiar nuestra mentalidad de colonizado y luego darte cuenta que mientras más pasa el tiempo, más nos arrodillamos?
Se prefiere ver el vaso medio vacío a verlo medio lleno. A muchos les encanta reseñar la fatalidad. Y no estoy diciendo que en este país las cosas van miel sobre hojuelas; sino que hay medios y mucha gente, que publica o escribe las cosas con la connotación más negativa de lo que en realidad es.
En estos días estaba leyendo de un posible candidato a un puesto político que está esperando por la decisión de otro político para decidir qué hará. Para mí fue una desilusión leer cómo muchas personas lo criticaba diciendo que se olvidara de lo que había prometido o dicho.
En ese momento pensé que la palabra empeñada, la lealtad, el compromiso -y no estoy diciendo que esté a favor o en contra de lo que entiende- ya no vale nada en este país. Que antes la gente funcionaba con el honor; ahora lo que mueve a muchos es otra cosa.
Es increíble entender también que el engaño, la omisión, la pasada por debajo de la mesa, se ha convertido en parte intrínseca de la idiosincrasia puertorriqueña. Y lo digo por como se manejas algunos asuntos importantes del país; como el ‘errorcito’ en el presupuesto de dos mil millones de dólares. Transparencia y verdad; a veces no van de la mano con la información.
Se ataca, se señala, se acusa, se apoya, se margina, se estereotipa, se etiqueta a las personas. Si alguien piensa o es diferente hay que atacarlo. No se piensa que hay que respetar la dignidad de los demás. La tolerancia y el respeto es algo que se ha ido dejado a un lado.
Vemos como la dejadez, la conformidad, la resignación, etc.; van consumiendo a una gran mayoría. Ya importa poco lo que pase. El servicio, el trabajo, ya no es prioridad. Atender al otro bien y ser facilitador tampoco es importante. Es cuestión de llevar contrarias o pensar que se están haciendo favores, no ofreciendo servicios.
Se critica al que se va, pero también al que se queda. El irse para muchos es un acto de traición. Siempre he dicho que cada quién está en el derecho de buscar lo que mejor entiende y un mejor porvenir. No somos nosotros quiénes para criticar las decisiones que toma cada quién.
Pero para mí hay una cosa que es imperdonable; y es que muchos de los que se van luego atacan y denigran este país. El leer: ‘por eso estoy por acá’, ‘eso allá es una olla de grillos’, ‘ya no vale nada’ y cosas así. Si usted se fue, perfecto; pero entonces concéntrese en vivir su vida allende los mares y deje de criticar o menospreciar esta tierra.
Además, que con todo lo que se ve a nivel mundial, una sabe cómo se manejan muchas de esas cosas y va dándose cuenta que nos venden unos modelos ‘en el papel’ que en la realidad son cosas completamente distintas. Que se dice una cosa y se hace otra; que se vela más por intereses particulares de algunos que por las personas o por el bien común.
Y llega un momento que uno prefiere mejor soltar. Dejar que la cosa fluya, no opinar, no decir, no criticar -constructivamente-; simplemente lo más sensato es dejar pasar. La época se presta para pensar, evaluar y rumiar; para comenzar a hacer las resoluciones y tomar decisiones. Para meditar sobre la vida, dónde estamos y adónde queremos llegar.
Y creo que este momento –espacio, tiempo- es el perfecto para meterse uno en su micro mundo, para pensar que el mundo es una cascada de colores y para ver a Bambi corriendo por el bosque detrás de la mariposa. Esto, aunque sea por un rato. A esto voy. A ver cuándo vuelvo al ruedo… Espero que pronto...
Las caricaturas de Mafalda son propiedad de Quino. Sólo las utilizo para acompañar este escrito.
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