Por si las moscas...

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domingo, 29 de diciembre de 2013

La huelga de las gallinas, reflexiones y resoluciones…


Se nos acaba el año, ¡gracias a Dios! No veía la hora de que finalizara. Aunque loca por salir de él, reconozco que fue uno de muchas enseñanzas; algunas bastantes duras, pero necesarias para hacerme crecer como persona. Porque de eso es que se trata la vida, de situaciones buenas y de las otras. Siempre debemos mirarlas y analizarlas, para aceptar las lecciones y valorar lo aprendido. Así que el mío fue un año de mucho crecimiento; y lo agradezco. 

Y entre esas cosas de fin de año que nos da a todos; está lo de reflexionar sobre el año que está a punto de “estirar la pata” y ponernos a hacer resoluciones para el próximo. Creo que este es nuestro momento más bonachón del año, por ilusos. Es que hacemos una lista enorme de resoluciones, encabezada por la dieta, que casi ninguno cumplimos. ¡Así somos! 

Pero en ese cavilar sobre lo acontecido y las resoluciones por hacer, me puse a pensar en las gallinas. Y es que estas última semana fui par de veces al supermercado a comprar huevos del país y sólo había huevos jinchos. Que gracias, pero no gracias, ni loca los compro. Y no porque las gallinas sean gringas, sino porque cuando el bendito huevo llega a nuestros supermercados, a la que lo puso le están rezando su tercer novenario.


Y pregunté en FB si las gallinas se habían ido a la huelga y mi amigo Eduardo Lamadrid, con sus comentarios geniales y graciosos, me dijo que todos los huevos de las gallinas del país los habían usado para hacer coquito. Y aunque me hizo reír, toda la situación alrededor de las gallinas me hizo ponerme a pensar en lo poco que producimos y ahí decidí comenzar a hacer algunas de mis resoluciones y treparme en la sillita.

Mi primera resolución es apoyar al productor puertorriqueño. Aunque siempre he tratado de hacerlo, en muchas ocasiones, por comodidad y conveniencia (llamémoslo por su nombre, VAGANCIA), uno no lo hace. Agarramos lo que tenemos a mano en el supermercado. Tengo que decir que con todo y con esto, siempre busco los productos nuestros; si no hay, pues qué remedio. Puedo transar con algunas cosas; pero con los huevos, me niego.  Y que quede claro, por si alguno lo está pensando, tampoco es que todo se produzca aquí; mucho menos cerrarnos al mundo. De lo que hablo es de preferencias y prioridades.

Y es que siempre he tenido claro que el nuestro es el mejor producto. A lo mejor no el más económico, pero segura estoy de que es el de más calidad y frescura. Y es lógico, ya que tarda menos tiempo en llegar a nuestras mesas porque no tiene que “pasear” semanas en un contenedor por esos mundos de Dios para arribar a este país. 

Aquí nos quejamos si sube la leche, si suben la viandas o cualquier otro producto del país; pero no decimos nada por otros productos que vienen de afuera. Y no me digan a mí que no les ha pasado pero nos encontramos diciendo: “Dios mío, cada vez las cosas más caras” o “¡Como todo sigue subiendo!”; pero hasta ahí, lo agarramos y seguimos caminando. Así las cosas.

Encuentro aterrador que más del 80% de las cosas que consumimos, utilizamos, etc.; vengan del extranjero. Creemos que lo que viene de afuera es mejor que lo nuestro. Nos enseñaron a comprar y a comprar; a beneficiar a otros, no a producir ni a apoyar lo nuestro. Es una manera de condicionarnos a dejar de ser lo que somos para que aprendamos a querer ser lo que no somos. ¿Tendré que explicarme? 

Y es que es inaudito que una isla con tanta tierra fértil se haya olvidado de la agricultura y las cosas se traigan, casi en su totalidad, del extranjero; y muchísimas veces, de menos calidad. Más lamentable es porque somos una isla y, encima, estamos obligados a utilizar la marina mercante más cara del mundo.  Pensamos en traerlo todo, pero no en sembrar. No estamos conscientes de lo importante que es tener seguridad alimentaria. Si pasa cualquier cosa, ¿cuánta cantidad de alimento tenemos?; ¿para cuánto tiempo? “Eso nunca va a pasar”; dirá alguno, pero quién sabe. Si tuviéramos un poco más de conciencia sobre lo que esto significa, consideraríamos más a los productores locales.

Además, y creo que esto es muy importante, así podemos aportar a nuestra maltrecha economía. Apoyar los agricultores y las empresas puertorriqueñas hace que ese dinero se quede aquí. El dólar agrícola es el que más rinde porque se queda circulando en nuestra economía. Lo único que digo es que ese dinero, a la larga, redunda en beneficio para el país. 

Lo mismo pasa con otros negocios. A muchas empresas y fábricas, el gobierno le da tantas y tantas exenciones y subsidios, por las razones que sean, que casi no pagan y se llevan todo el dinero que se produce. Sin embargo al pequeño y mediano comerciante, al puertorriqueño, primero le hacen pasar el Niágara en bicicleta para poder establecer su negocio y luego lo ahogan con tantas cosas y los exprimen como chinas. Seguimos perpetuando la actitud de colonizado: “trabajando pa’l inglés”. ¿Estoy diciendo mentiras? 

Y cada quién hace lo que quiere, compra dónde y lo que quiere, busca ahorrar y defiende su dinero. Eso está claro. Sólo estoy rumiándolo. Y la culpa, naturalmente, la tienen las gallinas.

Tengo muchísimas más resoluciones; pero si sigo, en vez de una reflexión sería un testamento. Sólo espero que el próximo año sea uno mejor, que tengamos paz como país y como personas y que vivamos en armonía. Que cada uno pueda lograr sus sueños y que hagamos de este, un lugar mejor para vivir. Que apoyemos lo nuestro y a los nuestros y que seamos mejores puertorriqueños. Bendiciones. 




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