Mientras Fiona se paseó por nuestro país, y como una manera de canalizar la ansiedad y el recuerdo del paso del huracán María, me senté a escribir para dar mi punto de vista respecto a la entrevista que hicieran unos estudiantes a la actriz Johanna Rosaly. Y lo hice, más que todo, porque se lo debía a varias personas.
Aquí el caso. Dos estudiantes entrevistaron a la actriz para un proyecto de clase. Pietaje de ese vídeo fue presentado en un conocido programa de chismes atacando la actriz por el ‘mal trato’ dado a éstos. Y ardió Troya.
He estado mirando la situación desde diferentes ángulos y posibilidades, como trato siempre de hacer. Mucho de lo que voy a incluir aquí ha sido parte de las discusiones que tenía con mis estudiantes en el salón de clases.
Como suele pasar con la discusión de un tema en la opinión pública, cuando se conoce una situación, las personas -aún sin saber a ciencia cierta qué fue lo ocurrido- reaccionan y se van abanderizando con un lado o el otro. Esto, por sus juicios personales, estereotipos, actitudes, valores y esquemas de pensamiento, entre otros.
Se comienza a discutir el tema y los líderes de opinión se insertan para exponer sus puntos de vista; ya sea a favor o en contra de uno u otro. Empieza a surgir información y datos y las personas comienzan a evaluar la situación. El péndulo se mueve de un lado al otro hasta que luego de ver los diferentes elementos, se empiezan a cristalizar las opiniones y se va logrando un consenso. Así que ya con esto dicho, vamos al caso.
Tan pronto supe de la situación vi el vídeo que presentaron en el programa de chismes. Luego leí un mensaje de la actriz en una red social exponiendo su versión. También vi el vídeo de la entrevista que le hicieran al estudiante en una emisora radial. Realmente no me pareció que la cosa fuera como argumentaban era. Toda esta situación me dejó con muchísimas interrogantes y preocupaciones.
Una de las críticas fue que Johanna Rosaly les pidió que no la tutearan aunque ella hizo lo propio. La actriz explica que ya conocía al estudiante; además, que como era para un proyecto de clase, le podían quitar puntos por la informalidad.
Ella pide que paren la grabación, los corrige y les dice que continúen; pero esto nunca lo hicieron y siguieron grabando. La han criticado pero, ¿iba a esperar al final para luego tener que empezar otra vez? ¿Estaría ella dispuesta a repetir la entrevista?
Por lo que leí, y el chico lo aceptó en la entrevista radial, no le habían dicho que la entrevista iba a ser grabada en vídeo, así que ella estaba vestida casualmente y sin maquillaje. También, por lo que leí, llegaron tarde. Parecía que no se habían preparado, la proyección no fue la mejor y, lo medular, que el vídeo llegó al programa de chismes.
Ahora bien, ¿se molestaron porque les llamó la atención? ¿Los estudiantes no se pueden corregir? ¿Cómo van a aprender si no saben en lo que están fallando? ¿Hay que hacerse de la vista larga y no decirles nada para que no se ofendan?
Mientras iba viendo los vídeos y leyendo, vino a mi mente el artículo ‘La civilización del espectáculo’ de Mario Vargas Llosa, publicado en La Nación de Argentina y en El País de España en el 2007, donde se señala el cómo se va insertando el ángulo sensacionalista en las notas periodísticas, hasta en las que no son de farándula.
Y esa es una de las cosas que más me llama la atención: son estudiantes de periodismo. Me preocupa mucho como perciben esta profesión cuando, por la razón que fuera, enviaron un vídeo privado y con una entrevista para una clase, a un programa de chismes.
¿Por qué y qué buscaban? ¿Les molestó que los corrigieran? ¿Por qué la chica supuestamente pidió que le cubrieran la cara? ¿Quién les recomendó hacerlo? De ser así, ¿quién y con qué propósito? El chico dio a entender en la entrevista radial, que otras personas con acceso al crudo pudieron haberlo enviado. ¿Cómo tuvieron acceso al pietaje? ¿Lo tomaron, se lo facilitaron? Muchas interrogantes quedan.
Nunca pensaron las repercusiones que traería su acción; no sólo para ellos, sino para sus compañeros estudiantes, sus profesores, la escuela en la que estudian y la institución a la que pertenecen. Ahora bien, ¿cuán difícil será para otros estudiantes pedir una entrevista para algún trabajo de clase? ¿Las empresas tendrán sus reservas al tomar estudiantes de práctica?
¿Y el impacto para la institución? Esos son otros veinte pesos y en lo que no voy a entrar.
He leído de todo en las redes sociales. Y muchos enredan cosas que nada tienen que ver y se llevan por el medio a unos cuántos sin tan siquiera pensar lo que escriben.
Sólo espero que de esta situación, todos aprendamos; pero más que todo, los más jóvenes. Porque toda acción tiene una reacción y cada cosa que se hace trae consecuencias. Por eso hay que pensar muy bien las cosas antes de hacerlas. Después que se hacen las cosas, hay que meterle el pecho y dar la cara. Porque una vez se vierte el agua, ya no se puede recoger.
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