Hoy, 23 de septiembre, se celebran 151
años del grito de Lares. Este año, luego del verano que hemos vivido y por la
coyuntura histórica y personal me resulta uno muy especial y simbólico.
La fecha del 23 de septiembre es un recordatorio
de que si queremos romper las ataduras, podemos hacerlo. Es demostrar que no
nos dejamos. Que podemos optar por ser libres. Es creer en nosotros mismos.
Y de lo que hablo es de reconocer que lo
podemos hacer. Hablo del despertar, de saber que tenemos opciones y de que si
queremos, podemos. Que tenemos la fuerza para decidir.
“Nos han quitado tanto, que hasta nos
quitaron el miedo”, así leía una pancarta del movimiento ciudadano en este
verano. Y de eso es que hablo, de dejar el miedo.
Estas últimas vivencias y reflexiones me
han dejado claro que, como pueblo y como personas, las decisiones son nuestras
y no de otros. Que debemos tomarlas no a base de lo que sea bueno para los
demás, sino de lo que nos hace bien a nosotros.
En todo esto he estado rumiando las
últimas semanas. He reflexionado mucho en mí, en mis decisiones en la vida, en
mis aciertos y desaciertos. En las ataduras y las lealtades.
Me he centrado en hacer un escrutinio
personal. Es que el cumplir cincuenta y tantos en verano ponen a una a mirase
de frente, sin paños tibios. Mucho lo he rumiado y lo sigo rumiando.
He pensado mucho en los compromisos y las
responsabilidades. También que hay que dejar de resolverle los problemas y
situaciones a los demás. A veces hay que ser algo egoísta y pensar más en una.
Que debemos enfocarnos más en nosotros porque
no somos imprescindibles y somos fácilmente sustituibles. Lo rumio y lo vuelvo
a rumiar.
Más que todo, que a veces las
limitaciones nos las ponemos nosotros mismos. Que hay que salir de la zona de
comodidad. Que hay que poner más acción. Que no se puede esperar por lo que te
dicen y dejar pasar otras oportunidades.
Que hay que atreverse y hacer lo que se
quiera hacer. Que hay que arriesgarse, que hay que dar el salto al vacío y
emprender nuevos caminos.
Hay que dejar lo que ya no hace a uno
feliz. Que es importante y necesario cerrar ciclos y soltar. Hay que aprender a
decir adiós y empezar nuevas cosas. Sigo rumiándolo.
Sé que todavía me falta mucho camino por
recorrer y mucho por reflexionar, pero cada vez estoy más segura que hay que
prepararse para dar los pasos correctos, sin miedo.
Y pienso, más que todo en una fecha como
hoy, que así como nuestros patriotas decidieron, aún con todo en contra, dar su
grito y luchar por lo que entendían era lo mejor para ellos y para el país, que yo también debo
hacer lo propio.
Un 23 de septiembre de 1868, se gritó y
se buscó romper con las ataduras y soñar con la libertad. Ciento cincuenta y un
años después, luego de rumiar y reflexionar, yo también grito.
Las fotos fueron tomadas de Internet sólo para acompañar esta nota.
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