‘El mundo es una cascada de colores, de
co, de colores. Mágico mundo de colores, de colores…”. Así comenzaba el
programa ‘El mágico mundo del color’ de Disney los domingos a las 6:00 p.m. por
Telemundo, si mal no recuerdo.
Realmente no sé cuántos años dieron el
programa, pero parece que fue el suficiente para que nuestra psiquis absorbiera
la cancioncita y empezáramos a creer que Puerto Rico es una cascada de colores
y que Bambi corre por el bosque detrás de la mariposa.
Y es que aparenta ser que vivimos
sumergidos en la ‘la idiosincrasia Disney’, como la llamo. Y no es para
menos. Da la impresión que muchos se lo creen; que piensan que vivimos en el
mundo de los cuentos donde todo está bien y la gente canta y baila en las
calles. Es como un reino mágico. Y naturalmente, incluidas las
representaciones, los ‘shows’, las paradas y los fuegos artificiales. No
faltaba más.
Vivo anonadada viendo el nivel de
ignorancia de una gran mayoría, que justifica cualquier cosa porque lo dijo tal
o cual, el de su tribu de color o de su ideología; aunque sea la barrabasada más
grande. Escucho a la gente repetir como el papagayo lo que algunos líderes
dicen.
Y esto pasa porque no se acostumbra a
analizar, a buscar, a comparar. No tienen marcos de referencia. Esto hace que
la gente se impresione fácilmente con cualquier cosa y se lo crea todo; mucho
más cuando es un juego de palabras y conceptos que ‘suena bonito’.
Y uso como ejemplo la tan cacareada y
trillada ‘reforma’. Se le engancha el nombre de ‘reforma’ a todo y cuando se va
al detalle, nada de reforma tiene. La de educación, no es una reforma; simple y
llanamente es un proyecto de privatización del sistema de educación público.
En el 2017 se hizo una ‘reforma laborar’
bajo la ‘Ley de Transformación y Flexibilidad Laboral’. Pues resultó que no
encaja en la definición de reforma; que tiene que ver con innovación y mejorar
algo. Lo revolucionario e innovador es que se le quitaron beneficios al
trabajador y se le dio mano libre al patrono. Pareciera que las
responsabilidades son con ellos y no con el pueblo.
Luego se habla de una ‘segunda reforma’
en menos de un año. Si hay que hacer una segunda es porque la primera nunca lo
fue.
Y ahora tenemos la reforma contributiva,
que se dice que las bajas en recaudos se compensarán con la ‘reforma
estructural’ -seguimos usando la palabrita- que propone el gobierno. Suena muy
bonito, pero no se sabe cómo se va a lograr.
Creo que uno de los problemas mayores que
tienen los gobiernos, y el actual no es la excepción, es que le ponen nombre
llamativos o usan frases pegajosas; pero no explican el detalle. La gente queda
contenta pero al final, quién sabe cómo resultará.
Para mí es inconcebible que todavía haya quien se
crea los cuentos que hacen los políticos, sin cuestionarse nada, cuando clarísimo está de qué va la
cosa. Se desmantela el país y, por lo que se percibe, se le está sacando todo el provecho económico
posible para los más cercanos, los unos, los otros, los amigos y hasta para los
de allá y del más allá. Y sabrá Dios quién más.
Nunca me ha gustado el juego de los
conceptos y las palabras para confundir o querer proyectar algo que no es. Las
palabras y las frases son eso; palabras y frases. Por eso soy partidaria de que
las cosas se deben decir tal cual son; que no se deben disfrazar y, sobre todo,
que deben ser lo más claras y simples posible. Esto, para que todo mundo lo
pueda entender. Hacer otra cosa es manipular y engañar.
Suerte ha tenido este gobierno con el
huracán, porque de estar apretados y en crisis -seguimos en las mismas- ahora le están lloviendo los miles de
millones de dólares. Habrá que fiscalizar minuciosamente el uso de esos fondos
porque, al final, muchos ejemplos hemos tenido de que terminan donde no deberían
o se usan para lo que no es.
Y sólo viene a mi mente una viñeta de Quino donde los políticos le dicen a la gente que habían prometido que iban a salir de la
crisis, que por qué los acusan de mentir, porque ellos dijeron que saldrían de la
crisis, no los iban a sacar a ellos (al pueblo) de la crisis. Para rumiarlo, y muy seriamente.
Para mí es inconcebible que en plena crisis,
donde se cortan beneficios, se cierran escuelas y se eliminan servicios, se
estén contratando personas, que ni el sistema ni la idiosincrasia conocen, con
unos sueldos exorbitantes.
¿En Puerto Rico no hay quién pueda hacer
el trabajo? Lo hay. Demostrado está que muchos vienen al país a reclutar
puertorriqueños porque están más que capacitados para liderar cualquier
proyecto y en diferentes ámbitos. Pero cuando se es acomplejado, siempre se va
a pensar que el de afuera es mejor.
Otra cosa es sentirse inferior y querer
ser como otros. Cada vez que leo o escucho que los EE. UU. la vida es mejor,
que se cobra más o tal, respiro profundo. Antes de decir nada hay que buscar información y analizar. A lo mejor se cobra más, pero la vida es
tres veces más cara y hasta más complicada que aquí. Y habrá lugares que
tendrán ventajas; lo que no acepto es esta idea de que todo es mejor, porque no
lo es.
Lamentablemente, cuando un pueblo no se
educa, pasa lo que aquí y en muchos otros lugares, es una masa manejable. Hay
quien vive en su burbuja y mientras no se afecte, no hay problema. Otros
confían ciegamente en los políticos y creen que todo terminará como terminaba
la presentación del programa, con Campanita y su varita mágica provocando la
lluvia de colores.
Gráficos: CC0
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