Por si las moscas...

Los comentarios vertidos en estos escritos son de mi total responsabilidad. Comparto lo que pienso y siento, simplemente para que se pueda apreciar otro punto de vista sobre la cosas. Pueden o no estar de acuerdo con lo que expongo; conmigo no hay ningún problema porque cada quien tiene el derecho a pensar lo que mejor entienda. Los comentarios son bienvenidos. Espero que si alguien difiere, lo haga con respeto; no escribiendo chabacanerías o insultando. Este no es el lugar para eso. ;-)

jueves, 24 de enero de 2013

De cambio de nombre, de “Ay, bendito”, de conformismo y de otras cosas…


Nos mata el conformismo y el bendito “Ay, bendito”. Con esto es que muchas de las cosas, hasta hechas mal, pasan y se establecen. Además de que tenemos memoria corta -cortísima-, nos encanta mirar y criticar desde la barda; nos acomodamos a conveniencia y aceptamos lo que se hizo solamente por salir del paso o porque es afín a “nuestro color tribal”; pero no vamos al meollo del asunto. 

Esto que voy a decir, a lo mejor a muchos no les gusta. Me disculpan, pero tengo que decirlo. Creo que es necesario. Saben que es mi opinión, mi manera de ver las cosas y que no es nada personal contra nadie, sino una reflexión de lo que pasa en este país; que de “macondino”, “dantesco” y “kafkaino” muchísimo tiene. Así que pueden estar en desacuerdo, no hay problema porque, vuelvo y repito, es la manera en que veo las cosas. Más que todo lo hago para que lo rumiemos…


Uno de los temas en la palestra es la discusión de la posible legislación para cambiarle el nombre al centro de convenciones de Puerto Rico. ¿Por qué no?, pregunto. “¡Ah!, que en este país hay problemas más importantes que atender”; dirán algunos; “¡Ah!, que esto es una movida política”, mencionarán otros; “Ah, es que esto es una ‘botaera’ de chavos”, argumentarán, “Ah, que hay otras cosas a las que darle prioridad”, añadirá alguien más. De acuerdo. Muy bien. Eso y todo lo que quieran pero, y aquí el pero, ¿no se trabajó bajo esas mismas premisas cuando se estableció?. 

“¡Ah! Pero eso ya pasó”. Ahí llegamos; ¿pero como ya pasó, aunque no debió hacerse, se deja? Creo que las cosas hay que corregirlas, hay que arreglarlas, hay que hacerlas como se deben hacer. Ese es nuestro problema. En Puerto Rico la mitad de las cosas se hacen mal, y me parece que a sabiendas; porque, con el perdón, no podemos ser tan… tan… tan… digo yo. Lo que pasa, y esto se ve muchas veces, usan el ‘es mejor pedir perdón que pedir permiso’ para hacer las cosas sabiendo que no son las correctas y, al final, salirse con la suya. ¿Y por qué? Por el “Ay, bendito”, por falta de visión, por conformismo, por la pereza que tenemos entre cuero y carne. No cuestionamos, no criticamos, no hacemos. Dejamos que nos pasen el rolo; nos quedamos “aplatana’os” o simplemente miramos para el otro lado porque eso lo hicieron “los míos”. Eso debe cambiar. Las cosas deben hacerse como se tienen que hacer, BIEN.

Y que conste, no estoy juzgando la trayectoria de Pedro Rosselló, porque no es mi interés hacerlo; tampoco es el objetivo de esta reflexión. Sí creo pertinente que haya una discusión más profunda de la que se está dando. Porque el trasfondo es interesante. Y la BENDITA política, como siempre, está metida como una piedra en el zapato. Es que la debemos erradicar de muchos procesos. Y aquí el por qué digo esto.  

En Puerto Rico existe la Comisión Denominadora de Estructuras y Vías Públicas del Estado Libre Asociado de Puerto Rico (Ley Núm. 99 del 22 de junio de 1961, según enmendada). Esta comisión está compuesta por cuatro personas designadas por el gobernador con el consejo y el consentimiento del Senado y por el director ejecutivo del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Estas personalidades del quehacer cultural y social, con basta experiencia en asuntos históricos, sociales, artísticos y arquitectónicos, son los llamados -se supone- a determinar, previa consulta con las dependencias y los municipios, los nombres de los hospitales, escuelas, urbanizaciones públicas, carreteras, caminos y otras estructuras y edificios públicos en toda la isla. 

Para llegar a ponerle el nombre actual al centro de convenciones se enmendó la ley, a conveniencia -y con eso es que yo tengo problemas-, porque como estaba estipulada no se podía usar el nombre de personas vivas. La Sección 3 de la Ley Núm. 99 de 21 de junio de 1961, prohíbe que se denominen estructuras y vías públicas con nombres de personas que no hayan fallecido. Se utilizaban nombres de fenecidos porque no existe la posibilidad de la ejecución de un acto futuro que pueda empañar su reputación. Estas personas durante su vida realizaron grandes aportaciones a la sociedad. Somos humanos y cometemos errores. No quiere decir que esto siempre sea así y que este se el caso de Pedro Rosselló; pero muchos casos hemos visto de personalidades que después de una carrera fructífera hacen algo que empaña su historial. Precaución y prevención, más que fanatismo. 

Así que pregunto, ¿la modificación de la ley para poder hacerlo sí estuvo bien? ¿En ese momento, no había cosas más importantes que atender, no había otras cosa en qué invertir el dinero y no se hizo por motivaciones que nada tienen que ver con el bien común? Las mismas condiciones, me parece… ¿Por qué entonces en aquel momento sí y ahora no? Sólo pregunto. Y que conste, que si le hubiesen puesto "Indiana Jones" (que saben que me encanta) al centro de convenciones, diría lo mismo; porque no es la cuestión del nombre, es cuestión de la acción, de lo que se hace y lo que esto representa.

Y es que ya la Comisión, según una opinión suya sobre el P. del S. 561 (2005), enviada a Migdalia Padilla, presidenta de la Comisión de Educación Superior, Transportación, Ciencia y Cultura del Senado de Puerto Rico; la Asamblea Legislativa había estado interviniendo en los últimos años en la denominación de lugares públicos; interfiriendo con el trabajo de esa comisión. 

Y eso, al parecer, se siguió haciendo. Ejemplo de esto es la Ley  Núm. 170 del 26 de noviembre de 2007, que es para autorizar la venta de derechos de designación de propiedades públicas. Su Artículo 13, que era para enmendar la Sección 3 de la Ley Núm. 99 de 22 de junio de 1961, según enmendada; establece que “Salvo en aquellos casos en que la dependencia titular de un inmueble público haya negociado un contrato válido de derechos de designación por tiempo determinado; o en los casos que la Asamblea Legislativa lo disponga expresamente, por excepción a lo dispuesto en esta Ley, la Comisión Denominadora de Estructuras y Vías Públicas del Estado Libre Asociado de Puerto Rico será el organismo que…” La Ley Núm. 117 del año 2011, que exime este proceso de las estipulaciones de la Ley Núm. 99, le ordena a la Comisión ponerle un nombre indicado por ellos a un parque de pelota. Y que quede claro, que no es mi intención pasar juicio sobre los méritos de esa persona porque presumo los tiene.

Además, está la R. del S. 2696, del 23 de abril del 2012. Argumenta que a pesar de que la Comisión tiene establecida su competencia y jurisdicción, existen ciertas instancias en que no se ha actuado a pesar de existir un mandato expreso de Ley para que se designe bajo algún nombre particular una estructura o vía pública del Gobierno de Puerto Rico o de un gobierno municipal. [O sea, que no importa si la cosa está bien o mal, como lo exige la Legislatura, hay que hacerlo.] Entendía que después de una investigación, DE SER NECESARIO, se derogaría la Ley Núm. 99, y la Legislatura de Puerto Rico y las diversas legislaturas municipales tendrían la responsabilidad de reglamentar dicha práctica. Lo que no tengo claro es si esto se consiguió. ¿De qué estamos hablando entonces? ¿Volvemos al bendito juego político, de quitarle poderes a organizaciones existentes para, como botín de guerra, los partidos hacer lo que quieran por la razón que quieran; mientras, nosotros seguimos mirándonos el ombligo?.

Es más fácil enfrascarse en luchas inútiles y partidistas y no mirar de frente el verdadero problema. Porque aquí nos enfocamos en lo chiquito, en la pelea partidista que nos está matando como pueblo y no miramos las posibilidades o las dimensiones, a largo plazo, de las cosas que se hacen. Si nos seguimos brincando la barda y dejando que hagan lo que quieran por que sí, más cosas veremos. Y digo esto porque la Legislatura -que hoy es de un partido y mañana es de otro- seguirá modificando leyes y haciendo cambios de acuerdo a sus conveniencias. Así, en un futuro, los edificios públicos y demás dependencias podrían tener nombres de personas que no debieron haber tenido, por afinidad a uno u otro partido. ¿Seguiremos nosotros con el "Ay bendito", el abanderamiento político y aceptando las cosas por conformismo? Veremos...

Y como siempre digo, no tienen que estar de acuerdo con lo que expongo, porque es sólo mi opinión. Saludos. 

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