Obra del artista Gabriel Rivera Miranda, Naso, casi nieto de Socorro. |
Hoy, 4 de mayo, es un día especial. Cumple años la monja querida Socorro Juliá Fernández. Sé que no es monja, sino hermana del Sagrado Corazón, pero yo le digo así.
La verdad es que no sé ni por qué escribo esto, pero tengo que hacerlo. A lo mejor es porque ya son 85 primaveras; a lo mejor es porque no sé cuánto tiempo más la tengamos; a lo mejor es porque a las personas hay que decirle cuánto se les quiere, aunque lo sepan. A lo mejor, porque me lo pide el alma.
Como ella dice, soy hija de su segundo matrimonio (la Universidad del Sagrado Corazón). La conozco desde la década de los 80, cuando fui estudiante. Estuve en varias organizaciones estudiantiles, entre ellas el Consejo de Estudiantes, y pude compartir mucho con ella. A partir de ahí, han sido muchas las experiencias vividas junto a ella.
En una ocasión, mientras estaba yo trabajando en una firma de relaciones públicas, allá para los 90, Socorro me pidió que regresara a Sagrado y que la ayudara con un proyecto. Quería que “montara” la oficina de exalumnos (Universidad, del '70 en adelante). Para ella era importante que los egresados se mantuvieran vinculados a su alma máter.
Y es que las antiguas tenían un compromiso inquebrantable con la institución y la estructura que había funcionaba muy bien bajo la dirección de Zoraida García, quien luego sería mi jefa. ¿Cómo iba a decirle a Socorro que no? ¡No tuve que pensarlo mucho!
De la nada, pudimos empezar a establecer esa relación con los egresados de Sagrado. Se publicó el boletín de exalumnos y se realizó un sinnúmero de actividades dirigidas a crear ese lazo. En ocasiones, si me desanimaba, allí estaba Socorro para darme aliento y aconsejarme. Después de hablar con ella, salía mucho más motivada.
El entonces Decanato de Desarrollo era una gran familia. Fueron de los mejores años de mi vida trabajando con Lileana, Zoraida, Mercedita, Lolita, Miñi, Sonia, Ana María, Tomasita, Mercedes, Marisa J., María Eugenia, Wanda, Iraida, Frances, Maggie y Olguita. Espero que no se me haya quedado nadie. La mente falla. Éramos un equipo de ensueño, modestia aparte. Mi cariño para todas.
Ahí vi, aunque ya lo sabía, lo mucho que Socorro Juliá trabajó por los estudiantes, por el Fondo de Estudiantes Excepcionales y por todo aquello que significara el bienestar de la comunidad universitaria. Luchó para que ningún estudiante talentoso dejara de estudiar en Sagrado por razones económicas.
Era, y es, una fiel creyente de la filosofía educadora de Santa Magdalena Sofía Barat, que la educación es la respuesta a todos los problemas sociales. Siempre ha creído, y ha vivido, la misión de Sagrado: “Educar personas en la libertad intelectual y la conciencia moral dispuestas a participar en la construcción de una sociedad puertorriqueña más auténticamente cristiana, una comunidad solidaria en la justicia y la paz”.
Y es que hablar de Sagrado sin pensar o mencionar a Socorro, sería una falta crasa. ¡Están ligados! Vive amparada por los sagrados corazones de Jesús y María y es amparo para muchos en la Universidad del Sagrado Corazón. Muchos han recibido apoyo, consuelo, respaldo, ayuda, etc. Siempre ha estado para todo aquel que la necesita.
Verla y escucharla hablar de Sagrado, de su misión educativa y de la importancia de la educación, inspira. Y es que se le ilumina el rostro y le brillan los ojos. Es que tiene una gran confianza en la juventud de este país y lucha por ella.
Es tan así su amor, que quiere que entierren sus cenizas a los pies de la estatua del Sagrado Corazón de Jesús. Un Sagrado Corazón que con sus brazos abiertos ha recibido y recibe a muchos en ese maravilloso campus que tenemos en el corazón de Santurce. Unos brazos abiertos como siempre los tiene ella.
Socorro es de las que manda y va. No se confiesa con nadie; bueno, lo digo en el sentido figurado. Es de las que no le tiene temor a nada. Lucha hasta el final por lo que quiere y casi siempre lo consigue. ¿Quién se atreve a decirle que no, aaahhhh? Je, je.
Dice las cosas como son y le gusta que uno sea igual. Le gustan las cosas claras. Esta monja es un canto de pan con ojos. Es puro amor. Pero tengo que decir que también es terca, voluntariosa y algunas veces difícil, muy difícil. En varias ocasiones chocamos, porque más o menos tenemos el mismo temperamento, pero acabábamos queriéndonos más.
Socorro es muy de detalles. Siempre está pendiente a los demás y no se olvida de las fechas importantes. Como ejemplo, todos los años me llama para mi cumpleaños, no importa si está fuera del país. Cuando se enteró de la muerte de mi padre hace varios años y de la de mi madre hace poco, de las primeras llamadas fueron las suyas. Así de especial es.
No es santa, como ella misma dice, pero vive a cabalidad el amor de Jesús. Para ella amar al prójimo es el principal mandamiento. Es fiel creyente de esto y lo practica todo el tiempo. Siempre fue como una madre para todos. Nos daba mucho amor, pero igual regañaba y halaba orejas. Dice que hay darle a los demás los talentos que Dios nos confió.
La monja es de esos angelitos que Dios le pone a uno en el camino para hacernos mejores personas. Es de las personas que aconseja, pero te da la libertad de hacer. Estoy segura de que gracias a ella y a sus consejos y acciones, muchos hemos crecido en el amor de Jesús. Sé que muchos piensan y sienten como yo.
Hay algo que nos enseñó a todos, y es a amar nuestra alma máter intensamente. Eso mismo trato de transmitir a mis estudiantes en Sagrado. Hace poco fue a mi clase para hablar sobre la historia de Sagrado. Esa es Socorro.
Con la edad, una ve más claro y valora las cosas. Mucho he aprendido de ella y mucho le tengo que agradecer. Y esto a alguno le podrá sonar cursi; a lo mejor lo es, pero aunque siempre la he querido un mundo, se lo quería decir hoy.
Socorro, monja querida, gracias por todo. Que Dios y los sagrados corazones de Jesús y María te sigan bendiciendo y que nos dejen disfrutarte mucho tiempo más. Te quiero.
:) Saludos.
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