Nos arropan la desinformación, la propaganda, la posverdad, las noticias falsas y la manipulación. Estos términos los escuchamos continuamente, pero no sabemos realmente el impacto que tiene en nosotros, en nuestra sociedad y en el país.
Definámoslos, para estar claros. Desinformar es dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines. Dar información insuficiente u omitirla (DLE).
Las noticias falsas son noticias producidas sabiendo que no son ciertas o que han sido sacadas de contexto para obtener algún beneficio propio o para perjudicar a otro.
Manipular es intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares. Sus sinónimos son adulterar, trucar, viciar, amañar y falsificar (DLE).
La posverdad es la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales (DLE).
La propaganda es la difusión o divulgación de información, ideas u opiniones de carácter político, religioso, comercial, etc., con la intención de que alguien actúe de una determinada manera, piense según unas ideas o adquiera un determinado producto (DLE).
Para muchos, utilizar todas estas cosas no es nada porque lo importante es llegar. Piensan que es mejor pedir perdón que pedir permiso y que el fin justifica los medios. Pero estas premisas son erradas por el efecto que tienen en los demás.
En Puerto Rico se vive un ‘reality show’ continuo, especialmente en la política. Por años, se han establecido estrategias de propaganda para impresionar a las huestes y lograr adeptos vendiéndoles sueños imposibles; aunque realmente mucho no tienen que hacer porque el fanatismo es lo que impera y nubla la razón.
También tenemos un largo historial de candidatos que hacen cualquier cantidad de cosas para lograr el puesto que ambicionan. Crean una imagen ‘ideal’, aunque no sea real, porque es lo que las personas piensan que debe ser. ¿Después que llegan, qué? El cuento es otro.
Tenemos algunos que le faltan el respeto a los demás y a las posiciones que ocupan, sin importarle nada. Ya están allí, que era lo que querían lograr; así que entienden que pueden ser todo lo patán que quieran porque ya lo lograron, y a veces, más de una vez.
Tarde o temprano dejan entrever sus ‘verdaderos colores’ porque la proyección y la realidad no encajan. Y es que no hay congruencia ni dan pie con bola. Aunque su maquinaria de propaganda trabaje a todo vapor, el no fanático -porque el fanático le creerá todo lo que le digan-, comienza a darse cuenta de la realidad.
Y cuando se empiezan a prenderse las alarmas, se inventan cualquier cantidad de distracciones para que las personas dejen de pensar en lo verdaderamente importante.
Buscan desviar la atención de la falta de acción, del exceso de gasto público, de promesas que sabían no cumplirían pero que las hicieron porque querían llegar, de excusas y de toallazos y contratos a familiares y amigos; entre otras cosas.
Entonces crean entretenimiento, bailan, se proyectan como súper héroes, exponen a la familia y las historias de amor, farandulean y mil cosas superfluas que sirven como cortinas de humo para que no se les exija que cumplan para lo que fueron electos, que es la sana administración del país. Al final, de eso es que se trata.
Y esto sigue ocurriendo poque el pueblo tiene la memoria muy corta o se deja apabullar por la desinformación, las noticias falsas, la posverdad, la manipulación y la propaganda. De otra manera no lo hubiesen logrado y el cuento fuera otro. Es una fórmula que les había estado resultando, pero gracias a Dios, es cada vez menos.
Está en nuestras manos que el país tome el rumbo correcto, el de la transparencia, la claridad, la ética, la responsabilidad y el trabajo por el bien común y por un mejor país. A eso, debemos aspirar.